Una de las
victimas sacrificadas al Covid el año pasado fue el famosísimo diseñador Kenzo
Takada. A sus casi 90 años sucumbió al virus dejando tras de sí una trayectoria
de modas y perfumería. No soy muy amiga de la perfumería de Kenzo, pero hago
una excepción con el sutil Flower del que hablaremos ahora y que cumple su
mayoría de edad este 2021..
Kenzo Takada nació
en Japón en 1939.Pasó su infancia en una casa de té en la prefectura de Himaji.
A fines de los 50 estudió en la Escuela Bunka
de Diseño de Tokio y en 1965 se trasladó a Paris a seguir los pasos de su ídolo
Yves St, Laurent. En 1970, abrió una
tienda llamada Jungle Jap en la Galería Vivienne. Como su nombre lo indica, los
diseños del japones eran una mezcla irreverente en la que Oriente y Occidente pretendían
encontrarse en un show multicolor.
Usando como
modelos turbantes, chaquetas Nehru y los kimonos de su Japón natal, Kenzo diseñaba
prendas en telas estampadas de colores vibrantes. En 1970, la revista Elle
le dedico una portada creando conciencia en el mundo de la moda de la
existencia del vanguardista diseñador.
En 1977, cruzó el
Atlántico y montó un espectacular show en la Studio 54, la icónica discoteca de
Manhattan. Por la pasarela desfilaron sus vestidos modelados por las después
famosas Jerry Hall y Grace Jones. Un año más tarde. Kenzo hacia caso a la
policía de la corrección política y cambiaba el nombre de su boutique por
simplemente “Kenzo”.
Hasta 1999, Kenzo
diseñó vestidos de todo tipo conformando un inmenso emporio. Bianca Jagger y
Catherine Deneuve se contaron entre sus clientas predilectas. Sus amistades más
cercanas incluían a Andy Warhol y a Dame Elizabeth Taylor.
Como todo en su
vida, Kenzo ingresó al negocio perfumero como quien emprende una aventura y no
totalmente en serio. Así en 1980, aparecía King Kong, su primer fragancia. Todavía
en el mercado, este perfume verde y cítrico fue uno más de los caprichos del
diseñador. Al comienzo, la perfumería era un juguete nuevo, solo un hobby para experimentar.
En esa onda nacerían Ca sent beau y Kenzo, en los 80.
Incluso se experimentó
en el nuevo rubro con algo que luego sería una característica de la perfumería
de Kenzo Takada, las botellas torcidas que aparecen por primera vez en el Kenzo
pour Homme en 1990. En Parfum d’ete, el frasco es en forma de hoja y en Kenzo Jungle
de 1996 un elefante dorado corona el envase.
Por ese entonces,
y gracias a comerciales, yo ya reconocía los nombres de los aromas, pero al
probarlos en las tiendas, seguían impresionándome más la belleza del envase que
por esas fragancias deliciosas, pero efímeras. Un problema de los perfumes de
Kenzo Takada es que por agradables que sean no duran mucho. Eso se aplica
incluso a mi favorito, el legendario Flower.
Conozco personas que,
sin ser clientes de determinadas fragancias, coleccionan esas botellas tan peculiares.
Como las de Kenzo Amour (2006) que viene en una ánfora purpura con un cuello alargado,
que recuerda a las esculturas de Brancusi. Es la imagen de esa pieza de arte la
que recordamos más que el contenido, una mezcla definitivamente japonesa donde
se privilegian los aromas de capullos de cerezo con el del arroz.
Otros frascos
dignos de mencionarse son Tokio del 2009 que nos presenta un botellón similar
al de Homme, negro e inclinado como una torre de Pisa, pero con un diseño que
parece una lluvia de meteoros. O los exóticos cuyos nombres incluyen horario de
citas “5:40 en Madagascar (2009), 11:00 en Sicilia (2011, etc. que vienen en
frascos oblongos como mini peseras con una tapa que ha sido colocada descuidadamente
en el borde como a punto de caer.
Aunque Kenzo
contrataba perfumistas de renombre, él era parte del juego a la hora de diseñar
el envase donde siempre privilegiaba lo más original. Eso es evidente en su
perfume más icónico. Flower nació con el siglo en una época en que su creador
se había retirado del negocio del diseño de moda.
Kenzo Takada dejó
el negocio de la alta costura en 1999. En 1993 había vendido su marca a Louis
Vuitton y ahora deseaba dedicarse al arte en su vejez. En el 2005, reapareció
con nuevo proyecto, decoración. Comenzó a diseñar desde floreros hasta sabanas
siempre mirando hacia el Oriente. En el 2019 volvió a la costura diseñando el vestuario
de la producción de Madame Butterfly de la Opera de Tokio, y a fines de ese año,
cuando ni sospechábamos que se venía un virus del cual el seria víctima, viajó
a Dubái a diseñar el árbol navideño del hotel Mandarin Oriental Jumeira.
Activo hasta el
final, Kenzo Takada estaba más que involucrado en la perfumería cuando solicitó
de Alberto Morillas un perfume que evocase una flor sin olor, la amapola. También
comisionó al artista Serge Mansau para que diseñase un frasco totalmente transparente,
levemente torcido y cuyo detalle máximo fuese una amapola cuyo tallo parece
flotar en la esencia y cuya flor se encierra en la tapa.
El cliente pasa más
tiempo admirando la botella que lo que dura el perfume en su piel. Es un perfume
muy simple en su combinación básica de rosa búlgara y violeta de Parma, con un
toque de vainilla. Lo que hace a Flower un aroma exquisito es la inclusión entre
sus ingredientes de esencia de flor de espino.
Nunca he olido
una flor de espino natural. Le tengo respeto a la planta que en el folclore
celta es propiedad de las hadas, por lo que me mantengo alejada, pero conozco sus
propiedades medicinales. De hecho, les escribo insomne a las 4 de madrugada y
acabo de tomar un Armonyl, un remedio de hierbas chileno cuyas propiedades recomiendo:
una combinación exacta de valeriana, pasionaria y la flor de espino que también
huelo en el mini frasquito de Flower.
¿Será por eso por lo que Flower tiene ese aroma
hipnótico que parece encarnar la serenidad que todos buscamos? Lamentablemente
este maravilloso perfume no tiene poder de duración. Hay que remojar ropa y piel en el para que al
menos por una hora sintamos la magia de Kenzo Takada cuyo espíritu durara más
que sus fragancias.
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