jueves, 20 de mayo de 2021

Música del Ayer: Cheek to Cheek

 


Hace unos días, Lorena me recordaba la importancia de “Cheek to Cheek” en la trama de “The Green Mile” añadiendo que le gustaría saber la historia de la canción. Fue entonces que caí en cuenta de las muchas veces que el tema de Irving Berlin ha sido usado en cine y televisión Para mí siempre ha evocado a Jerry (Fred Astaire) y Dale (Ginger Rogers) haciendo las paces a través de un baile. No sabia como ha capturado la imaginación popular y no solo del mundo angloparlante.

No voy a intentar hacer una semblanza de Irving Berlin, cuya longeva y prospera carrera cubrió un siglo (murió a los 101 años). Me quedo con lo que dijo su colega Jerome Kern “él ES la música americana” o como lo homenajeó en su centenario Walter Cronkite “él (Berlin) escribió la historia americana”.

Que tales palabras sean aplicadas a un judío ruso que llegó a Ellis Island a los cinco años se debe a que Berlin supo capturar en su música la cultura estadounidense siendo autor de canciones para siempre asociadas con festividades (“Easter Parade” y “White Christmas”) o con la quintaesencia del patriotismo estadounidense (“G-d Bless America”).






La carrera de Irving Berlin comenzó en Ti Pan Alley antes de la Primera Guerra Mundial en la Era del Rag siendo su primer éxito “Alexander’s Ragtime Band”.  Dos décadas más tarde, y luego de escribir otros éxitos como Always”” blue Skies “y “What I’ll do”, Berlin se puso a las órdenes de Hollywood.



Apenas llegada la Era del Sonido, estaba musicalizando “The Cocoanuts”, una comedia de los Hermanos Marx. Para cuando lo contrataron para crear la banda sonora de “Top Hat” en 1935, ya llevaba cinco musicales hechos incluyendo “Hallelujah”, uno de los primeros éxitos del cine afroamericano..

“Top Hat” (sombrero de copa) fue la primera colaboración de Berlin con el dúo de bailarines formado por Fred Astaire y Ginger Rogers. La seguirían “Follow the Fleet” y “Carefree” (aparte de tres grandes colaboraciones con Astaire: “Holiday Inn” “Easter Parade” y “Blue Skies”).

Se trataba también del cuarto proyecto de Astaire-Rogers y el segundo en tenerlos de protagonistas. “Top Hat” los convertiría en material de leyenda gracias a los temas que les escribiera Berlin, canciones complicadas ya que deben ser entonadas por Fred en medio de elaboradas coreografías.

Ese es el caso de “Cheek to Cheek”. “Top Hat” es una comedia de argumento sencillo. En Londres, Jerry (Astaire) un coreógrafo y soltero empedernido, se enamora de Dale (Rogers), una diseñadora de modas. Por varios enredos, Dale lo cree casado y lo rechaza. Para hacer las paces, Jerry la invita a bailar “Cheek to Cheek” (mejilla con mejilla).



La soberbia coreografía de Astaire y Pan Hermes sirve para crear una atmosfera ‘” celestial” ayudada por la letra de Berlin que comienza así:

“Cielo…me siento en el Cielo

Y mi corazón late de tal manera

que apenas puedo hablar

Y parece que encuentro la felicidad que busco

Cuando bailamos juntos mejilla a mejilla”.

El término “Cheek to Cheek” se volvió un eufemismo para definir bailes románticos. Toda mujer quería un compañero de baile tan liviano como Astaire y un vestido emplumado que se agitase con la brisa como el de Ginger. Ese vestido tiene su propia historia. Diseñado por la actriz, presentó un problema en el set. Cada giro de Rogers provocaba una lluvia de plumas que le caían a Fred.

Astaire le tomó tal fastidio al vestido plumífero, que, tras filmar la escena, escribió su propia versión del tema titulada “Feathers” (plumas) y que comienza así:

Plumas…odio las plumas

Las odio tanto que casi no puedo hablar

Me impiden encontrar la felicidad que busco

Cuando bailamos juntos mejilla con mejilla.

Desde entonces Fred Astaire apodó a Ginger “Plumas”. Ni nos imaginamos eta anécdota cuando vemos a la pareja moverse etéreamente en pantalla y el plumaje de Ginger Rogers nos parece las alas de un querubín. De ahí que comprendamos la reacción de John Coffey (Michael Clarke Duncan), en The Green Mile”, que al ver esa escena solo atina a exclamar extasiado “¡son ángeles como en el Cielo!”





Antes de seguir con la trayectoria de la canción desearía hablar de “The Green Mile” y como Frank Darabont, su director, integró el tema de Irving Berlin a la trama de su adaptación de la novela de Stephen King. En la película del 2000, Paul recluido en un hogar de ancianos de Georgia se conmueve hasta las lágrimas cuando ve “Top Hat”. Le confiesa a su compañera Eileen, que el filme le trae recuerdos de sus días como guardia de prisión asignado a “la milla verde”, las celdas de los condenados a muerte.

Lo que conmueve a Paul (Tom Hanks) es el recuerdo de John Coffey, un afroamericano acusado de violar y asesinar a dos niñas blanca. Es un consenso entre Paul y sus compañeros (con la excepción del sádico Percy) que Coffey es demasiado dulce y sensible para haber cometido un crimen tan horrendo. Esa seguridad se afianza antes los milagrosos poderes de curación del condenado.



Coffey reconoce su inocencia, pero le pide a Paul que no impida su ejecución. El convicto desea morir, ya no soporta vivir en un mundo tan cruel. Cuando Paul se entera que Coffey nunca ha visto una película, hace arreglos para brindarle una tarde de cine. Como era de esperarse, Coffey queda mesmerizado al ver “Top Hat”, sobre todo la escena del “Cheek to Cheek”.

Irving Berlin hubiese gozado con el uso de su canción dado por Darabont en “The Green Mile” (algo que no es parte del texto original), pero décadas antes del filme, “Cheek to Cheek” ya era un referente en la cultura popular. Además, es un estándar de la canción estadounidense tras ser inducida al Grammy Hall of Fame en el 2000. Para comenzar, fue la primera canción de Irving Berlin en ser nominada a un Oscar (el autor ganaría el trofeo en 1944 con “Blanca Navidad”)

En 1935 “Cheek to Cheek” alcanzó el primer lugar en Billboard y se convirtió en la canción número uno de ese año, grabada por muchos cantantes celebres y orquestas de ambos lados del Atlántico. Tanta era su fama que (a lo mejor no sabían que Irving Berlin era judío) que en 1936 se grabó una versión en alemán en el Tercer Reich.



Aunque la versión original en francés “Joue a joue” fue grabada por Leo Monosson que había huido de los nazis a Paris, les dejo la versión de Hildegarde.



Curiosamente fue en los 50 donde este tema tuvo su resurrección y no hubo gran voz que no grabase una versión desde Frank Sinatra a Ella Fitzgerald, desde Doris Day a Sammy Davis Jr. Incluso se grabaron versiones instrumentales como esta de Machito y su orquesta, a ritmo de cha-cha-cha.





 Pero las nuevas generaciones se la sabían gracias a la televisión donde Ricky Ricardo se la cantaba a Lucy. Incluirla en Ël Show de Lucy” era evidencia de cómo el tema estaba integrado a la cultura popular estadounidense.



Aunque se seguirían haciendo versiones en otros países como en Israel donde en 1995, Gidi Govi la graba bajo el título de “Eden”, no podía encontrar una versión en español.La excepción es la parodia que en 1985 hace el grupo argentino Los Twist.



Eso no quiere decir que el mundo hispanoparlante no estuviese interesado o no respetase la bella balada de Irving Berlin. Para muestras, Sarita Montiel la canta (en inglés) en los 80, con vestido emplumado y todo.



Y por fin encontré esta cover perdida de la cantante argentina Violeta Rivas.



Otro país donde la cover se haría esperar fue Italia. Aunque en inglés la habían cantado Jula de Palma y la soprano Anna Moffo, la primera versión en italiano se dio en la voz de Gloria Christian en los 60s.



Otra versión la ha cantado Andrea Boccelli con Veronica Berti en el 2015 para su álbum titulado Tribute to Hollywood.



Ni Irving Berlin ni “Cheek to Cheek” pasan de moda. Es una canción que es parte de la cultura popular estadounidense. Cuando en el 2014, Lady Gaga y Tony Bennett sacaron un disco de duetos lo titularon Cheek to Cheek.

Gaga y Tony no han sido los únicos en convertir la canción en un dueto. Ya en 1978, Danny Kaye la cantaba en el “Muppet Show” junto a Miss Piggy. Y es lo que tiene en mente Bart Simpson cuando “La chica nueva del barrio” le enseña a bailar.




Una alegre versión es la de Sir Kenneth Branagh y otros miembros del elenco en su adaptación de la pieza de Shakespeare Love’s Labour Lost.



Y si no nos conmovimos con el uso del tema en “The Green Mile” hay que recordar su uso de música de fondo para uno de los últimos deseos de Ralph Fiennes en “The English Patient”.



O esa escena final del romance fracasado entre Mia Farrow y Jeff Daniels en “The Purple Rose of Cairo” en que ver el baile en pantalla le devuelve a Cecilia (Farrow) la esperanza y sus sueños. Y eso es lo que encierra la canción (y todos los temas de Irving Berlin) un mensaje de esperanza. Por eso no pasan de moda.



 

lunes, 3 de mayo de 2021

Aromas del Ayer: La Casa Bvlgari

 



El sello Bvlgari evoca muchas cosas: joyería femenina, relojes de calidad, hasta hotelería, pero para los efectos de este blog, será su perfumería su producto más importante. Aunque Bvalgari lleva solo treinta años creando fragancias, se ha conseguido un puesto distinguido en el universo perfumero y tiene clientas de tres décadas que califican como “Latinas del Ayer”.

El nombre Bvlgari tiene raíces antiguas y griegas. Se remonta a una familia fanariota de apellido Voulgaris y ya trae controversia. Hay Voulgaris que portan título nobiliario y que niegan estar emparentados con los más ‘” vulgares” Voulgaris de Corfú, Lo importante es que la firma inicia su historia con Sotirio Voulgaris un orfebre griego que en 1881 inmigró a Italia y abrió tienda en 1904 en la Vía di Condotti en Roma.

A la muerte de Sotirios, en 1932, la joyería quedó en manos de sus hijos, Kontantinos y Giorgio, quienes crearon un nuevo nombre para su negocio: “Bvlgari”. Para los 60, Bvlgari era un nombre conocido en el mundo entero como la firma que diseñaba joyas para divas tanto del cine italiano como Sophia Loren y Gina Lollobrigida, como para las hollywoodenses Audrey Hepburn y Dame Liz Taylor.



En 1977, Bvlgari incursionó con tremendo éxito en el rubro de la relojería y a comienzos de; Siglo 21 se asoció con la cadena Marriott en el negocio de la hotelería. Hoy en día, aunque fusionada con el consorcio LHV, Bvlgari sigue siendo una firma renombrada por sus joyas, sus relojes y sus perfumes.

Fue en 1992 que Bvlgari ingresó al mundo perfumero con su Eau de Perfume de Thé Vert, creación de la nariz de Jean Pierre Elena. En su frasco macizo de buen tamaño y con un apropiado color verde, este aroma se hizo su espacio en el mundo de los cítricos porque, a pesar de que, como indica su nombre, el ingrediente principal es él té verde, sus bases son el limón, la mandarina y la bergamota, muy bien aderezados con pimienta y cardamomo. El fuerte contenido de especias hace a este “perfume verde” óptimo para ambos sexos.



Tras su éxito inicial, Bvlgari siguió creando perfumes hasta llegar al Tercer Milenio. En el 2000, saludando al nuevo siglo, sacaba al mercado su mejor creación. De la nariz de Alberto Morillas, responsable de gemas de la industria perfumera como el 212 de Carolina Herrera, Acqua di Gio de Armani, Flower de Kenzo y Daisy de Marc Jacobs, Blv tenía todo para ser una fragancia legendaria.

A comienzos del 2002, tuve que aceptar que mi vida había cambiado, que estaba ganando el sueldo más alto de mi historia y que eso significaba cambios, uno de los cuales era abandonar olores baratos de farmacia. Había llegado la hora de adquirir un buen perfume. Así, una tarde de verano, Janet Astete y yo nos fuimos a la sección de perfumería de Ripley de Quilpue.

La dependienta me hizo probar varios aromas, según ella los más de moda. Tras quedar medio borracha de tanta fragancia parecida, elegí el botellón de BLV. Quizás porque el tufo no mareaba. Recién esa noche, decidí probarlo en un ambiente menos cargado y más sereno. Cuando abrí la bolsita encontré dos samplers de regalo: uno de un perfume para caballeros de Montblanc, y el otro era de Jaipur de Boucheron. No recuerdo ninguno ya que la prueba del Blv borró todo tipo de perfume de mi mente por largo tiempo.

Sentada en mi cama, con ventana abierta, y Mauro acurrucado a mis pies, me rocié las muñecas con el perfume de Bvlgari. No exagero al decir que me transportó. De pronto me sentí en fiordos noruegos, en bosques fineses, en los recuerdos de mi padre del viaje anual que hacía en su infancia de Santiago a Punta Arenas y que lo llevaba por tierras de glaciares y de mares azules como espaldas de ballenas.



Hice que Mauro lo oliera y no le molestó. “Parece como si hubieran derretido un iceberg y lo hubiera embotelladlo” le dije. El adjetivo para describir BLV es ‘frio”. No “refrescante”, Blv es genuinamente un perfume helado por lo cual es ideal para usarlo en verano.

Lo usé diariamente hasta abril, y aun así me duró hasta el verano del 2003. El botellón fue una buena inversión y me costó menos de cien dólares. Hoy es casi imposible conseguir esta fragancia, ha quedado opacada por la BLV pour Homme (Hoy puede conseguirse en Amazon por $56) Pero no se confundan.  Blv pour homme es colonia para después de afeitarse muy masculina con especias como jengibre y cardamomo sofocadas por maderas finas como la teca y el sándalo.



El Blv original trae como base un ingrediente exótico y tremendamente femenino. Durante el tiempo que lo sé, no lo noté. Entonces no existían ni Profumo ni Fragrantica, no había sitios en los que buscar los ingredientes de un perfume. Aun así, alguna vez noté algo familiar en Blv, pero no me detuve a analizar que era.

Fue en el 2004, cuando me fui a vivir sola a Recreo que descubrí que es lo que hace a Blv único. La ventana de mi dormitorio daba al patio del vecino que estaba enmarcado entre tres muros cubiertos de una bellísima enredadera de lo que, en Chile, se conoce como glicina y en otros lados como visteria. La visteria (wisteria en inglés) es una flor originaria de China que visualmente presenta gran belleza, pero cuya mayor cualidad es su perfume.

                                           Enredaderas de glicinas

En primavera y verano cuando la wisteria está en flor, mi cuarto olía a ese aroma maravilloso (a veces mezclado a la flor de un almendro en ese mismo patio), un olor tan exquisito que no parecía terrenal. Esa es la mayor particularidad de la wisteria, su olor trasciende lo sensual, llegando a ser casi espiritual. Hay quienes comparan el olor con el de las lilas, violetas, hasta orquídeas, pero los supera a todos. A mi parecer, los ángeles deben oler a glicinas.

Aunque en este siglo Jo Malone ha experimentado con otros perfumes a base de visteria, el único con base sobre ese oloraparte de BLV es el Glicine que Borsari sacó al mercado en los años del fascismo. El ’91, Bloomingdales vendió unos estuches de botellitas que contenían los mejores fragancias de esa casa italiana. Le regalé una a mi Ma y ella me regaló un par. Una era lavanda, la otra era glicine. Esta última era tan “pasosa” que unas gotas bastaban para que hasta la gente en el transporte público me lo elogiara y preguntara que perfume era.



Hoy Glicine es imposible de conseguir y BLV va por el mismo camino, a pesar de que los separen 70 años de la confección de cada uno. Alberto Morillas volvía a anotarse un gol con la creación de Blv y sobre todo por hacer de la glicina su ingrediente principal. La lista de ingredientes puede incluir rarezas como flor de lino o “falsa acacia” (black locust), pero resalta la visteria un poco sofocada por jengibre y vainilla, pero siempre la poderosa esencia de la enredadera oriental.

Alberto Morillas seguiría creando maravillas para la Casa Bvlgari. Su próxima sorpresa se llamó Omnia y salió al mercado en el 2003. Desde entonces han aparecido en listas de perfumes muchas variaciones en un mismo y estrambótico envase que varía de contenido y se reconoce por bandas de diferentes colores. Tenemos variedades geográficas como el Omnia Paraíba con sabor, digo olor, tropical mezcla de parchita y cacao, o el Verde Jade, muy oriental con perfume de flores del Lejano Oriente o el Granate Hindú con sus maderas y flores de la India.



El Omnia original es un coctel de condimentos, un poco fuerte para mi gusto. No así mi favorito y que estoy usando este mayo, Omnia Cristalino que es una delicia que nos transporta al Sur de Asia con su loto, bambú, y pera china (también dice incluir madera de balsa).





No puedo acabar mi elogio de esta colección de Alberto Morillas sin hablar del caprichoso y original diseño del envase de los Omnia. Tan original que me fue casi imposible abrirlo, y tuve que recurrir (y no es chiste) a un video de YouTube. Gracias a Pinky y su hija Lhian por venir a socorrer a las muchos fans de Omnia que amamos el perfume, pero quedamos perplejos ante su complejo frasco.



Morillas ha seguido enfrascado en su creación de variedades de Omnia. Ha sacado dos en pandemia. Obvio que no los he podido probar. El ultimo que probé de Bvlgari fue el Jasmín Noir. Aunque nacido en el 2008, su versión del 2015 Splendida Jasmín Noir usa la misma fórmula. Viene en un frasco idéntico al de Blv solo que en negro en vez de azul. Como BLV está enfocado en un solo aroma, el aromático Jasmín Sambac, el más potente de los jazmines.



El maridaje entre la firma y la nariz de Alberto Morillas desempeñó un rol crucial para convertir a Bvlgari en un nombre importante en la perfumería contemporánea. Con lo dicho ya he dejado claro que soy fanática de los perfumes Bvlgari y que los recomiendo sin reparos. Son tan suaves que incluso pueden usarlos quienes normalmente sufren de reacciones alérgicas a las fragancias de marca.