miércoles, 29 de mayo de 2019

¿Qué Leían las Niñas Latinas del Ayer? Las series de Marisol y Rocío Dúrcal



Hace un par de meses les conté de como el éxito de los filmes de Marisol y Rocío Dúrcal había llevado a convertir los libretos en novelas que se vendían en España y America Latina. Tan populares eran las chicas que el afán de lucro de quienes las manejaban llevó a crearles sus propias series literarias. Así tanto Marisol como Rocío, en una ristra de novelas, prestaron sus rostros para representar a la niña y a la jovencita de clase media acomodada de la España del tardofranquismo.

Ver ahora como Variety aprovechando la trend mitutera ha sacado al mercado nuevamente las fotos desnudas de Marisol (tomadas en 1979) me hace pensar que la pobre Pepa Flores fue abusada por sus padres, por los Goyanes, y ahora por medios que se aprovechan de su vida de ermitaña para seguir lucrando con fotos y revistas sobre las cuales ella nunca dio autorización para ser publicadas. Me pregunto si seguirá recibiendo dividendos por el cine que hizo de niña, y por todo el negociazo que se montó alrededor de su menuda figura. Eso abarcaría estas series literarias.

Yo conocí estas series tras recibir Las navidades de Marisol apropiadamente en una navidad, la de 1965. Me tuve que esperar un año antes que en el próximo diciembre me llegaran de manos del Viejo Pascuero otros libros de la serie amarrados con un listón verde bosque.

La serie era manufacturada por la Editorial Felicidad y se vendía como parte de la Franja Amarilla. Aun hoy pueden encontrarse en Mercado Libre, Todo Colección, incluso en Iberlibro. Consiste en 13 volúmenes que giran en torno a una niña prepuberal (como de once y doce años), huérfana de padres, que vive con un abuelo millonario y que asiste a una exclusiva escuela de monjas de Madrid.

A pesar de que cada volumen traía en portada una foto de Marisol adolescente, aparte del alcance de nombres, y que ambas eran rubias y españolas, Pepa Flores y su tocaya ficticia no tenían nada en común. Aunque el abuelo estaba un poco ausente, Marisol gozaba del cariño de los criados, la generosa cocinera Brígida y el mayordomo German que, aunque sordo, siempre se convertía en cómplice en las empresas de su señorita fuera para rescatar mascotas maltratadas (La pandilla de Marisol) hasta esconder en la cochera a una embarazada (Las navidades de Marisol)

Los libros publicados entre 1962 y 1964, eran de tapas duras, de menos de 150 paginas en las cuales se narraba alguna aventura de Marisol con sus amigas. El estilo era novedoso ya que imitaba un subgénero de novela infantil femenina muy en boga en Inglaterra en la primera mitad del Siglo 20. El modelo fue creado por autoras clásicas como Enid Blyton y Angela Brazil y describían los quehaceres de un grupo de colegialas en un internado, un tema tan común que decantó en la parodia de St. Trinians.
La Pandilla de Marisol
En su serie Marisol no está interna, pero se conserva la importancia de la camaradería y complicidad entre Marisol y su banda de amigas de la cual ella es líder, siendo sus atributos su sagacidad, su don de mando y su simpatía (lo que los españoles llamaban “salero”). Las historias son muy blancas y aunque las chicas se involucran en asuntos adultos, y a pesar de que las ilustraciones van evolucionando hasta dotar a Marisol de incipientes curvas, las chicas en este cuento están todavía en la etapa “odia-chicos” y el amor es visto un poco con desprecio.

Las compañeras de Marisol solo tienen en común la edad y el ser condiscípulas. Cada una representa un personaje tipo. Pepi es la intelectual, la científica la mejor alumna de la clase y la que usa lentes. Anabel es la gordita ingenua y siempre con hambre. Es simultáneamente gourmet y gourmand.  Victoria, aunque de la misma clase de Marisol, es más refinada, mundana y viajada. Es mitad inglesa. Marta y Maria son gemelas, totalmente opuestas. Marta es la poetisa, obsesionada con la lírica de Bécquer, soñadora y un poco remilgada. Su hermana es la tomboy, la que desprecia los melindres femeninos, si no está de uniforme, vive en vaqueros (blue jeans) y es loca por los filmes del Oeste.

El último miembro del grupo es Menchu, la estrella de la aguja, experta costurera, tejedora y bordadora. Menchu es la outsider del grupo, la niña pobre que está en esa escuela gracias a una beca. Aunque nadie hace distingos con ella, muchas veces Menchu no puede colaborar en los planes de sus amigas por carecer de los medios económicos necesarios. A mi me causaba molestia que nadie la ayudara, pero creo que la idea era que, para aceptarla, había que tratarla como una igual.

La serie se enfoca en el tipo de actividades comunes a niñas de esa época. Marisol participa en un grupo de niñas exploradoras, estudia inglés en Inglaterra, toma clases de ballet, pero los mayores lances son en el área de la investigación policial lo que la hermana a clásicos infantiles como Emilio y los Detectives de Erich Kastner. En España también escritoras icónicas, hoy desconocidas, habían tratado el tema en Maite Detective de Florencia de Arquer y Feíta de Ilse Gur.

En sus andanzas detectivescas, Marisol y su pandilla deben probar la inocencia de un chofer calumniado, detener una bomba en un avión en pleno vuelo; y enfrentarse hasta con un fantasma en un castillo inglés. Para lograr estas hazañas, tienen que desobedecer a sus mayores, saltarse las reglas de buena conducta, y convertirse en transgresoras. A pesar de que este tipo de conducta es habitual en el género detectivesco infantil, es interesante ver como lo trataban en esa sociedad franquista que exigía sumisión y obediencia de sus mujeres, de cualquier edad.

Niñas Transgresoras
El caso de Las Navidades de Marisol la convierte en una campeona de los verdaderos valores cristianos. Unos minutos antes de despedir a las alumnas que se marchan de vacaciones escolares, las monjas les recuerdan que Navidad no es solo fiesta y regalos “Navidad es caridad” les dicen. 

Camino a su casa, Marisol medita sobre estas palabras cuando de entre los arbustos, le cae su exchofer, Lorenzo, al que su abuelo despidiera por ladrón. Marisol, cuyo primer instinto es pedir auxilio, le da una oportunidad de explicarse. Lorenzo jura ser inocente. Ha vivido oculto en su pueblo, donde se ha casado, pero ahora él y Eulogia, que está embarazada, han regresado a Madrid donde no hay trabajo para quien no tenga referencias.

Marisol le cree y decide que esa es la manera en que El Cielo le facilita la oportunidad de ejercer su caridad. Oculta a la pareja en el garaje. Primero los auxilia con la ayuda de la pandilla, para luego, y aprovechando la ausencia del abuelo, reclutar los servicios de sus criados. Sin embargo, cuando el abuelo regresa, Lorenzo, su mujer y su hijo recién nacido deben buscar otro refugio. Marisol enfrenta la realidad. La única manera de reinstalar a Lorenzo en su antiguo empleo es probar su inocencia y eso solo se logra encontrando a los verdaderos culpables.

La pandilla encuentra y secuestra a los maleantes. Estos, aunque maniatados, se ríen de las niñas hasta que ven las agujas de tejer de Menchu calentadas al rojo vivo. Este es el momento mas chocante del libro. Solo Victoria y Marta (que está al borde del vomito) se excusan de participar, las otras colegialas están mas que dispuestas a torturar a los bandidos quienes se ven obligados a confesar su robo.

Esta escena es fascinante y repugnante a la vez. Que niñas que todavía crean que a los bebés los trae un ángel, se muestren más que contentas con la idea de usar el dolor físico para extraer la verdad de unos delincuentes solo tiene (en el libro) la excusa de que lo hacen en aras de la justicia y para salvar un inocente.

En Marisol Azafata ocurre algo parecido. Marisol y sus amigas deben disfrazarse de aeromozas para impedir que una bomba estalle en un avión. Nuevamente la idea de delinquir e impersonar a un adulto y usurpar identidades va subordinada a la importancia del bien común el cual está en manos infantiles.

Diferente es el caso de Marisol en la TV. De regreso de la escuela, la pandilla es atacada por un grupo de colegiales que pasan de palabras a una agresión física (uno le avienta una corcholata a la frente a Marisol). Humilladas, las niñas deben huir. Esa tarde viendo televisión, la pandilla se lleva la sorpresa de ver a sus atacantes compitiendo en un programa de concursos.

A Marisol se le ocurre que la mejor revancha es entrar al concurso y vencerlos.  Esto es algo que me encanta porque es una lección de empoderamiento para las niñas. El mensaje es que ellas valen tanto o más que los chicos y que para ganarles no se necesita de la fuerza bruta sino de la inteligencia.

Por supuesto que ni las monjas ni el abuelo de Marisol aprueban que las niñas sean espectáculo público, pero Marisol y su pandilla, siempre transgresoras, continúan a espaldas de sus mayores. Muy humorísticos son los esfuerzos de las niñas para prepararse para el concurso que van desde aprenderse de memoria el diccionario hasta (debido a que FlinFlan es el auspiciador del programa) recolectar como mil etiquetas de Flin Flan lo que las obliga a beberse refrescos en polvo, sopas, comer flanes y hasta mascar chicles de esa marca.

El punto máximo de transgresión llega cuando la hora del concurso choca con las clases. ¡Ahí se les ocurre una idea que hasta hoy amerita un “brilliant!”de Ron Weasley: adelantar todos los relojes de la escuela para apurar la hora de salida. Lo logran, se presentan en el programa y lo hacen tan bien que quedan de finalistas para competir con los chicos odiosos.

Aun así, son descubiertas, el escandalo es mayúsculo, hay todo tipo de amenazas de castigo, pero es ahí cuando el sentido práctico de las monjitas prevalece. El prestigio de la escuela está en juego. La pandilla debe presentarse a las finales y ganar. Marisol y sus amigas llegan al concurso acompañadas de una monjita, que como todas las religiosas en estas series es muy aguda y liberal.

Cuando las chicas ganan, ante la ira de sus rivales, el maestro que las acompaña intenta rebatir el dictamen de los jueces. Ahí se enfrenta con la monjita a la que le endilga un displicente discurso que suena a mansplaining: “Yo tengo la razón y usted tiene los hábitos, Madre” A lo que ella responde, ni corta ni perezosa “pues deme usted la razón y yo le proporcionaré los hábitos. Que ha de verse muy guapo con ellos”.

Este es un momento cargado del feminismo del bueno. Vemos un grupo de niñas, apoyadas por una figura de autoridad femenina, enfrentándose a un grupo de machos que se niega a aceptarlas como iguales. Incluso los chicos profieren amenazas violentas que Marisol responde serena y con entereza. Es un ejemplo de como la razón, la inteligencia y hasta el humor pueden hacer a la mujer superior. Aquí se destruye todo el mito de la mujer sumisa, sin voz ni ideas que ha impuesto el franquismo.

Rocío la de los Mil Empleos
Igual de transgresora, pero me temo menos profunda y benévola es la imagen que Rocío Dúrcal encarna en su serie de la Franja Esmeralda. Sin embargo, es igual de entretenida porque de nuevo muestra una mujer en un mundo que la limita, debiendo echar mano de su inteligencia para salirse con la suya.

Rocío es una chica madrileña de unos veinte años, hija única de una familia de clase media acomodada cuyo único interés en la vida es pasarlo bien. Esto desespera a su madre que no la ve colocada (léase buscando marido). Rocío se las arregla para calmarla tomando varias ocupaciones que revelan el tipo de empleo al que podía aspirar una “niña bien” sin estudios.

En el primero, y menos interesante volumen de la serie Rocío en primavera, ella, todavía adolescente, acaba de graduarse de un internado de monjas en Irlanda, donde al parecer solo ha aprendido idiomas. En los próximos volúmenes veremos a Rocío probar suerte sucesivamente como secretaria, locutora y enfermera. En uno de los mejores de la serie Rocío en la Torre de Babel, se va a Paris a servir de interprete en una conferencia de la ONU.

Con esta excepción, Rocío nunca se ve muy entusiasmada con sus empleos que son solo un vehículo para vivir experiencias interesantes. No hay ella ni un germen de mujer de carrera y muchas vece llega a esos puestos sin preparación profesional. En Rocío Locutora, consigue el puesto tras ganar un concurso para el que el único merito parece ser guapa. En Rocío secretaria, los padres se asombran de que vaya a ser secretaria de un tío si este ya tiene una muy profesional, y Rocío ni sabe escribir a máquina. Rocío los tranquiliza. La profesional (que es una señora madura) que escriba a máquina, ella está ahí para atraer clientes con su belleza y simpatía

Incluso en Rocío, enfermera diplomada, cuando toma cursos de enfermería no tiene muy claro su futuro. Le da nauseas el quirófano, la hartan los niños de un jardín infantil, está a punto de irse a trabajar a un laboratorio cuando encuentra un empleo en el periódico que acaba con ella en un caserón en la playa cuidando de una anciana condesa.

Como la serie de Marisol, las aventuras de Rocío la llevan a la investigación detectivesca. En sus labores de enfermera descubre que alguien esta envenenando a la Condesa Etelvina. En Rocío locutora sus esfuerzos van dirigidos a evitar que una disquera rival mate al cantante de moda; y en Rocío en la Torre de Babel, intenta detener el secuestro de un príncipe árabe.

Como Marisol, Rocío también tiene una pandilla de amigos, cada uno correspondiente a un estereotipo, Marta es la rubia despampanante, Amparito es la aspirante a actriz, Bea es la “salada” que de todo se ríe y Clara es “la patosa”, la despistada, la que siempre anda tropezándose y cayéndose. De los chicos no recuerdo a muchos con la excepción de Chucho, el tartamudo, y Jaime el fornido fisicoculturista.

En el amor como en la guerra…
Rocío es muy coqueta y tiene romances en cada libro, romances que acaban mal. En Rocío en primavera tiene algo con una especie de guardabosques que la rescata de un bosque en llamas. En Rocío secretaria, aparece Carlos, el formal estudiante de medicina. Aunque se siente atraído por Rocío, desprecia la vida frívola que llevan ella y sus amigos. La tozuda Rocío entonces acepta las atenciones de un cliente de su tío, pero éste solo la utiliza para poder robar la caja fuerte de la oficina.

En Rocío en la Torre de Babel, la heroína atrae el interés de dos colegas en la conferencia, el italiano Cavalcanti y el alemán Mueller, pero a ella le atrae el Príncipe Nuriddin hasta que al final del libro descubre que él ya tiene cuatro esposas. En Rocío locutora, aunque ella es pretendida por Roberto Lamadrid, su jefe y mentor, se enamora del cantante quien la traiciona yéndose con una americana millonaria.

A pesar de que a la enamoradiza Rocío siempre le va en feria en los romances, la serie ilustra un par de puntos que podríamos catalogar como subversivos. Rocío es una mujer emocionalmente independiente que prueba constantemente suerte en el amor y no se deja amilanar por malas experiencias. Además, es lo contrario de la imagen de la sumisa en la torre esperando que un hombre la escoja. Por el contrario, Rocío lucha con todas las armas que tiene y eso es más aparente en Rocío y los cadetes del mar.

Rocío y sus padres pasan el verano en el balneario de Villa del Mar. La pandilla también ha venido de vacaciones. Las chicas se alocan cuando se enteran de que ha recalado en el puerto un barco cargado de jóvenes y guapos guardiamarinas. Cuando uno de ellos, Santiago Imaz, rescata a Rocío que, nadando está a punto de ser arrollada por una lancha, ella se enamora locamente de él y poco le importa que Santiago ya esté comprometido con Matilde, alias “Chichi”.

Santiago le explica a Rocío que le han impuesto a Chichi como novia puesto que ella es hija del almirante. Rocío decide luchar con todas sus fuerzas para separar a Santiago de Chichi. Esto va desde pedirle joyas y vestidos a su madre, para lucir mas guapa que su rival hasta conseguir que sus amigos (con trampas) la elijan a ella reina de belleza de la villa, por supuesto venciendo a “salchichi” como la llama despectivamente.

Sin embargo, el gran clímax llega cuando Rocío, al borde de la desesperación, convence a Jaime, que ya le ha dicho que esta enamorado de ella, que seduzca a Chichi y así arruine su reputación. Yo estaba fascinada cuando leía este cuento porque por primera vez veía a una heroína portarse como una villana, pero me gustaba por lo de “en el amor como en la guerra, todo se vale”.

Santiago descubre a Chichi en una situación comprometedora y rompe con ella. Feliz, Rocío se prepara para vivir su sueño de amor, cuando justo al guardiamarina se le cae su cartera. ¡Rocío la recoge y ve que está llena de fotografías de las otras novias del cadete del mar!
Al final, los marinos se embarcan. Rocío va al muelle a despedirse agitando un pañuelo y se encuentra con Chichi. Ha vuelto con Santiago, van a casarse. “Lo siento por ti” dice Rocío y la abraza.
 A mediados de los 60, la popularidad de Rocío Dúrcal iba en auge, pero la serie se paralizó tras solo cinco libros. Hoy pueden comprarse por Internet, pero son estrictamente para fans de Rocío Dúrcal y Marisol, son un objeto de nostalgia. Para mí son un documento histórico del mundo femenino a nivel infantil y juvenil de la España sesentera. Obvio que se trata de una España apolítica, o al servicio del régimen, de clase acomodada, precisamente la que los historiadores no documentan, y por eso tiene mas valor.