Nacida en la Argentina,
hija de padres europeos, la política hizo inmigrar a su familia al Uruguay;
recién casada probó suerte en el cine mexicano; se convirtió en una bomba sexy
del Hollywood de los 50 y revolucionó el rol de la mujer de la televisión
sesentera dentro de un género totalmente masculino, el western. Esta es Linda
Cristal.
Marta Victoria
Moya Peggo Bourges nació un 24 de febrero de 1934, en Rosario Argentina (hay
otras fuentes que dicen que es del 35, incluso del 36, como se dice, la mujer
guapa no tiene edad). Era hija de un inmigrante italiano y de una francesa. Su
padre, Antonio Moya, editaba una revista. En los 40, Moya se metió en problemas
políticos y hubo de huir con su familia a Montevideo, después que recibiera amenazas
de que iban a secuestrar a Martita de solo seis años.
Cuando Marta tenía
13 años sus padres murieron en un accidente automovilístico, dejándola en manos
de su hermano mayor. Marta había tomado cursos de piano y baile en el Conservatorio Franklin de Montevideo, y quería ser
actriz. A los 18 años, su hermano decidió darle en el gusto pagándole un viaje
a México que entonces era la Meca del cine en español.
Aquí hay una
pequeña confusión. Se sabe que la adolescente viajó “casada” con Tito Gómez que
también buscaba fortuna en el cine mexicano. En un sitio leí que Tito era amigo
de Marta y que, al ser ella menor de edad, habían llegado a un matrimonio
arreglado que les permitía a ambos viajar, ella sin chaperón, él con pasaje
pagado. Sin embargo, descubrí que Tito Gómez ya había filmado un par de cintas,
una de ellas en Chile con Lucho Córdova y José Bohr. Lo importante, es que dos
semanas después de su llegada a México, La Pequeña Señora de Gómez pedía el
divorcio.
Ya mujer libre,
Marta cayó parada puesto que atrajo la atención de Miguelito Alemán, hijo del expresidente
mexicano del mismo nombre. Fue Miguelito quien la presentó con Raúl de Anda, el
director de cine quien la rebautizó, “Linda “por razones obvias y “cristal”
porque la piel de la rosarina era “traslucida como un cristal”.
La nueva Linda
estuvo dos años en México y filmó como ocho cintas: comedias, de lucha libre, etc. Solo obtuvo un
rol protagónico, en “Con el diablo en el cuerpo” junto a Antonio Aguilar. Después
de cuatro años de roles secundarios, la argentina vio con alivio la oportunidad
de trabajar en una película estadounidense.
En 1956,
Hollywood descendió sobre Durango para la filmación de “Comanche”. Aunque el
filme giraba en torno a los esfuerzos de un oficial de la caballería (Dana Andrews)
por firmar la paz con el legendario jefe comanche Qanah Parker, también se
necesitaba un poco de romance. Linda dio vida a Margarita, hija de un rico
hacendado que era secuestrada por los indios. Aunque pequeño, era el único rol
femenino, la que se besaba con el héroe, … En suma, un protagónico.
En México
comenzaron a cotizarla y le dieron el estelar en dos películas rancheras, el
equivalente al western mexicano, pero ya Linda había probado Hollywood. Si iba a
interpretar heroínas vaqueras mejor hacerlo en el Far West anglo. Con solo 23
años y sin hablar una palabra de inglés, Linda Cristal llegó a Hollywood en 1957.
Su belleza y simpatía le abrieron las puertas de los westerns que por ese
entonces era todo a lo que podía aspirar una latina.
Lo bueno es que
ahora si podía esperar roles protagónicos como en la fusión horror-Noir-western
“The Fiend that Walked the West” donde interpretaba a la mujer de un ranchero
que era acosado por un psicópata que fue su compañero de celda. Pero Linda
pronto superó su etapa de cowboys. En 1958 encarnó a Sandra Roca, “la bomba argentina”,
una vampiresa que intentaba separar a Tony Curtis de Janet Leigh en “The
Perfect Furlough”. Este rol le ameritó un Globo de Oro como Mejor Nueva Actriz.
Con Tony Curtis y Janet Leigh |
Tras un año en
Hollywood, Linda era un rostro conocido, había aprendido inglés y hecho buenas
amistades. En marzo de 1958, Conrad Hilton la invito a la inauguración de su
nuevo hotel en La Habana. En el avión, Linda conoció al petrolero Robert
Champion. El romance acabó ante el altar, pero Champion tenía sus negocios en
Venezuela. Eran los días previos al derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jiménez.
Linda no quería ir a un país de política tan inestable y eso implicó largas separaciones
de su marido. No alcanzaron a cumplir el año de casados y ya se divorciaron.
Aprovechando que
hablaba perfectamente italiano y francés, la bella argentina decidió probar su
suerte en Europa, en el género conocido como “peplo”. Así interpretó a
Cleopatra en “Las legiones del Nilo” y a otra reina egipcia en “La mujer del Faraón”.
Linda alternaba
su trabajo en Europa con Hollywood. En 1959 estelarizó junto a John Saxon “Cry Tough”
una historia de pandillas portorriqueñas en Harlem. También probó suerte en el
novel medio de la televisión, interpretando a una condesa española en “Rawhide”,
la serie protagonizada por, el todavía desconocido, Clint Eastwood.
Besandose con Clint Eastwood ¡Suettuda! |
En 1960, John
Wayne la llamó para unirse al ensemble de
actores (donde ella sería el único rostro femenino) que el Duke había
contratado para su épica “El Álamo” Este es probablemente el trabajo más
recordado de la rosarina en Hollywood, como La Flaca (personaje inventado) que
casi convence a Davy Crockett de no pelear en la famosa batalla.
Curiosamente no
se vinculó sentimentalmente el nombre de Linda Cristal con el de John Wayne, porque
en esos días del post-divorcio, las revistas de cine y del corazón, la tenían
siempre muy bien acompañada. Se habló de un romance con John Saxon, pero fue un
truco publicitario. Se la vio en sitios públicos con su compatriota, el
director Hugo Fregonese (voy a tener que hablar también de los directores
latinos en Hollywood) y con Bobby Darin que recién se había divorciado de
Sandra Dee.
Acompañó a Cary
Grant a media docena de partidos de beisbol; fue tapadera de Rock Hudson al que
siempre la unió una entrañable amistad, pero en 1960, Linda Cristal conoció al
que puede haber sido el amor de su vida, Yael Wexler. En IBDM se dice que era
un actor y se da una lista de sus roles (todos menores) en el cine, pero lo
importante de Wexler eran sus negocios que incluían hoteles, y que era
millonario. Tan millonario que, tras su matrimonio, Linda no tuvo que trabajar.
Su último trabajo
importante en Hollywood fue el que pudo haber sido el mejor. A pesar de que
hasta su director John Ford la ha repudiado, la cinta “Two Rode Together” sigue
siendo un western digno de admirar y Linda hizo un papel conmovedor y
memorable. A primera vista el rol de
Elena Madariaga parece ser una fusión de su Margarita de “Comanche” y de Stand
with a Fist de “Baila con Lobos” con toques del rol icónico de Natalie Wood en
“The Searchers”, también de John Ford.
Como en “The Searchers”,
Ford nuevamente formula la pregunta: “¿puede un ser civilizado, tras una larga
estadía entrelos indios, regresar a su antiguo mundo?” A los diecisiete años,
Elena, hija de un general veracruzano, es secuestrada por comanches. Cinco años
más tarde, como parte de un plan de paz entre Qanah Parker y el gobierno
estadounidense, es “rescatada” por un destacamento militar liderado por el teniente
Jim Gary (Richard Widmark) y Guthrie McCabe (James Stewart,) este último un cínico
ex pistolero metido a sheriff.
A pesar de que sigue siendo católica y
recuerda con nostalgia su primer baile y su primer novio, Elena es ahora la
mujer de un bravo, alguien aclimatado a la vida comanche. De hecho, su marido
intenta rescatarla y McCabe lo mata. Elena no tiene donde volver, no sabe como
vivir entre blancos, ni siquiera sabe peinarse. La escena en la que McCabe
intenta ayudarla con su peinado es muy emotiva.
Pero la prueba de
fuego no está en Elena sino en la gente civilizada que la desprecia por haber
sido mujer de un salvaje. Comienzan con los oficiales que se niegan a bailar
con ella, hasta Belle (Anelle Hayes), la dueña de un lupanar, socia y amante de
McCabe. Celosa al saber que el sheriff planea irse con Elena, la humilla
públicamente y le ofrece un empleo en su burdel. Aun así, McCabe repudia a
Belle y el pasado de ambos, y parte junto a Elena a buscar una vida mejor en
California.
Tras este filme,
Linda Cristal se retiró de la actuación por casi cinco años. Aparte de un par
de apariciones en series de televisión, la rosarina se quedó en casa formando
una familia. En 1962 nació su hijo Jordan, un año más tarde lo siguió su
hermano Gregory. Pero ni lo hijos pudieron impedir que el matrimonio se
disolviera en 1966. Aun así, Linda y Wexler conservaron una fuerte amistad. La
actriz ha dicho que en su vida ha tenido dos grandes amigos. Uno, fue el padre
de sus hijos.
El otro gran
amigo de Linda Cristal fue su compatriota, Alejandro Rey. Al divorciarse, Linda
obtuvo la custodia de sus hijos, y aunque nos imaginamos que Wexler le otorgó
una buena pensión, ella quería volver a trabajar. Hollywood no parecía esperar
su regreso. Linda tenía ya más de treinta años, y aunque bella, no era tan
cotizada como rostros más jóvenes. Alejandro estaba en grabaciones de “La
Novicia Voladora” que iba a salir al aire en el otoño del ’67. Tal vez eso animó
a Linda a dejar de ser una artista invitada y trabajar en su propio show.
Fue una opción
arriesgada. “El Gran Chaparral” era un western, un género en donde las mujeres
o no se veían o eran personajes subordinados. En “Bonanza”, la serie de
vaqueros más exitosa del momento corría un chiste de que cada vez que los Cartwright
se enamoraban de una mujer o la mataban o la metían en una diligencia rumbo a San
Francisco. ES cierto que desde el ’65 existía “Valle de Pasiones” con dos
protagonistas femeninas, Bárbara Stanwyck, y Linda Evans.
Victoria y Audra Barkley |
Sin menospreciar
una de mis series favoritas, pero Victoria Barkley era una matriarca, y estaba
interpretada por una leyenda de Hollywood, Barbra Stanwyck. Linda Evans, como
su hija Audra, estaba ahí para modelar jeans entallados y, seamos francas, las
que seguíamos la serie era porque babeábamos por alguno de los Barkley (mis
babas eran para Peter Breck). En cambio, yo siempre seguí “High Chaparral” por
el personaje de Victoria, tan diferente a otros que veía en los westerns
televisivos.
Heath, Nick y Audra Barkley |
La trama gira en
torno a los dueños del rancho “Gran Chaparral” situado en Arizona cerca de la
frontera mexicana. Poco después de la Guerra de Secesión, John Cannon (Leif Ericsson),
su hermano Buck (Cameron Mitchell), su esposa Analee (Joan Caulfield) y su hijo
adolescente Blue (Mark Slade) llegan a su recién adquirido rancho desde
Missouri. Ni alcanzan a desempacar cuando son atacados por los apaches que
matan a Analee.
El viudo John
descubre que tiene otro peligro del cual debe defenderse. Don Sebastián Montoya
(Frank Silvera) es un hacendado millonario cuyas tierras colindan con el Alto
Chaparral. Es un viejo muy macuco. Su sueño es poseer el rancho más extenso del
Oeste (“desde Tucson hasta Sonorita”) y para eso quiere las tierras de Cannon.
Cuando Cannon
visita a Don Sebastián este lo enreda, prometiendo ayudarlo en su guerra contra
los indios, pero, pero… la promesa es la dote de su hija Victoria (Cristal). De ese modo, Montoya mete un pie en el rancho
Cannon. Más encima, le encaja a su hijo Manolito (interpretado por el boricua
Henry Darrow), un vivaracho Don Juan que solo causa molestias en las tierras de
su padre.
John está
furioso. No desea volver a casarse, menos con una mujer mas joven y de
costumbres diferentes a las suyas, pero debe aceptar. La pobre Victoria,
refinada y poco acostumbrada a los rigores de la vida del Oeste, tendrá que enfrentar
condiciones primitivas, unos peones que no la ven como patrona y un hijastro
que le deja bien claro que nunca la verá como madre.
Aunque Victoria
representa una imagen cliché de dama mexicana, católica, devota de la Virgen de
Guadalupe, de mantilla, con antiguas joyas heredadas de la madre, aparentemente
sumisa y que acepta que le escojan el marido, pronto demuestra ser otra cosa.
Don Sebastián dirá que es tozuda como caballo salvaje y que ha rechazado a
tantos pretendientes que a sus 24 años ya es considerada una solterona. Lo
cierto es que Victoria siempre ha buscado un hombre que sea como su padre o aún
más que él. Ese hombre es John Cannon.
Los Cannon de vacaciones en San Francisco |
El problema es
que John, como su hijo, no ha olvidado a Analee, y está esperando a poder salirse
del arreglo. Incluso se refiere a Victoria como “Señora Cannon” y espera que
ella lo llame también por el apellido. Cuando su hermano le dice que mejor se vayan:
“No ves que no te quieren”. Victoria le jura
a Manolito (su confidente) que algún día John Cannon la amará.
Los Hermanos Montoya |
En Chile, millas
lejos de USA, yo, gracias a Victoria, conocí por primera vez la dinámica que
gobernaba entonces las relaciones entre anglos y latinos. Por un lado, en el
Lejano Oeste, había desprecio por lo que no era Anglo. Por otro era innegable
que mexicanos y californios representaban culturas antiguas, más refinadas, que
llevaban siglos en la región.
Victoria ejerce
como una fuerza civilizadora. Insiste en que su marido se lave y mude de ropa
antes de sentarse a la mesa. Le presta libros de poesía a Blue, y no hay mejor
ejemplo de su superioridad de clase que cuando un exnovio (Don Gallioway) viene
a buscarla para llevársela. Resulta que Anthony es en realidad Lord Ashbury, a
quien Victoria conociera en Londres. Mi Ma y yo nos hacíamos la misma pregunta.
¿Qué hace que esta dama tan viajada y educada, que tiene nobles a sus pies,
permita que la ningunee un gringo zaparrastroso?
Pero Victoria
tiene el don de conquistarlos a todos En el tercer episodio después que el Gran
Chaparral nuevamente es asediado por apaches, Don Sebastián se aparece
dispuesto a llevarse a su hija de una zona peligrosa. Pero John que ha visto a Victoria en manos de
los indios y luego casi morir abrasada, le pide que se quede.
Así comienza un
romance. El matrimonio Cannon era bastante moderno para los estándares del
Siglo XIX, en el sentido que peleaban a menudo, que Victoria imponía su
voluntad, incluso en la segunda temporada abandonaba a John para regresar a
casa de su padre.
Una razón para
ser querida, aparte de su belleza y trato fino, era la incapacidad de Victoria
de sentir prejuicios. inmediatamente se muestra dispuesta a dialogar con los
apaches, los invita a su cena de Thanksgiving, y cuida de unos huerfanitos en
el episodio “10 indiecitos”. En la enfermería que improvisa en el racho un apache
le pregunta si ella es uno “de los ángeles de los que hablan los padrecitos”.
Muestra esa misma tolerancia, contraria al
comportamiento de sus vecinos, con unos soldados negros que llegan a la región.
Su presencia no solo ejemplariza para un público anglo, la benevolencia de los
latinos, pero también sirve para que en la televisión blanca de entonces entren
más personajes hispanoparlantes. A la historia oficial, obsesionada con la
batalla por los derechos civiles se le olvida que en Los 60 también fue el
despertar de La Raza. El tener un personaje mexicano (e interpretado por una latina)
en un rol protagónico era un gran logro.
Tampoco es que
Victoria fuese siempre civilizada y la gran dama. En cuatro temporadas, fungió
como cocinera, maestra, enfermera y en una ocasión en que la secuestraron unos
forajidos debió trabajar como cantinera (y fingir ser la esposa de su cuñado). También
las constantes batidas de los apaches, incursiones de bandoleros, gente del pasado
de los Cannon en busca de venganza, y renegados del conflicto entre Juárez y
Maximiliano que asolaba al México de entonces, tenían a Victoria en perpetuo
peligro, obligándola a empuñar un arma para defenderse ella, a su familia y a su
rancho.
Tan fantástico
personaje le ameritó a Linda, en las cuatro temporadas que estuvo al aire, dos
nominaciones al Emmy y un Globo de Oro como Mejor Actriz de Drama. Como “El
Gran Chaparral” fue un fenómeno en la televisión occidental, Linda también
recibió un Bambi, premio que por entonces se entregaba en Alemania a series de
alto calibre.
Aprovechando su
fama, Linda y su novio de entonces, Adam Wesr mejor conocido como “Batman”
bajaron a Buenos Aires en 1968. Era la primera ocasión en que la rosarina
pisaba suelo argentino desde su infancia. La pareja, reconocidísima por sus
roles televisivos, se presentó en el programa “Sábados Circulares” del Canal 13.
Con Adam West en Punta del Este |
En 1971, y a
pesar de su alta sintonía, “El Gran Chaparral” fue cancelada imprevistamente, y
sin siquiera un episodio de despedida tras cuatro temporadas al aire. Linda
volvía a quedar desempleada. Aunque no tenía apremios económicos, le gustaba
actuar y siguió haciendo apariciones especiales en series del Oeste como “Bonanza”
y el western moderno “Cade’s County”.
En 1974, Linda y
su amigo Alejandro Rey se unieron al reparto de “Mr. Majestyk”: un filme de
Charles Bronson. A pesar de que Bronson se las arregló para pelear con la
producción y los actores, el filme fue un éxito debido a la condición de
estrella del protagonista.
Linda tenía estatus
de coprotagonista gracias a su papel de Nancy, una trabajadora temporera en el
melonar de Majestyc (Bronson) que se convierte en la portavoz de sus
compañeros, amante del patrón y su ayudante en la lucha de éste en contra del
crimen organizado. Este fue el último filme importante que Linda haría en Hollywood.
Su próximo proyecto la regresaría a México.
Aunque México había
dejado de ser la meca del cine en español, se había convertido en el centro
generador de otro producto de entretenimiento de masas; la telenovela. En 1974,
Alejandro Rey fue contratado por Televisa para una novela y Linda decidió
probar suerte en ese género. Ese mismo año era contratada como protagonista de “El
Chofer”.
“El Chofer” fue
escrita por Mimi Bechelani, autora de historias transgresoras como “Teresa” y Él
Honorable Señor Valdés”. En ella, Linda interpretaba a Julia, la amante de un gánster
(Milton Rodríguez) Harta del maltrato de Luigi, Linda huía al campo y encontraba
refugio en la finca de José (Jorge Rivero). Se enamoraban, pero ella no se atrevía
a confiarle su pasado. Menos aun que tenía un hijo pequeño que estaba con el
padre.
Pasaba el tiempo,
Julia no soportaba la ausencia de su hijo y regresaba con Luigi sin darle explicaciones
a José. Eventualmente él emigraba la ciudad y se convertía en chofer de taxi,
así hacía amistad con Luigi y se reencontraba con Julia.
En un tiempo en
que no existían las redes sociales ni revistas dedicadas a las telenovelas, y
menos índices de rating que fueran accesibles al público, solo se que la vi (y
eso que fue larga) y me gustó muchísimo. Hace poco vi un articulo que hablaba
de los fracasos telenoveleros de Televisa y la nombraban. Como la nota era tendenciosa, y en muchos
casos falsa, puedo no creerle, pero también está el hecho de que Linda no
volvería a trabajar en Televisa.
Es imposible que
la telenovela fuese un fracaso siendo el debut en el genero del sex symbol del cine mexicano Jorge
Rivero, quien sí siguió haciendo telenovelas para la firma. Lo que puede haber
ocurrido es que Linda se sintiera opacada por actrices más jóvenes y con roles
mas contundentes como los interpretados por Susana Dosamantes y la bomba sexy
del momento, la violinista Olga Breeskin.
Linda volvió a
los Estados Unidos donde se abocó al trabajo televisivo. En 1976 hizo un filme
para Tv “Dead Don’t Die” sobre zombis, con George Hamilton. En 1980 interpretó
a Carlotta, la esposa italiana de un millonario que vive en” Condominio” un
lujoso edificio en una playa de Florida expuesto a los embates de un huracán.
Aunque en 1981,
Linda hizo apariciones especiales en “La Isla de la Fantasía” y “El crucero del
amor” era obvio que se estaba alejando de las cámaras. Fue una sorpresa cuando
en 1985 apareció en una nueva telenovela esta vez en su tierra natal y con el galán
de moda en las teleseries argentinas, Gustavo Bermúdez. El otro galán de “Rosse”
era interpretado por Daniel Guerrero y él es quien se queda al final con la
protagonista.
La historia gira
en torno a Victoria Wilson, alias Rosse, viuda, poderosa, madre de un hijo
ciego que retorna a la Argentina a vengar el asesinato de su madre prostituta.
Hecho que ocurrió en su infancia. Su intención es acabar con el asesino y su
familia. Como se trata de gente importante contrata a un detective (Bermúdez),
pero no cuenta con que su hijo se enamore de la hija del asesino.
Se trata de una
telenovela del 85, y aun así no hay datos sobre su éxito, sus ratings, etc. Ni
siquiera tiene entrada en la Wikipedia, pero eso es aplicable a casi toda la
producción telenovelera de los 80. Se que tuvo un tema musical de King Clave,
que la pasó el Canal 11 y que la daban en horario de sobremesa entre “María de
Nadie” y una repetición de “Los ricos también lloran”. Eso es todo lo que encontré.
El hecho es que,
de acuerdo a todas las fichas biográficas de la actriz, ese fue su último
trabajo actoral. Nuevamente, encuentro la pobreza de información del Internet,
porque yo sé (y aquí tenemos una portada de revista que lo atestigua) que Linda
Cristal aún tenía otro campo que explorar. A fines de 1989, estuvo un tiempo
dentro de otro tipo de telenovela, una soap-opera, y la más taquillera del
momento.
A fines de los
80,” General Hospital” había alcanzado tal fama y niveles de rating que se
había desligado de la soap opera común, un tipo de telenovela longeva que suele
ocupar las sobremesas de los canales comerciales. El que “General Hospital”
sirviese como plataforma a nuevos talentos como Demi Moore, o de escaparate
para que luminarias como Dame Liz Taylor hiciese apariciones especiales, le granjeaba
respetabilidad. A Linda le pareció interesante integrarse al reparto.
En General Hospital |
A fines de 1988 apareció
como Dimitria Antonelli, la amante del patriarca mafioso Victor Jerome y madre
de su hijo Dino. Antes de ingresar al elenco, en una entrevista, Linda mencionó
que ya se había retirado tres veces. La cuarta sería la vencida. Desde entonces
no ha vuelto a actuar.
Además de
hermosa, Linda Cristal salió buena para los negocios, invirtió en propiedades y
abrió su propia empresa e importación y exportación. Con lo ganado se ha
comprado casas en California y tiene un departamento en Buenos Aires donde pasa
la mayor parte de su tiempo. Sus fans no la olvidan y en el 2015 le celebraron
por Facebook sus 80 años. Hoy a los 84 años
sigue siendo recordada, es que Linda Cristal no es fácil de olvidar.