“ El Gran Gatsby”
no sería la última película en influir en el vestuario del público de los 70.
Hasta el final de la década, los diseñadores se inspirarían en ese cine retro que parecía imparable. La
nostalgia no solo derrocaría a la minifalda, sino que también provocaría una pasión por la música, la historia y el
Hollywood de la primera mitad del Siglo XX.
Filmes icónicos
que han marcado tendencias como “Flashdance”, “Pretty Woman” incluso
“Clueless”, incitan a la espectadora la ir a la tienda y comprar algo similar a
lo que usa la protagonista. Con Gatsby hubo que esperar a ver que traerían las
nuevas colecciones que se pareciera o que recordara al estilo visto en pantalla. Antes de Gatsby no había nada parecido en las tiendas. La imagen
invita a inventar estilos. Los modistos derrochan creatividad fabricando modelos
que siguen ese trend que hoy llamaríamos vintage, de retroceder en el tiempo
para buscar diseños y combinarlos.
Incluso se puede
hablar de una meta moda en que el toque retro
se introduce dentro de un filme situado en época contemporánea. Hablo del look Annie Hall que también
revolucionaria la moda en 1977. Es un vestuario que parodia la moda masculina,
incluyendo los sombreros, de la Era de la Depresión. Pero también imita vestuarios
de Garbo y Dietrich, las primeras empantalonadas de Hollywood.
Otro ejemplo es el icónico vestido blanco de Cybill Shepherd
que hipnotiza a De Nirio en “ Taxi Driver”. ¿ Y hablando de iconos de la moda, el look “disco”
de Travolta en Satuirday Night Fever no presenta una similitud nada
coincidental con los ternos que usaba Redford en Gatsby?
1975-1976 fue un
tiempo importante para mí. Fue mi época de aclimatación a los Estados Unidos, de
aprender bien el idioma y de mimetizarme
con la cultura neoyorquina. Fueron mis primeros años de secundaria. La moda era
importante, porque por primera vez iba a una escuela donde no se usaba
uniforme. Aunque mi ropa me la seguía comprando y eligiendo mi madre, yo tuve
que aprender (y con muchos errores) a crearme una personalidad a través del
vestuario.
En las últimas
décadas hemos aprendido a mirar como árbitros de la elegancia a la realeza
(Diana de Gales, la Duquesa de Cambridge); a cantantes y actrices (Madonna,
JLo, Angelina), incluso a series de
televisión como “Sex in the City”. Nunca más el cine ha influido como lo haría
en los 70, cuando la nostalgia jugaría parte en ese proceso.
En 1975,
llegarían de Europa dos filmes que impactarían la moda. El primero seria “Lacombe,
Lucien”, la historia de un colaboracionista
en la Francia ocupada que se enamora de una judía. El otro seria “Stavisky”con
Jean Paul Belmondo interpretando al Bernie Madoff galo, que en 1934 derribó el gobierno francés con un escándalo
financiero. Sin ser un gran filme, su particularidad recaía en el personaje de Arlette,
la esposa-trofeo de Stavisky. Any Duperey no era una gran actriz, pero servía de
percha perfecta para un deslumbrante vestuario diseñado por St. Laurent.
Los Años 30
estaban de moda en USA. Para las navidades del 75 tuvimos dos películas de esa
década, el filme de desastre obligatorio “Hindenburg” y “Lucky Lady”, una
comedia de contrabandistas de licor durante la Ley Seca que seria otro fracaso
para Liza Minelli.
Anne Bancroft como la Condesa vonReugen en Hindenburg |
Quien no conocía
el fracaso era Robert Redford que se sentía obligado a hacer un filme de época
por año. En la primavera del 75 lo vimos en “The Great Waldo Pepper” en la que por primera vez vi a Susan Sarandon
y que puso de moda esos trapos amarrados a la cabeza.
Pero el tema
principal del cine de nostalgia de Hollywood del 75 era él cine en sus primeras
décadas. Hubo una avalancha de películas sobre el viejo Hollywood, incluso en
la televisión. Jason Miller que desde su interpretación del Padre Karras en “El
Exorcista” no encontraba un espacio, interpretó a Scott Fitzgerald (tremendamente
de moda) en “Scott Fitzgerald en
Hollywood” con Tuesday Weld como Zelda.
Con mucho bombo
platillo y pretensiones, ese mayo vino al cine la adaptación de The Day of the Locust de Nathanael West.
Fracaso sonoro y comprensible. Es una película chillona, pretenciosa e ininteligible.
Ni recuerdo el vestuario que ganó un Bafta. La descripción del Hollywood de los
30 resultó exagerada y absurda casi
tanto como sus personajes.
Más respeto me
mereció “A Long Last Love” con la que Peter Bogdanovich pretendía parodiar las
comedias de los Treinta y terminó honrándolas. En cuanto a “The Wild Party”, un
velado recordatorio del escándalo de Fatty Arbuckle, ni Raquel Welch cantando
sirvió para salvar el filme.
Lo único rescatable
de la cosecha vintage de ese marzo fue la esperada secuela de “Funny Girl”. En “Funny Lady”, Barbra Streisand
continuó su retrato de la comediante Fanny Brice ahora en un viraje de su
carrera al cine hablado y nuevos amores. El vestuario impecable en su
recreación de las modas de los 30, mereció nominación a un Oscar y seguramente
influyó en el imaginario de los modistos.
1976 continuaría
con esos homenajes al Hollywood de antaño con filmes como” WC Field and Me”, “Gable & Lombard” y el cierre de la obsesión
con Scott Fitzgerald, la adaptación de su novela inconclusa The Last Tycoon. A pesar de que esta
versión que tenía juntas a luminarias tales como Robert De Biro, Jack Nicholson
y Robert Mitchum, además de un deslumbrante vestuario modelado por Theresa
Russel e Ingrid Boulting, fue un fracaso, a mí me gustó mucho más que la nueva.
Ciertamente el vestuario era superior.
Jill Clayburgh como Carole Lombard y James Brolin como Clark Gable |
Fines de los 30s
y principios de los 40s era el periodo de donde los modistos sacaban sus ideas
para las próximas colecciones. En 1976, “Voyage of the Damned “ seria una de
esas fuentes de inspiración como siempre encarnada en la infatigable Faye
Dunaway. En su rol de una dama de sociedad alemana, Faye encabeza la lista de viajeros del trágico
Saint Louis, la nave cargada de judíos que zarpó de Hamburgo en 1939 sin saber
en qué puerto la dejarían recalar. Inolvidable es la llegada de Dunaway al muelle, vestida como para ir a la ópera, bebiendo champaña en copas altas.
Los modistos
hacen eco de esas modas refinadas. Angelica Huston modela este Laroche en una
pasarela del 1975. La tendencia es definitivamente 30.
En cambio David Bailey
hace un estudio del rosa en estas modelos onda Gatsby para Vogue ese mismo año.
Anne Klein elige
un estilo retro negro con chaqueta con
faldones como un frac masculino que se complementa con zapatos y medias negras.
Muy Film Noir.
Ted Lapidus elige
un tailleur con líneas masculinas. Noten la melena retro de la modelo. Peinados y maquillaje se inspira en un pasado
reciente.
En su portada del
especial de moda 1975-1976, Hola
derrama glamur. Los turbantes están definitivamente in.
Para el otoño de
1976, St. Laurent escoge un corte un
poco boxy y masculino con chaqueta
cruzada, pero retro. Incluso a sus
traje-pantalón les da una onda de los 40.
Las décadas de lo
Treinta y Cuarenta marcan tendencia en las pasarelas y en la televisión
estadounidense que está obsesionada con
la historia de ese tiempo. Así tenemos en 1975 un repaso de la infame transmisión de la Guerra de los Mundos
de Orson Wells en “The Night that Panicked America” recreando el pánico que suscitó ese 1938 cuando la mitad de la Unión
Americana creyó estar siendo invadida por extraterrestres.
Unos meses más
tarde, Anthony Hopkins, quien ya comenzaba a demostrar su
extraordinario talento, daría vida al
carpintero alemán Bruno Hauptmann acusado del rapto y asesinato del bebé
Lindbergh. Jane Alexander y Edward Hermann merecieron elogios por su
interpretación de “Eleanor y Franklin” Roosevelt, desde su noviazgo hasta su inauguración como presidente
y Primera Dama de los Estados Unidos. Faye Dunaway seguía en los dramas de
época encarnando a la evangelista Aimee McPherson en “The Dissapearance of
Aimee”.
A pesar de su
historicidad, estas series no eran ejemplos de la moda de su era aunque este repaso
de Americana ayudaba a interesar a
las jóvenes generaciones en cosas como
la música, el cine y otros aspectos culturales de aquel entonces.
Para modas de los
40, no se necesitaba mas que ver al nuevo programa estrella de la televisión.
Aunque debutó en un piloto en el otoño de 1975, La Mujer Maravilla reinaría en
1976 con esa Lynda Carter , única en derrotar Nazis. A pesar de que, en su primera temporada, Diana Prince se la
pasó en el uniforme de las WACS, también tuvo ocasiones para ponerse la ropa de
la época, tal como su hermana Drucilla, (Debra Winger), la Wonder Girl.
La Mujer Maravilla |
Su hermana |
A fines de 1976, comenzó una miniserie que
haría historia, que abriría el camino a las grandes miniseries de los Ochenta y
que establecería el hábito de adaptar bestsellers literarios a la pantalla. Me refiero a Rich Man, Poor Man de Irwin Shaw. Además de hacer famoso a Nick Nolte, de
hacerme babear por Peter Strauss, tendría a Susan Blakely luciendo exquisitamente
vintage en una historia que abarcaba varias épocas, aunque su inicio era en
1945.
La televisión era
un buen medio para saber qué ropa debía comprarse y también un nexo con America
Latina. Tras decidir que la Paula era
muy cara, mi mamá solamente dejo un
presupuesto para comprar revistas del Grupo Armas (Vanidades, Buenhogar y Cosmopolitan) cuyos modelos obviamente no
estaban diseñados para a colegialas que no ganaban lo suficiente para costearlos.
Yo recibía una mesada mínima para almuerzo y transporte
por lo que a los quince años me puse a trabajar aunque mi sueldo no me alcanzaba
más que para cigarrillos y ediciones de bolsillo. Eso significaba dejar mi
vestuario en manos de mi madre que partía de la base que yo no tenia gusto para
vestirme así que tenía que dejarla a ella escoger mi ropa. Fue a la que más le costó aclimatarse a la sociedad gringa y por eso la
ropa se volvió más importante ya que era su único modo de expresarse.
Cuando fuimos a Washington en el otoño de
1975, mi mamá me arrastró a Garfinkel’s mientras mi padre y mi hermano se iban al
Smithosian, al Monumento a Iwo Jima y otros lugares interesantes. Como premio
por servirle de traductora, me compró
este vestido. Tiene el tipo de corte princesa que se usaba, falda sobre la rodilla, lino amarillo, su gran
gracia es el top que esta hecho de seda estampada. Aquí lo luzco un año más tarde,
verano del 76 junto a mi novio Philippe y mi hermano.
Yo, vestido de Garfinkel's, Philippe y mi hermano. Verano del 76 |
Mi ropa era
básicamente la misma que usaban mis compañeras, jeans, camisas, camisetas
(playeras, remeras, franelas, poleras), blusones con resabios de la era hippie,
a lo mas una falda de denim. Nada extravagante o fuera de lo normal. El vestido
amarillo de Garfinkel’s era lo que se usaba en América Latina a juzgar por las
telenovelas.
Ahí solo las
villanas se atrevían a ser sofisticadas Como Chelo Rodríguez que dejaba el ojo
cuadrado con sus modelos “Gatsby” en “La Señorita Elena” (Venezuela, 1975) o
Saby Kamalich en “Barata de Primavera” (México, 1975).
Saby Kamalich en Barata de Primavera |
Tal como en mi
mundo, las niñas buenas eran sombras grises sin personalidad. ¿Quién creería
viendo a Jacqueline Andere en “Barata de Primavera” que pronto seria el epitome
de la elegancia en las telenovelas?
Verónica Castro
era la villana en “Barata”, pero también trabajaba como edecán en el programa
de Chabelo. Aquí la vemos en 1975, con
la típica falda acampanada y zapatos de plataforma de la época. Chabelo, en
cambio, se quedó en la Era del Hot Pant.
La Vero de pelo liso y Chabelo |
Mirando a Lucía Méndez
y a Ofelia Medina en “Paloma”(México, 1975) realmente se veían un poco…nacas.
Faltaba mucho para que la Era del Glamur que se vivía en el Jet Set europeo
atrapase a las telenovelas.
Sin embargo, la
mujer colombiana, a la que siempre he considerado la más elegante de America
Latina, si vestía con glamur a juzgar por esta foto de Cromos de 1976 o este
anuncio , totalmente Gatsby de 1975.
En 1975, , otra revolución
afectaría el modo de vestir en mi familia, el descubrimiento del catálogo. La
aparición de esas revistas que nos permitían comprar ropa a domicilio cambiaria
nuestra percepción de la moda, puesto que eran un puente (mucho más que las
colecciones Pret-a-Porter) entre los diseñadores de marca y el ama de casa de
clase media.
En la portada de
este catalogo de Avon del 76 aunque se trate de una oferta de maquillajes (Avon
no vendería ropa domicilio sino hasta los
80) se ve un modelo estilo Gatsby.
En cambio, este anuncio del catálogo de Sears de 1975
muestra esa onda de los Cuarenta pero en material más barato que el de los
grandes diseñadores.
Todavía me queda
hacer un Trip Down Memory Lane por los últimos tres años de la décadas. En cuanto a mis experiencias como Latina de
Ayer , la moda gracias a esos factores, se volvería una obsesión privada.
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