Me temo que a
juzgar por mi experiencia de las niñas chilenas de Los 60, la respuesta pesimista
seria “Nada’. Ni las latinas ni las que no lo son, leen mucho hoy ni ayer. Sin
embargo, creo que hay una escritora que todavía se lee bastante en la edad
escolar en America Latina. Y se leía mucho en mi infancia. Por eso estreno esta
nueva sección con una escritora tan universal como es Louisa May Alcott.
Hace tiempo que quería
escribir una semblanza de una de las escritoras que más influyó en la composición
de mi personalidad. Hay buenas biografías, lo que falta es un estudio de su
obra. Este blog no pretende serlo. Simplemente quiero revisar qué libros de
Alcott estaban al alcance de las niñas (y también comparar ediciones y
traducciones) en America Latina en Los 60, la época en que mis lecturas
formaron mi manera de pensar.
En los 60, los
libros se vendían en Chile como pan caliente, eran baratos, todo el adulto que sabía
leer, aun la gente de clase humilde se preciaba de ser lectora, aunque fuese de
revistas o periódicos muy populachentos como El Clarín. No parece que habláramos del mismo país, ¿verdad? Otra peculiaridad
era la cantidad de libros infantiles que se podían adquirir, lo que me hace
pensar que eran solicitados.
Digo “me hace pensar”
porque yo lectora, y de familia lectora, no vine a encontrar a nadie de mi edad
que compartiera mi hobby antes de llegar a USA en 1974. Como Lila Cerullo yo
aprendí a leer a los tres años y sin ayuda. Desde entonces, viví hambrienta de
lecturas. Si algo debo agradecerles a mis padres es que me proveyeran de libros
constantemente.
Mi entrada a la
escuela en 1966 fue un shock en muchos aspectos. El principal, el que de mi curso
(Primera Preparatoria) fuese yo la ‘única que sabía leer. Mientras mis
compañeros desgranaban minutos tratando de unir letras y sonidos en una clase
llamada “Silabario”, yo me entretenía con copias antiguas del Lector Chileno donde aprendí poemas de Rubén
Darío (Caupolicán) y descubrí como un tal Mowgli se defendía de los
Bandar-Logs.
Lo extraordinario
es que las maestras (hasta el séptimo grado todo el cuerpo docente era
femenino) no se admiraban ni ante mi sapiencia ni ante mi imaginación. Esta
Lila no conocería a la Maestra Oliviero sino hasta llegar a USA. Por el contrario,
las profesoras me veían como “rara” o “creída”. Así yo fui aprendiendo a no
serlo, a guardarme mis opiniones, a tratar de no sobresalir en clase, a ser
como todo el mundo.
En lo único que
no pude transar fue en la lectura y así recuerdo que en segundo grado las
maestras (en ese entonces nadie las llamaba “tías”) cuchicheaban y me señalaban
con el dedo “¡mírenla, leyendo Mujercitas
a los 7 años!” como si yo estuviera leyendo el Kama Sutra. Todavía no entiendo qué hay de malo en leer Mujercitas, aunque si concuerdo que
Alcott no debe leerse antes de esa edad, porque se comprende menos.
Colección Robin Hood |
Mi primer libro
de Louisa May fue Corazón de oro, uno
de los muchos títulos en castellano de An
Old Fashioned Girl. Lo recuerdo como parte de mi mínima colección en la
casona de Quilpué donde viví entre 1964 y 1965. A mi abuela que solía pasar los domingos con
nosotros, y ya mostraba señales de Alzheimer, le gustaba leerme capítulos de
ese libro.
Recuerdo que era un
libro muy delgado por lo que creo que debe haber sido una versión abreviada y
que tenia en la tapa dos niñas de grandes sombreros, uno rosado y otro celeste.
Eso es todo lo que recuerdo. Ese libro, junto con el resto de la biblioteca,
quedó sepultado bajo escombros después del terremoto del ’65.
No volví a saber
de Louisa May Alcott hasta mi séptimo cumpleaños. Fue una fiesta gigante, en la
que—según los adultos— para no avergonzar a nadie o hacer comparaciones
sobre sus regalos (la clase media chilena siempre ha sido la misma) se hacía
que los invitados dejarán sus paquetes sobre la cama del cuarto de huéspedes.
Al día siguiente, los abríamos, hacíamos un atado con las tarjetas y luego me
hacían llamar a cada uno para agradecer el regalo.
No recuerdo bien quien
me regaló tres libros de la Colección Gacela Blanca, una colección que mi madre
despreciaba por “baratieri” y porque consideraba que no traía la obra completa.
Uno de los libros se llamaba Una niña anticuada.
A pesar de los desprecios de mi madre, la leí y descubrí que era Corazón de oro. Me temo que la trama no
me interesó, y me pareció tonto que pusieran a Maud, un personaje terciario, en
la portada en vez de Polly o Fanny como en la edición de la que me leía mi
abuela.
Colección Gacela Blanca |
La variedad de
nombres provocaba confusión y parecía inexplicable. Según Wikipedia, la
traducción original fue en 1953, llevó el nombre de Corazón de oro, y fue parte de la Colección Cadete de la Editorial
Mateus. Este título continuaría en 1961 en la edición de Colección Amable de la
Editorial Vasco-americana. Y reaparece en 1966 en la Colección Franja Morada de
la Editorial Felicidad.
Sin embargo, en 1957,
y en la misma España, apareció una excelente edición (Editorial Molino)
titulada Una Chica a la Antigua, que
recibiría de regalo en mi decimo cumpleaños y que finalmente me haría caer en
cuenta de los muchos méritos de la obra. Al otro lado del charco, la editorial
argentina Atlántida hizo su propia traducción para la Biblioteca Billiken y usaron
este título. Han seguido en esa onda para la Nueva Biblioteca Billiken donde
incluso dividen el libro en dos, teniendo la segunda parte el título Una chica a la antigua se enamora.
Pero el enredo
del título continuaba. En 1962, la Editorial Bruguera sacaba una edición
titulada Una muchacha anticuada. Conservaron
el titulo para su redición de 1985. Para no quedarse atrás la magnífica
Colección Robin Hood sacó un volumen en la Argentina en 1964 bajo el título de Una niña anticuada. ¡De ahí se copió
Gacela Blanca, que para aumentar el enredo ya tenía una edición titulada Corazón de oro!
Gacela Blanca |
Es importante que
conozcan de la existencia de todos estos nombres si van a buscar una edición en
español. A propósito, el E-Book lo venden como Una niña anticuada.
Y llegamos a 1967, el año en que conocí
realmente a Louisa May. Fue un año lleno de sorpresas, no todas gratas. Más
impresionante que la meningitis que contraje a fines de octubre y que casi me
lleva al Patio de los Callados, hubo otro acontecimiento que sacudió los
fundamentos de mi familia. A mediados del otoño (fines de abril) mi madre se marchó
a Santiago a someterse a un largo y delicado tratamiento de la columna vertebral
y no regresó sino hasta octubre.
Lo prodigioso del
hecho es a) que mi padre, el hombre menos domestico de la tierra, se hizo cargo
de la casa y lo hizo muy bien b) que (y tengo buena memoria) no recuerdo que
nos hayamos despedido de mi madre y que cuando la fuimos a ver por única vez,
casi en agosto, noté que tenía un teléfono en su mesita de noche, Aun así no
recuerdo que nos haya llamado nunca y si lo hizo, nunca pidió comunicarse con nosotros y c) que
aunque éramos niños sensibles y cariñosos, nunca la extrañamos.
Un poco antes de
irse, mi mamá me llevó a Casa Lily, entonces la juguetería más grande de Viña
del Mar, y que también traía una librería infantil, y me compró Mujercitas, de la Biblioteca Billiken.
Era la versión original, en el sentido que acaba con el compromiso de Meg.
Recuerdo mi impresión ante un libro que parecía “de grandes” (léase de adultos).Si cuento esta anecdota, es porque creo que este libro fue el regalo de despedida de mi mam'a.
Me impresionó que
Meg recibiese tanta critica solo por ponerse guapa para una fiesta, que a Amy
la golpeara un maestro y que hiciera un testamento, y que Jo se atreviera a ir
a un baile con el vestido quemado. También me impresionaron su teatro y sus
experimentos culinarios cuando Marmee, harta de hijas tan fodongas, las abandona
a su suerte por un día. Pero mi March favorita era Beth.
Eve Plumb como Beth en la miniserie de 1978 |
Me gustaba que
fuera tan hacendosa, tan optimista. Por ella, decidí lavar y vestir mejor a mis
muñecas. Mis experimentos con la maquina de coser fueron tan desastrosos como
los de Jo con la cocina, pero al menos comencé a prestarle un poco de atención
al orden y limpieza, aunque fuera solo en el espacio donde estaban mis
juguetes.
En ese tiempo,
sin más vigilancia que las dos chicas de servicio que me dejaban bastante
libertad, asalté la vieja biblioteca de ediciones rusticas que se había apilado
en el garaje. Entre muchos libros—rotos, sin tapa o de condición tan humilde
que no merecían lucirse en la biblioteca principal— encontré copias de Jack y Jill y Ocho Primos. La primera, parte de la Colección Robin Hood, me
aburrió, pero la saga de los primos Campbell de la Colección Cordillera me
encantó.
1967 acabó
conmigo muy enferma, parte de mi enfermedad y convalecencia fue la prohibición
de leer. Ahora entendía a Mac de 8 Primos
cuando el sarampión puso en peligro su vista y estuvo obligado a estar en la
oscuridad con visera y sin libros. Beth nuevamente vino en mi ayuda. Su ejemplo
me ayudó a superar el tratamiento: unas inyecciones de antibióticos muy
dolorosas y aislamiento sin lectura ni visitas que me perturbaran (ósea sin
perro y sin mi hermano).
La compensación
llegó en diciembre, de parte de Santa Claus (si, en ese tiempo todavía
celebrábamos Navidad y todavía yo creía en El Viejo Pascuero). Entre los muchos
libros que recibí estaban dos de la Colección Robin Hood, Hombrecitos y Señoritas.
Una hojeada y me di cuenta de que eran la continuación de las aventuras de las Hermanas
March. Tuve para leer todo enero.
Hombrecitos me pareció muy simpática. Me entretuvieron las
aventuras de los chicos, pero el que no hubiese personajes femeninos (aparte de
Daisy y nunca soporté a Nan) con los que identificarme me frustró un poco. La Señora
Baher era un encanto, pero me costaba mucho recordar que era Jo March.
Señoritas fue más influyente en el desarrollo de mi
personalidad. La muerte de Beth me impactó más que el que Amy se casara con
Laurie (yo siempre quise que Laurie se casara con Beth). Además, que me encantó
Fritz Baher, y me dejó el gusto por los hombres mayores. Más importante aún,
volví a identificarme con Jo e hice una solemne promesa que cumplo hasta hoy:
dedicar mi vida a escribir.
Una palabra sobre
las hermosas ediciones. Robin Hood era una colección de lujo, con tapas duras
de color amarillo y estupendas ilustraciones de cubierta por Pablo Pereyra. Las
ilustraciones interiores—la mayoría creación de la rosarina Ely Cushie—también eran de gran calidad. No sé cuan caras sean hoy,
pero si es posible búsquenlas, son una belleza.
Un reproche que
se le hizo en su momento a esa colección fue que les cambiaba los nombres a los
clásicos. Tal vez para reafirmar que eran traducciones latinoamericanas y
desafiar así a la industria editorial española que parecía tener el monopolio
en lo que se refiere a traducciones de libros. El caso de Señoritas ejemplariza esta trend.
El titulo
original es Buenas Esposas (Good Wives),
y se ha rescatado para la edición digital. Mas el título de las primeras
ediciones españolas es Aquellas
Mujercitas y así aparece en Gacela Blanca (1959) Mateus (1960), en la de
Felicidad (Bilbao, 1962) y Bruguera (1964, 1983 y 1986), la Vasco americana (1975)
y Susaeta del 96.
(Libreria Mariano, 1986) |
Sin embargo, a
fin de siglo le inventaron un nuevo título. Las
mujercitas se casan (Atlántida, Biblioteca Billiken 1974 y 1996) e (Iridium,
Editorial Kapelluz, 1976) título del que se han apropiado varias ediciones de
E-Book.Este encuentro con los múltiples nombres volvería a presentárseme en el
1968.
Fue un año
difícil, y no solo por la sequia (los veranos sin agua, llenado las tinas para
poder tirar la cadena) que hasta nos privó de un árbol navideño. Entremedio,
llegué a la conclusión que, aunque amaba los estudios, detestaba la escuela y
que el bullying nunca acabaría.
Entonces tomé una
decisión y le pedí a mi madre que no me celebrará el cumpleaños. Era hipócrita
invitar gente a comer mi pastel si en la semana me llenaban de pullas o me
empujaban por las escaleras. Prefería celebrar mi cumpleaños con mi hermano en el
suyo, en noviembre. Así pude invitar solo a tres amigas “de verdad” (una de
ellas, una maestra inglesa que ese mismo día me llevó a conocer al Duque de Edimburgo,
pero ese es otro cuento).
Una de esas amigas
me regaló Bajo las lilas de la despreciada
Colección Gacela Blanca. Es un libro muy simpático, pero estrictamente para
chicos. Carece de las profundidades del otro libro que recibí ese día, obsequio
de mi querida Nana Malena. Era un libro cuadrado de tapa dura, laminado en
plástico perteneciente a la Colección Franja Morada de la Editorial Juventud.
Esta editorial española era ya conocida por sus versiones (muchas resumidas) de
clásicos infantiles y adultos. Su precio bajo la hacía idónea para que nuestras
nanas tuvieran una fuente de regalos para nuestras navidades y cumpleaños.
Como era tan económica
este tipo de edición, no ponían al autor en las tapas. Así que yo solo vi el
dibujo de una chica ensombrerada y el titulo Juventud. Fue cuando leí un poco de su interior cuando descubrí que
se trataba de la secuela de Ocho Primos.
Nuevamente tenemos esas discrepancias de títulos.
Louisa May Alcott
público su secuela bajó el titulo Rose in
Bloom (Rosa en flor), pero la traducción mas antigua al castellano
(Editorial Molino, Colección Jovencitas, Barcelona, 1944) nos la trae como La juventud de los 8 primos. Así
reaparece en la siguiente de Molino (Barcelona, 1958) e incluso la edición chilena
de Zigzag lleva ese largo nombre.
Colección Jovencitas, 1944 |
En cambio, la Colección
Cadete de Mateu del 59 ya abrevia el titulo a simplemente Juventud. Algo que haría Felicidad tanto para su edición del 59
como para la Franja Morada. Pero la Colección Robin Hood, contreras como
siempre, para su edición de 1962 traduce el titulo original de Rosa en flor. Sin embargo, quien le dio
ese título originalmente y en 1960 fue Bruguera. ¿Quién los entiende?
Colección Robin Hood, 1962 |
Para mi décimo cumpleaños,
en vez de fiesta se hizo un servicio de té al que invitaron solo a adultos. Era
como una reafirmación de la percepción que había en casa de que yo ya iba
camino a señorita (usaba training bra
y pantyhose) y por eso mi madre aviso a las visitas: “A la Nenita solo tráiganle
libros. Ya no está en edad de juguetes”.
Entre los libros (recuerdo que hice una
torrecita con ellos) estaba La Biblioteca
de Lulú (Editorial Molino) regalo de las Nanas Alejandra y Mónica, con la
excusa de ‘ya se ve que es pa’ cabros chicos, pero era el único de la Alcott
que no tienes”. Les estoy muy agradecida,
aunque estos relatos, que Louisa May escribió poco antes de morir para entretener
a Lulú su sobrina-hija adoptiva, son en su mayoría cuentos de hadas, pero entremedio
da un toque de realidad el excelente “El secreto de Sofia”.
Quien no fue tan prolija
como las nanas en revisar que ya había en mi biblioteca fue mi profesora de
ballet quien me trajo la edición de Molino de Una chica la antigua. No sé si seria la edición, las
ilustraciones, lo que me hizo releerlo y verlo con ojos más maduros y descubrir
que encierra otro texto feminista de LMA.
Yo creía acabada
mi exploración de la literatura infantil alcottiana, cuando en 1970, la Librería
Quillota de donde yo era parroquiana, sacó un nuevo libro con el titilante título
de Los muchachos de Jo. No se
necesitaba de más para saber que era secuela de Hombrecitos. Aunque yo, acercándome a los once años, ya leía libros
“de grandes”, no pude resistirme y lo compré con mi mesada. Tremenda
desilusión.
Colección Robin Hood |
Se lo presté a mi
mamá que anunció “parece que a la Alcott se le acabó la imaginación”. Es
cierto, es un texto que comienza prometedoramente para luego desparramarse y
culminar a la carrera. Solo hoy entiendo lo que ocurrió. La autocensura mató el
sello final de las aventuras de La Familia March.
Cercana a su
muerte, luchando con dolores, pesadillas y drogadicción, Louisa May se rebeló
contra las “paparruchas morales” que estaba obligada a escribir. Ella pudo
jugárselas con el texto y desplegar ahí su afición al melodramatismo gótico,
pero no se atrevió y prefirió darle un final abrupto y absurdo.
Con esa desilusión,
me fue fácil sentir que había madurado y dejado atrás mi etapa de lectora de
Louisa May Alcott. Mantuve esa idea las raras veces que recordaba su obra,
hasta 1978 cuando la BBC adaptó Little Women
y su secuela en un formato de miniseries. Curiosamente, esta fue la primera
adaptación fílmica que vi.
Mi hermana, tan devota de LMA como yo, me
regaló un tomo que contenía ambas Little
Women and Good Wives. Unas horas
antes de dejar Chile, en el 2016, lo metí en mi maleta, pero a última hora, lo retiré
para meter mi manual del I-Ching. Fue un intercambio de prioridades y me
pregunto si volveré a ver ese volumen. Entretanto mi hermano me regaló este.
En la última
década del siglo pasado, y tal como ocurrió con Margaret Mitchell, el mundo
académico estadounidense se interesó en Louisa May Alcott. Por suerte para
ella, sus credenciales y corrección política nunca han sido puestas en duda. eso
la ha mantenido vigente.
Este interés
académico llevó a una revelación y repaso de su “obra clandestina” la que
publicó bajo seudónimos. Estoy hablando de títulos como A Long Last Chase y Detras la
Máscara. Relatos góticos, romances de suspenso, thrillers sensacionalistas.
Precisamente lo que escribía Jo March y que Fritz Baher le reprochó como una
perdida de tiempo y talento.
Lamentablemente, debo ponerme del lado del
Profesor Baher. En comparación a la prosa fresca, dinámica y humorística de las
novelas juveniles, estos textos son pesados, lentos, llenos de lenguaje
engolado, personajes unidimensionales y situaciones exageradas.
Lo que los hace
interesantes es su “inmoralidad”, ósea su tremendo contraste con las novelas
juveniles. Las mujeres de estos cuentos no se sienten sujetas ni por religión
ni por el que dirán ni por las enseñanzas de Marmee. En estas historias vemos
sexo, drogadicción, asesinatos, adulterio y bigamia ser practicados sin ningún
reparo moralista. En Behind the Mask,
una especie de parodia de Jane Eyre, una fea y pobretona institutriz cumple con
sus ambiciones de atrapar un marido rico gracias a su duplicidad y falsa
apariencia virtuosa.
En A Long Fatal Chase, tenemos a Rosamond
tan aburrida que ofrece vender su alma al diablo antes que seguir viviendo con
su abuelo en una isla inglesa. Llega Philip Tempest, un Don Juan que la seduce,
se casa con ella y huyen juntos a Niza. Un año más tarde, Rosamond descubre que
su marido ya está casado, el resto de la novela la trae huyendo por Europa perseguida
por su amante. Entremedio, la pobre bígama se enamora de un curita… ¿muy
diferente a Mujercitas verdad?
Otra cosa que
descubrieron los académicos es que Louisa alternaba periodos de gran depresión
con otros de afiebrada actividad. Pero antes de colgarle el sambenito de
bipolar, los expertos encontraron un dato más espeluznante. La época más trabajólica
de Alcott, en la que escribió su mejor obra, fue una en la que ella ya estaba
desahuciada. Envenenada por mercurio, que se le administró para salvarla de la
tifoidea, Louisa vivió sus últimos veinte años en este mundo, presa de dolor,
de alucinaciones y de adicción al opio que usaba como calmante.
¿Como se
manifestaba este aspecto desconocido de su personalidad en su trabajo? Eso es
algo que me gustaría explorar en otro blog y también ver las ideas de Alcott,
sus contradicciones (porque como todo genio era contraria) y como se reflejan
en su obra.
¿Cuéntenme ahora cuál
es su novela favorita de Louisa May Alcott? ¿Fue la primera que leyeron? ¿Qué
edad tenían cuando la leyeron y como afectó sus maneras de pensar?
La primera novela de Alcott que intente leer en tercer grado fue Mujercitas (Coleccion Amable). La saque de la biblioteca de mi colegio porque mi profesora queria que leyeramos todos los dias e hicieramos un reading log. (Fracaso total! Es un tema espinoso que hasta involucra plagio de la firma de mi mama, ja ja) Digo que "intente" leerla porque a esa edad no tenia la suficiente concentracion ni interes para terminar esa novela, aunque si termine Heidi de la misma coleccion (tengo todas las portadas pero no se como ponerlas aqui! Tu sabes?) En quinto grado (creo) me compraron mi propia Mujercitas y Aquellas Mujercitas (Publicaciones Laida) libros que todavia tengo en Quito. Ahi si los termine y me gustaron muchisimo. Por segunda vez llore con un libro (mi primer llanto fue cuando a Heidi le tiraron a la basura los panes que guardaba para la abuelita de Pedro). Mi hermana favorita fue Jo y como sabes, quede insatisfecha con su final. Tambien me gusto Amy de niña pero no me gusto que se casara con Laurie. Aun a esa edad no me convencio su rapido enamoramiento cuando el amaba a Jo. Tanto asi que años despues, cuando lei Hombrecitos (de otra coleccion) todavia resentia a Laurie, Amy y la hija de ambos. A mi ese libro no me gusto para nada. Despues de esos dos libros encontre Corazon de Oro (Publicaciones Laida) y me gusto mucho. Admiro que a ti te influenciara Beth a ser mas limpia. Yo me acuerdo haber admirado las habilidades y experimentos artisticos de Amy (creo que en algun momento queda atrapado su pie cuando esta tratando de hacer un molde o algo asi?) A esa edad, me llamo mucho la atencion la relacion entre Laurie y Jo y yo contaba con que se iban a casar. Creo que por eso me choco tanto el vuelco que dio la novela despues de que ella lo rechaza.
ResponderEliminarAcabo de ver que la Coleccion Amable pertenece a la Editorial Vasco Americana.
ResponderEliminarMe acabo de acordar que mi mejor amiga y yo (en quinto y sexto grado mas o menos) ibamos a la biblioteca en el recreo (eramos las unicas) y nos leiamos una a la otra unos libros que se llamaban "Cuentos Escogidos". A mi amiga solo le gustaban las historias de accion, tipo El Corsario Negro, y yo queria que lea Mujercitas y GWTW pero ella NUNCA quiso. Lo chistoso es que una vez me dijo, "estoy leyendo un libro simpatico que me regalaron que se llama Little Women" y empezo a describirlo. Yo le dije: "Es Mujercitas!" Y cuando supo "la verdad" dejo de leerlo inmediatamente, ja ja ja.
ResponderEliminarEstoy impresionada. En Fb George y yo hemos comentado como en nuestras escuelas (caras y privadas) no se fomentaba el gusto por la lectura y a uds. Las hacían leer un libro al día... ¿Tú fuiste al colegio en Quito? ¿Qué tipo de escuela era?
EliminarNo, no se como insertar nada 9que se vea) en un comentario de Blogger, pero guárdalas porque D-s mediante, en marzo espero hablar de Spiry en ultimo caso las pones en Facebook. ¿Por qué no te gustó Hombrecitos? Espero esta semana hablar de Corazón de Oro.
por será que todos queríamos que Laurie y Jo se casaran? He leído artículos donde dicen que Laurie era como “la cuarta hermana de Jo” y otros que dicen que Jo/Louisa estaba enamorada (literalmente) e sus hermanas. ¿Entonces por qué no enamorarse de Laurie?
Sa imagen de amigas que se leen entre sí..Lila y Lenú. Yo y mi amiga Patty nos leíamos Peyton Place
Creo que no me explique bien. No teniamos que leer un libro diario, sino anotar cada dia cuanto tiempo leiamos y el numero de paginas. Como a mi en tercer grado todavia no me gustaba leer, plagie la firma de mi mami (pero me descubrieron la profe y mi mami! Doble verguenza!). Sabes que mi amiga, la de los libros de aventura, fue la que me inculco el amor por la lectura pero ella entro en quinto grado. Y si, fuimos al colegio en Quito, pero ese colegio se enfocaba mucho en las matematicas y el ingles. Tu amigo y tu tienen razon, al parecer no se inculcaba tanto el amor por lectura en Latinoamerica. (Por eso eramos las unicas que ibamos a la biblioteca en mi colegio!)
ResponderEliminarYa voy a poner las portadas en FB.
Si, porque uno al día…. Cuando yo era bibliotecaria me podía leer un libro al día, pero no estaba estudiando. Igual, se ve que fomentaban la lectura y tenían un approach de análisis en vez de memorizar. ¿No fue esa la escuela judía?
Eliminar¿Tú que tienes hijos adolescentes, dirías que las escuelas de USA (o de Nuevo México) promueven la lectura entre adolescentes? Natalie ha leído (por su cuenta) a Alcott?
¡Yo también plagie la firma de mi Ma, pero fue en séptimo y en una escuela nueva donde todavía no le conocían la firma! Después era imposible, tenia una firma muy rara.
"Hombrecitos" no me gusto por dos razones:
ResponderEliminar1. Todavia estaba molesta con el final de Mujercitas y no me resigne a como quedaron las parejas. Por otro lado, como que no reconoci a Jo. No me acuerdo los detalles, pero no se sentia el mismo personaje de los otros libros.
2. La verdad ya no me acuerdo mucho la trama, pero creo que se me hizo mas infantil que Mujercitas y en esa epoca no me interesaban mucho leer sobre varones sino las historias de mujeres.
Lo raro es que a mí me caían mejor los niños que las niñas. Supongo que porque mi hermano siempre me “prestó “a sus amigos.
EliminarNo, esa Señora Baher no tenía nada de Jo.
De FB
ResponderEliminarGuillermina Antonucci Creo que Bajo las Lilas fue la primera novela que leí... tendría unos siete años. La encontré en la biblioteca de mi abuela, por lo cual intuyo que fue de mi madre. Era la edición de Robin Hood. En casa hemos juntados los libros que tenía Esteban de esa colección y los míos, es un pequeño tesoro, la verdad... 😉. En esa misma biblioteca de mi abuela encontré Los Muchachos de Jo. No sé si es bueno o malo, coincido con vos en lo abrupto del final. Pero realmente fue un libro importante para mí: una mujer que escribe y tiene un colegio, tiene hijos y está casada con un tipo como Baher... no sé si te suena, jajaja! Los demás libros los fui consiguiendo de a poco, en la biblioteca de la escuela y en la de una amiga personal. A estas alturas te aseguro que, salvo los de las chicas March, todas las demás historias se me mezclan bastante, jajaja! Debe ser porque no las he vuelto a leer de mayor...
María Elena Venant Medalla a la Argentina por la Col;ección Robin Hood. Con todo el respeto que me merecen las editoriales españolas, era un alivio encontrar un product de calidad hecho por latinoamericanos. Es un tesoro, conservenlo. De los Jo's Boys voy a hacer un blog especial, hay mucha tela que cortar por ahi.
EliminarHello, aquí Accolon alias Ramiro. Me super gustó esta entrada porque hace poco compré el Mujercitas de la Editorial Debolsillo y tiene 755 páginas contra las más o menos 50 de mi primera versión, que tenía dibujos como de niñas pobres con ropa de los años 50 y estaba super cortado. Ya de grande con la versión de Editorial Andrés Bello que igual era un resumen me enteré de otras cosas, como que estaba ambientado en la Guerra Civil y ya de viejo gracias a la internet me hice una idea más redondita de la historia de la autora y de que prácticamente era un escrito autobiográfico, lo cual me encantó. De esta nueva versión que tengo leí primero lo que le faltaba a las otras y aún no lo termino entero por mi mala manera de organizarme para leer.
ResponderEliminarDiré que Jo fue siempre mi favorita, porque ella quería ser un muchacho y yo en esa época quería ser una nena. Cosa que gracias al Universo se me pasó como a los 14 años. Entonces me sentía identificado por ello y porque ella escribía y era lo que me gustaba hacer también a mí. Meg era mi segunda favorita y ahora lo es más porque creo que la entiendo mejor. Beth era casi como era yo de tímido, y eso me hacía tenerle cariño aunque casi no hiciera nada en la novela. Muchas gracias por matarla,Alcott. Me sentí como Joey de Friends cuando está leyendo la parte de Mujercitas cuando Beth enferma. Amy me agrada porque es como un personaje cómico. Al menos lo es bastante en el anime de 1987 que fue mi favorito después del de Heidi y del cual ahora recuerdo que igual aprendí varias cosas de las Mujercitas que no sabía debido a mis pobres versiones librescas de pocas hojas. Para mí Jo siempre vestirá de rojo y tendrá cola de caballo y Meg usará redecilla y Amy bucles gracias a ese anime.
En cuanto a Laurie, pues siempre me pareció un buen complemento para Jo y también siempre quise que terminaran juntos. Pero que terminara con Amy lo encontré rarísimo y como de mal gusto, aunque el anciano Lawrence lo predice en cierta forma al decirle que lo hará feliz si elige a cualquier niña de esa familia.
No me gustó mucho que Jo se quedase con Baher pero sí que heredara la casa de tía March. Y hubiese sido feliz si tía March y Mr Lawrence se hubieran enamorado y casado.
Quien jamás me agradó fue el señor March y opino que se llevaba mucho crédito cuando era Marmee la que hacía todo.
Me pasó con Hombrecitos que igual leí versiones pobres del libro y no supe hasta muuuuuy mayor que era una secuela, porque a mis manos llegó antes que Aquellas Mujercitas, de modo que no tenía idea que Meg se había casado y tenido gemelos, o que Beth había partido o que Jo era la dueña de una mansión. Para mí era un libro independiente de la misma autora y si he de ser sincero, yo apenas me fijaba mucho en los autores. Ya de grande en una librería muy pequeña en Pto Montt estando de vacaciones con mis padres encontré Aquellas Mujercitas y al leer el principio me ardió la cara y fue como encontrar un tesoro. Lo compró mi hermano que era igual fanático de los libros y lo leímos ese verano con gran sorpresa al percatarnos de que Hombrecitos era una tercera parte.
Siempre me quejo que en Punta Arenas había poco de dónde sacar lectura, pero viendo tu entrada en Facebook me doy cuenta que los libros en general de esta autora fueron bien tijereteados y resumidos y confusos. Lamentablemente no he leído más de ella, aunque bajé uno de los góticos, creo que el de la máscara. Luego le echaré un vistazo.
¿Viste una versión fílmica de Mujercitas ambientada en estos días que salió a fines de 2018? Yo aún no la veo, aunque la bajé, pero me da miedo jaja. Un saludos y abrazos.
Bienvenido, Querido Accolon:
EliminarNadie quiere a mi Beth, solo yo Snif, Snif (Y Peggy Mitchell porque creo que en Melanie puso algo de Beth)
Uff en las últimas décadas, Jo se ha convertido en un icono de la comunidad LGTB, lo que es legítimo. lo que no es legítimo es verla como lesbiana, o a Louisa como tal. Si pensamos, hoy una cabrita que se porte como Jo es perfectamente femenina. Siempre hay que ver los contextos.
Creo que Alcott fue la primera autora reconocible (y luego Spiry) ósea yo quería leer todo lo que escribían.
Ohhh tu eres de la generación de los animes. A mi me parece impresionante que me tomara una década darles rostro a los personajes. Aunque vi en una revista una foto de Katherine Hepburn como Jo, y esa se quedó en mi imaginación hasta Winona.
Espero hablar esta semana del Reverendo March y de porque es un personaje tan apagado.
Yo le tengo terror a esta versión moderna de mujercitas. Es como una que hicieron en México, a comienzos de los 70.
Cuando mi Pa era chico, y él era lector voraz, también se quejaba de lo poco surtidas que eran las librerías puntarenenses. Decía que había una manejada por un librero judío-vienes. mi Pa entonces llegaba de Santiago cargado de libros, o se aprovisionaba en bibliotecas Blanchard, Menéndez, Braun, Campo o de otro de esos reyes antediluvianas.
Te etiqueté porque recuerdo que eras fans y porque sé que eres un lector compulsivo. ¿Cuéntame, como en tu colegio trataban la lectura? ¿La estimulaban o se molestaban como mis teachers viéndome leer en vez de saltar a la cuerda?
Vamos a seguir esta charla sobre Alcott, así que estate atento. Besos, besos al Firu, y que no tiemble.