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jueves, 27 de diciembre de 2018

Latinas en Hollywood: Linda Cristal




Nacida en la Argentina, hija de padres europeos, la política hizo inmigrar a su familia al Uruguay; recién casada probó suerte en el cine mexicano; se convirtió en una bomba sexy del Hollywood de los 50 y revolucionó el rol de la mujer de la televisión sesentera dentro de un género totalmente masculino, el western. Esta es Linda Cristal.

Marta Victoria Moya Peggo Bourges nació un 24 de febrero de 1934, en Rosario Argentina (hay otras fuentes que dicen que es del 35, incluso del 36, como se dice, la mujer guapa no tiene edad). Era hija de un inmigrante italiano y de una francesa. Su padre, Antonio Moya, editaba una revista. En los 40, Moya se metió en problemas políticos y hubo de huir con su familia a Montevideo, después que recibiera amenazas de que iban a secuestrar a Martita de solo seis años.

Cuando Marta tenía 13 años sus padres murieron en un accidente automovilístico, dejándola en manos de su hermano mayor. Marta había tomado cursos de piano y baile en el Conservatorio Franklin de Montevideo,  y quería ser actriz. A los 18 años, su hermano decidió darle en el gusto pagándole un viaje a México que entonces era la Meca del cine en español.

Aquí hay una pequeña confusión. Se sabe que la adolescente viajó “casada” con Tito Gómez que también buscaba fortuna en el cine mexicano. En un sitio leí que Tito era amigo de Marta y que, al ser ella menor de edad, habían llegado a un matrimonio arreglado que les permitía a ambos viajar, ella sin chaperón, él con pasaje pagado. Sin embargo, descubrí que Tito Gómez ya había filmado un par de cintas, una de ellas en Chile con Lucho Córdova y José Bohr. Lo importante, es que dos semanas después de su llegada a México, La Pequeña Señora de Gómez pedía el divorcio.

Ya mujer libre, Marta cayó parada puesto que atrajo la atención de Miguelito Alemán, hijo del expresidente mexicano del mismo nombre. Fue Miguelito quien la presentó con Raúl de Anda, el director de cine quien la rebautizó, “Linda “por razones obvias y “cristal” porque la piel de la rosarina era “traslucida como un cristal”.

La nueva Linda estuvo dos años en México y filmó como ocho cintas:  comedias, de lucha libre, etc. Solo obtuvo un rol protagónico, en “Con el diablo en el cuerpo” junto a Antonio Aguilar. Después de cuatro años de roles secundarios, la argentina vio con alivio la oportunidad de trabajar en una película estadounidense.

En 1956, Hollywood descendió sobre Durango para la filmación de “Comanche”. Aunque el filme giraba en torno a los esfuerzos de un oficial de la caballería (Dana Andrews) por firmar la paz con el legendario jefe comanche Qanah Parker, también se necesitaba un poco de romance. Linda dio vida a Margarita, hija de un rico hacendado que era secuestrada por los indios. Aunque pequeño, era el único rol femenino, la que se besaba con el héroe, … En suma, un protagónico.

En México comenzaron a cotizarla y le dieron el estelar en dos películas rancheras, el equivalente al western mexicano, pero ya Linda había probado Hollywood. Si iba a interpretar heroínas vaqueras mejor hacerlo en el Far West anglo. Con solo 23 años y sin hablar una palabra de inglés, Linda Cristal llegó a Hollywood en 1957. Su belleza y simpatía le abrieron las puertas de los westerns que por ese entonces era todo a lo que podía aspirar una latina.

Lo bueno es que ahora si podía esperar roles protagónicos como en la fusión horror-Noir-western “The Fiend that Walked the West” donde interpretaba a la mujer de un ranchero que era acosado por un psicópata que fue su compañero de celda. Pero Linda pronto superó su etapa de cowboys. En 1958 encarnó a Sandra Roca, “la bomba argentina”, una vampiresa que intentaba separar a Tony Curtis de Janet Leigh en “The Perfect Furlough”. Este rol le ameritó un Globo de Oro como Mejor Nueva Actriz.
Con Tony Curtis y Janet Leigh
Tras un año en Hollywood, Linda era un rostro conocido, había aprendido inglés y hecho buenas amistades. En marzo de 1958, Conrad Hilton la invito a la inauguración de su nuevo hotel en La Habana. En el avión, Linda conoció al petrolero Robert Champion. El romance acabó ante el altar, pero Champion tenía sus negocios en Venezuela. Eran los días previos al derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jiménez. Linda no quería ir a un país de política tan inestable y eso implicó largas separaciones de su marido. No alcanzaron a cumplir el año de casados y ya se divorciaron.

Aprovechando que hablaba perfectamente italiano y francés, la bella argentina decidió probar su suerte en Europa, en el género conocido como “peplo”. Así interpretó a Cleopatra en “Las legiones del Nilo” y a otra reina egipcia en “La mujer del Faraón”.

Linda alternaba su trabajo en Europa con Hollywood. En 1959 estelarizó junto a John Saxon “Cry Tough” una historia de pandillas portorriqueñas en Harlem. También probó suerte en el novel medio de la televisión, interpretando a una condesa española en “Rawhide”, la serie protagonizada por, el todavía desconocido, Clint Eastwood.
Besandose con Clint Eastwood ¡Suettuda!

En 1960, John Wayne la llamó para unirse al ensemble de actores (donde ella sería el único rostro femenino) que el Duke había contratado para su épica “El Álamo” Este es probablemente el trabajo más recordado de la rosarina en Hollywood, como La Flaca (personaje inventado) que casi convence a Davy Crockett de no pelear en la famosa batalla.

Curiosamente no se vinculó sentimentalmente el nombre de Linda Cristal con el de John Wayne, porque en esos días del post-divorcio, las revistas de cine y del corazón, la tenían siempre muy bien acompañada. Se habló de un romance con John Saxon, pero fue un truco publicitario. Se la vio en sitios públicos con su compatriota, el director Hugo Fregonese (voy a tener que hablar también de los directores latinos en Hollywood) y con Bobby Darin que recién se había divorciado de Sandra Dee.

Acompañó a Cary Grant a media docena de partidos de beisbol; fue tapadera de Rock Hudson al que siempre la unió una entrañable amistad, pero en 1960, Linda Cristal conoció al que puede haber sido el amor de su vida, Yael Wexler. En IBDM se dice que era un actor y se da una lista de sus roles (todos menores) en el cine, pero lo importante de Wexler eran sus negocios que incluían hoteles, y que era millonario. Tan millonario que, tras su matrimonio, Linda no tuvo que trabajar.
Con su segundo marido, Yael Wexler

Su último trabajo importante en Hollywood fue el que pudo haber sido el mejor. A pesar de que hasta su director John Ford la ha repudiado, la cinta “Two Rode Together” sigue siendo un western digno de admirar y Linda hizo un papel conmovedor y memorable.  A primera vista el rol de Elena Madariaga parece ser una fusión de su Margarita de “Comanche” y de Stand with a Fist de “Baila con Lobos” con toques del rol icónico de Natalie Wood en “The Searchers”, también de John Ford.

Como en “The Searchers”, Ford nuevamente formula la pregunta: “¿puede un ser civilizado, tras una larga estadía entrelos  indios, regresar a su antiguo mundo?” A los diecisiete años, Elena, hija de un general veracruzano, es secuestrada por comanches. Cinco años más tarde, como parte de un plan de paz entre Qanah Parker y el gobierno estadounidense, es “rescatada” por un destacamento militar liderado por el teniente Jim Gary (Richard Widmark) y Guthrie McCabe (James Stewart,) este último un cínico ex pistolero metido a sheriff.

 A pesar de que sigue siendo católica y recuerda con nostalgia su primer baile y su primer novio, Elena es ahora la mujer de un bravo, alguien aclimatado a la vida comanche. De hecho, su marido intenta rescatarla y McCabe lo mata. Elena no tiene donde volver, no sabe como vivir entre blancos, ni siquiera sabe peinarse. La escena en la que McCabe intenta ayudarla con su peinado es muy emotiva.




Pero la prueba de fuego no está en Elena sino en la gente civilizada que la desprecia por haber sido mujer de un salvaje. Comienzan con los oficiales que se niegan a bailar con ella, hasta Belle (Anelle Hayes), la dueña de un lupanar, socia y amante de McCabe. Celosa al saber que el sheriff planea irse con Elena, la humilla públicamente y le ofrece un empleo en su burdel. Aun así, McCabe repudia a Belle y el pasado de ambos, y parte junto a Elena a buscar una vida mejor en California.

Tras este filme, Linda Cristal se retiró de la actuación por casi cinco años. Aparte de un par de apariciones en series de televisión, la rosarina se quedó en casa formando una familia. En 1962 nació su hijo Jordan, un año más tarde lo siguió su hermano Gregory. Pero ni lo hijos pudieron impedir que el matrimonio se disolviera en 1966. Aun así, Linda y Wexler conservaron una fuerte amistad. La actriz ha dicho que en su vida ha tenido dos grandes amigos. Uno, fue el padre de sus hijos.
Con sus hijos

El otro gran amigo de Linda Cristal fue su compatriota, Alejandro Rey. Al divorciarse, Linda obtuvo la custodia de sus hijos, y aunque nos imaginamos que Wexler le otorgó una buena pensión, ella quería volver a trabajar. Hollywood no parecía esperar su regreso. Linda tenía ya más de treinta años, y aunque bella, no era tan cotizada como rostros más jóvenes. Alejandro estaba en grabaciones de “La Novicia Voladora” que iba a salir al aire en el otoño del ’67. Tal vez eso animó a Linda a dejar de ser una artista invitada y trabajar en su propio show.
Con Alejandro Rey

Fue una opción arriesgada. “El Gran Chaparral” era un western, un género en donde las mujeres o no se veían o eran personajes subordinados. En “Bonanza”, la serie de vaqueros más exitosa del momento corría un chiste de que cada vez que los Cartwright se enamoraban de una mujer o la mataban o la metían en una diligencia rumbo a San Francisco. ES cierto que desde el ’65 existía “Valle de Pasiones” con dos protagonistas femeninas, Bárbara Stanwyck, y Linda Evans.
Victoria y Audra Barkley

Sin menospreciar una de mis series favoritas, pero Victoria Barkley era una matriarca, y estaba interpretada por una leyenda de Hollywood, Barbra Stanwyck. Linda Evans, como su hija Audra, estaba ahí para modelar jeans entallados y, seamos francas, las que seguíamos la serie era porque babeábamos por alguno de los Barkley (mis babas eran para Peter Breck). En cambio, yo siempre seguí “High Chaparral” por el personaje de Victoria, tan diferente a otros que veía en los westerns televisivos.
Heath, Nick y Audra Barkley

La trama gira en torno a los dueños del rancho “Gran Chaparral” situado en Arizona cerca de la frontera mexicana. Poco después de la Guerra de Secesión, John Cannon (Leif Ericsson), su hermano Buck (Cameron Mitchell), su esposa Analee (Joan Caulfield) y su hijo adolescente Blue (Mark Slade) llegan a su recién adquirido rancho desde Missouri. Ni alcanzan a desempacar cuando son atacados por los apaches que matan a Analee.

El viudo John descubre que tiene otro peligro del cual debe defenderse. Don Sebastián Montoya (Frank Silvera) es un hacendado millonario cuyas tierras colindan con el Alto Chaparral. Es un viejo muy macuco. Su sueño es poseer el rancho más extenso del Oeste (“desde Tucson hasta Sonorita”) y para eso quiere las tierras de Cannon. 

Cuando Cannon visita a Don Sebastián este lo enreda, prometiendo ayudarlo en su guerra contra los indios, pero, pero… la promesa es la dote de su hija Victoria (Cristal).  De ese modo, Montoya mete un pie en el rancho Cannon. Más encima, le encaja a su hijo Manolito (interpretado por el boricua Henry Darrow), un vivaracho Don Juan que solo causa molestias en las tierras de su padre.

John está furioso. No desea volver a casarse, menos con una mujer mas joven y de costumbres diferentes a las suyas, pero debe aceptar. La pobre Victoria, refinada y poco acostumbrada a los rigores de la vida del Oeste, tendrá que enfrentar condiciones primitivas, unos peones que no la ven como patrona y un hijastro que le deja bien claro que nunca la verá como madre.

Aunque Victoria representa una imagen cliché de dama mexicana, católica, devota de la Virgen de Guadalupe, de mantilla, con antiguas joyas heredadas de la madre, aparentemente sumisa y que acepta que le escojan el marido, pronto demuestra ser otra cosa. Don Sebastián dirá que es tozuda como caballo salvaje y que ha rechazado a tantos pretendientes que a sus 24 años ya es considerada una solterona. Lo cierto es que Victoria siempre ha buscado un hombre que sea como su padre o aún más que él. Ese hombre es John Cannon.
Los Cannon de vacaciones en San Francisco

El problema es que John, como su hijo, no ha olvidado a Analee, y está esperando a poder salirse del arreglo. Incluso se refiere a Victoria como “Señora Cannon” y espera que ella lo llame también por el apellido. Cuando su hermano le dice que mejor se vayan: “No ves que no te quieren”.  Victoria le jura a Manolito (su confidente) que algún día John Cannon la amará.
Los Hermanos Montoya

En Chile, millas lejos de USA, yo, gracias a Victoria, conocí por primera vez la dinámica que gobernaba entonces las relaciones entre anglos y latinos. Por un lado, en el Lejano Oeste, había desprecio por lo que no era Anglo. Por otro era innegable que mexicanos y californios representaban culturas antiguas, más refinadas, que llevaban siglos en la región.

Victoria ejerce como una fuerza civilizadora. Insiste en que su marido se lave y mude de ropa antes de sentarse a la mesa. Le presta libros de poesía a Blue, y no hay mejor ejemplo de su superioridad de clase que cuando un exnovio (Don Gallioway) viene a buscarla para llevársela. Resulta que Anthony es en realidad Lord Ashbury, a quien Victoria conociera en Londres. Mi Ma y yo nos hacíamos la misma pregunta. ¿Qué hace que esta dama tan viajada y educada, que tiene nobles a sus pies, permita que la ningunee un gringo zaparrastroso?

Pero Victoria tiene el don de conquistarlos a todos En el tercer episodio después que el Gran Chaparral nuevamente es asediado por apaches, Don Sebastián se aparece dispuesto a llevarse a su hija de una zona peligrosa.  Pero John que ha visto a Victoria en manos de los indios y luego casi morir abrasada, le pide que se quede.

Así comienza un romance. El matrimonio Cannon era bastante moderno para los estándares del Siglo XIX, en el sentido que peleaban a menudo, que Victoria imponía su voluntad, incluso en la segunda temporada abandonaba a John para regresar a casa de su padre.


Una razón para ser querida, aparte de su belleza y trato fino, era la incapacidad de Victoria de sentir prejuicios. inmediatamente se muestra dispuesta a dialogar con los apaches, los invita a su cena de Thanksgiving, y cuida de unos huerfanitos en el episodio “10 indiecitos”. En la enfermería que improvisa en el racho un apache le pregunta si ella es uno “de los ángeles de los que hablan los padrecitos”.

 Muestra esa misma tolerancia, contraria al comportamiento de sus vecinos, con unos soldados negros que llegan a la región. Su presencia no solo ejemplariza para un público anglo, la benevolencia de los latinos, pero también sirve para que en la televisión blanca de entonces entren más personajes hispanoparlantes. A la historia oficial, obsesionada con la batalla por los derechos civiles se le olvida que en Los 60 también fue el despertar de La Raza. El tener un personaje mexicano (e interpretado por una latina) en un rol protagónico era un gran logro.

Tampoco es que Victoria fuese siempre civilizada y la gran dama. En cuatro temporadas, fungió como cocinera, maestra, enfermera y en una ocasión en que la secuestraron unos forajidos debió trabajar como cantinera (y fingir ser la esposa de su cuñado). También las constantes batidas de los apaches, incursiones de bandoleros, gente del pasado de los Cannon en busca de venganza, y renegados del conflicto entre Juárez y Maximiliano que asolaba al México de entonces, tenían a Victoria en perpetuo peligro, obligándola a empuñar un arma para defenderse ella, a su familia y a su rancho.

Tan fantástico personaje le ameritó a Linda, en las cuatro temporadas que estuvo al aire, dos nominaciones al Emmy y un Globo de Oro como Mejor Actriz de Drama. Como “El Gran Chaparral” fue un fenómeno en la televisión occidental, Linda también recibió un Bambi, premio que por entonces se entregaba en Alemania a series de alto calibre.

Aprovechando su fama, Linda y su novio de entonces, Adam Wesr mejor conocido como “Batman” bajaron a Buenos Aires en 1968. Era la primera ocasión en que la rosarina pisaba suelo argentino desde su infancia. La pareja, reconocidísima por sus roles televisivos, se presentó en el programa “Sábados Circulares” del Canal 13.

Con Adam West en Punta del Este

En 1971, y a pesar de su alta sintonía, “El Gran Chaparral” fue cancelada imprevistamente, y sin siquiera un episodio de despedida tras cuatro temporadas al aire. Linda volvía a quedar desempleada. Aunque no tenía apremios económicos, le gustaba actuar y siguió haciendo apariciones especiales en series del Oeste como “Bonanza” y el western moderno “Cade’s County”.

En 1974, Linda y su amigo Alejandro Rey se unieron al reparto de “Mr. Majestyk”: un filme de Charles Bronson. A pesar de que Bronson se las arregló para pelear con la producción y los actores, el filme fue un éxito debido a la condición de estrella del protagonista.  

Linda tenía estatus de coprotagonista gracias a su papel de Nancy, una trabajadora temporera en el melonar de Majestyc (Bronson) que se convierte en la portavoz de sus compañeros, amante del patrón y su ayudante en la lucha de éste en contra del crimen organizado. Este fue el último filme importante que Linda haría en Hollywood. Su próximo proyecto la regresaría a México.

Aunque México había dejado de ser la meca del cine en español, se había convertido en el centro generador de otro producto de entretenimiento de masas; la telenovela. En 1974, Alejandro Rey fue contratado por Televisa para una novela y Linda decidió probar suerte en ese género. Ese mismo año era contratada como protagonista de “El Chofer”.

“El Chofer” fue escrita por Mimi Bechelani, autora de historias transgresoras como “Teresa” y Él Honorable Señor Valdés”. En ella, Linda interpretaba a Julia, la amante de un gánster (Milton Rodríguez) Harta del maltrato de Luigi, Linda huía al campo y encontraba refugio en la finca de José (Jorge Rivero). Se enamoraban, pero ella no se atrevía a confiarle su pasado. Menos aun que tenía un hijo pequeño que estaba con el padre.

Pasaba el tiempo, Julia no soportaba la ausencia de su hijo y regresaba con Luigi sin darle explicaciones a José. Eventualmente él emigraba la ciudad y se convertía en chofer de taxi, así hacía amistad con Luigi y se reencontraba con Julia.

En un tiempo en que no existían las redes sociales ni revistas dedicadas a las telenovelas, y menos índices de rating que fueran accesibles al público, solo se que la vi (y eso que fue larga) y me gustó muchísimo. Hace poco vi un articulo que hablaba de los fracasos telenoveleros de Televisa y la nombraban.  Como la nota era tendenciosa, y en muchos casos falsa, puedo no creerle, pero también está el hecho de que Linda no volvería a trabajar en Televisa.

Es imposible que la telenovela fuese un fracaso siendo el debut en el genero del sex symbol del cine mexicano Jorge Rivero, quien sí siguió haciendo telenovelas para la firma. Lo que puede haber ocurrido es que Linda se sintiera opacada por actrices más jóvenes y con roles mas contundentes como los interpretados por Susana Dosamantes y la bomba sexy del momento, la violinista Olga Breeskin.

Linda volvió a los Estados Unidos donde se abocó al trabajo televisivo. En 1976 hizo un filme para Tv “Dead Don’t Die” sobre zombis, con George Hamilton. En 1980 interpretó a Carlotta, la esposa italiana de un millonario que vive en” Condominio” un lujoso edificio en una playa de Florida expuesto a los embates de un huracán.

Aunque en 1981, Linda hizo apariciones especiales en “La Isla de la Fantasía” y “El crucero del amor” era obvio que se estaba alejando de las cámaras. Fue una sorpresa cuando en 1985 apareció en una nueva telenovela esta vez en su tierra natal y con el galán de moda en las teleseries argentinas, Gustavo Bermúdez. El otro galán de “Rosse” era interpretado por Daniel Guerrero y él es quien se queda al final con la protagonista.

La historia gira en torno a Victoria Wilson, alias Rosse, viuda, poderosa, madre de un hijo ciego que retorna a la Argentina a vengar el asesinato de su madre prostituta. Hecho que ocurrió en su infancia. Su intención es acabar con el asesino y su familia. Como se trata de gente importante contrata a un detective (Bermúdez), pero no cuenta con que su hijo se enamore de la hija del asesino.

Se trata de una telenovela del 85, y aun así no hay datos sobre su éxito, sus ratings, etc. Ni siquiera tiene entrada en la Wikipedia, pero eso es aplicable a casi toda la producción telenovelera de los 80. Se que tuvo un tema musical de King Clave, que la pasó el Canal 11 y que la daban en horario de sobremesa entre “María de Nadie” y una repetición de “Los ricos también lloran”. Eso es todo lo que encontré.

El hecho es que, de acuerdo a todas las fichas biográficas de la actriz, ese fue su último trabajo actoral. Nuevamente, encuentro la pobreza de información del Internet, porque yo sé (y aquí tenemos una portada de revista que lo atestigua) que Linda Cristal aún tenía otro campo que explorar. A fines de 1989, estuvo un tiempo dentro de otro tipo de telenovela, una soap-opera, y la más taquillera del momento.

A fines de los 80,” General Hospital” había alcanzado tal fama y niveles de rating que se había desligado de la soap opera común, un tipo de telenovela longeva que suele ocupar las sobremesas de los canales comerciales. El que “General Hospital” sirviese como plataforma a nuevos talentos como Demi Moore, o de escaparate para que luminarias como Dame Liz Taylor hiciese apariciones especiales, le granjeaba respetabilidad. A Linda le pareció interesante integrarse al reparto.
En General Hospital


A fines de 1988 apareció como Dimitria Antonelli, la amante del patriarca mafioso Victor Jerome y madre de su hijo Dino. Antes de ingresar al elenco, en una entrevista, Linda mencionó que ya se había retirado tres veces. La cuarta sería la vencida. Desde entonces no ha vuelto a actuar.

Además de hermosa, Linda Cristal salió buena para los negocios, invirtió en propiedades y abrió su propia empresa e importación y exportación. Con lo ganado se ha comprado casas en California y tiene un departamento en Buenos Aires donde pasa la mayor parte de su tiempo. Sus fans no la olvidan y en el 2015 le celebraron por Facebook sus 80 años.  Hoy a los 84 años sigue siendo recordada, es que Linda Cristal no es fácil de olvidar.