Hay actores que
pueden llegar a ser reconocidos por varias generaciones de espectadores.
Ricardo Montalbán fue galán del Cine de Oro Mexicano; reabrió en Hollywood el
arquetipo de Latin Lover; en los 70 inició
una nueva carrera en televisión como el anfitrión de “La isla de la fantasía”;
ha sido el mejor villano de “Star Trek” y hasta fue el abuelo de los “Spy
Kids”. Mas importante aún, fue el primero en militar por un trato mejor para los
actores latinos en Hollywood.
Ricardo Gonzalo
Pedro Montalbán y Merino nació en el DF, un 25 de noviembre de 1920. Fue el
menor de cuatro hermanos, bastante mayores que él. Sus padres habían emigrado
de España a México, siguiendo al Tío Pedro, un sacerdote hermano de Ricarda, la
madre del futuro actor. Pero en los Años 20, ser católico no era una buena
noticia en México, se había cerrado el culto y el conflicto religioso había
escalado en guerra.
Los Montalbán,
católicos fervientes, emigraron al Norte, a Torreón, en Coahuila donde abrieron
una tienda. El primer sueño de Ricardo fue ser torero, pero dijo que le faltó
valor. Su padre deseaba que fuese contador y para eso lo enroló en la Escuela
Comercial Treviño. Ricardo odiaba esos estudios y aprovechó que su hermano
Carlos vivía en California para irse a vivir con él.
La idea era que
siguiera estudiando. Fue mientras cursaba la secundaria en la Fairfax High School
de Los Ángeles, que su maestra de Arte Dramático le vio posibilidades y lo
animó a probar suerte en el teatro. Acompañado de Carlos, Ricardo viajó a Nueva
York a buscar empleo en Broadway. Lo consiguió en Her Cardboard Lover, una producción de la mítica Tallulah Bankhead.
Tras una entrevista muy Tallulah, en el que el cachorro de león de la diva le
mordía los zapatos, Ricardo consiguió un pequeño rol.
Hubiese seguido
en Broadway, pero le llegaron malas noticias de Torreón. Su madre estaba grave.
Viajó a México y ya tranquilo viendo a su madre recuperada, Ricardo decidió que
la suerte podría estar en su tierra, en el DF.
Eran los 40,
cuando México vivía su edad de oro de cine. En 1942, Ricardo tuvo apariciones
breves en tres filmes, pero al año siguiente era el galán de Esther Fernández
en la segunda versión del clásico de Federico Gamboa, Santa. Como el torero, El
Jarameño, Ricardo tuvo buenas críticas e impresionó al director, el
estadounidense Norman Foster quien tendría otro rol en la vida del actor.
Como todos los
jóvenes, Ricardo Montalbán había sufrido de amor platónico por una estrella de
Hollywood, la suya era Loretta Young. Pero en 1939, al verla en “La Historia de
Alexander Graham Bell”, Ricardo traicionó a Loretta enamorándose de Georgiana Blaine
quien interpretaba a la hermana de la protagonista Comenzó a buscar datos de
ella en revistas y hasta recortó una fotografía que traía en su cartera.
Georgiana |
Sucede que
Georgiana Blaine era hermana, en la vida real, de Loretta Young y también de
Sally Blaine, la esposa de Norman Foster. A Ricardo se le iba cumplir un sueño.
Aunque no muy segura, Georgiana aceptó una cita con un total desconocido. Tras
un cortejo de un par de semanas, la pareja se casó. Este sería un matrimonio
que duraría una vida.
Sally Blaine y Norman Foster |
Ricardo Montalbán
continuó su carrera protagónica. Interpretó a Don Luis, el seminarista
enamorado de su futura madrastra, en la adaptación del clásico de Juan Valera, Pepita Jiménez e hizo las dos versiones
de “Cinco que regresaron”, una historia sobre los intentos de partisanos
yugoeslavos de rescatar a unos rehenes de manos de los Nazis. Existía entonces
una costumbre hollywoodense de filmar dos versiones, una para el público
estadounidense y otra para el mexicano con un elenco de México. Ricardo actuó
en ambas lo que por primera vez lo puso en contacto con el público gringo.
En 1945, nació
Laura, la primera de cuatro hijos. Fue entonces que el actor tomó una decisión.
Su gran sueño era ser un actor famoso, ahora esto había cambiado. Su única
ambición era darle lo mejor a su familia. Por mucho que le doliera dejar el
cine mexicano, la mejor paga estaba en Hollywood. Para allá se trasladó la
Familia Montalbán, después de que Ricardo firmara un contrato de tres películas
con la Metro Goldwyn Mayer.
Los Montalbán y Laura. |
Ricardo sabía cómo
funcionaba Hollywood en lo que respecta a los actores extranjeros, o se les
encasillaba o se les americanizaba. Desde el principio, él dejó en claro que
había dos cosas que no alteraría: su acento y su nombre. (¡Querían ponerle
Ricky Martin!) Una curiosidad, y que demuestra cómo era este país en el Siglo
XX, Ricardo Montalbán vivió y trabajó en USA por más de 60 años. Murió en
California, pero nunca dejó de ser ciudadano mexicano. Su nacionalidad, como su
religión, le eran sagradas.
Hollywood, a
fines de los 40, estaba todavía en la etapa del Buen Vecino, jugando con esa
idea de que más allá del Rio Grande había un gran país llamado South America donde todos hablaban,
lucían y pensaban igual. Lo bueno era que estos latinos tan homogéneos eran
siempre excelentes personas, lindos y muy simpáticos, al menos en la
imaginación de los guionistas. (¡Ay que
tiempos Señor Don Simón!). A Ricardo se decidió emparejarlo con la nueva
adquisición de la Metro, la campeona de natación, Esther Williams.
La primera de la trilogía
Williams-Montalbán fue “Fiesta”, la historia de una familia de toreros. Ricardo
era el protagonista, el hijo mayor que prefiere ser compositor antes que
matador. A la que si le gustaba el ruedo era a María (Williams) su hermana. A
pesar de que la filmación pasó por todo tipo de contratiempos, desde unos toros
levantiscos hasta que Esther no cabía (tenía espaldas de nadadora) en el traje
de luces, “Fiesta” estrenó en 1947 con muy buenas reseñas. En la próxima cinta
“In an Island with You” al pobre Ricardo lo lanzaron al rol del” Otro” mientras
Esther se besaba con Peter Lawford.
Finalmente pudo
besar a su coestrella en “Neptune’s Daughter”, en 1949. Es en este último filme
donde, para seducir a Williams, quien interpreta a una puritana diseñadora de
modas, Ricardo—en su mejor estilo de “latín Lover”— le
canta la (hoy) controversial balada “Baby it’s Cold Outside”. La Metro
aprovechaba todos los talentos de su nueva estrella. Ricardo no solo cantaba,
también bailaba. Incluso aceptó una aparición especial en la fantasía mexicana
de Frank Sinatra “The Kissing Bandit” donde lo único que hizo fue bailar una
pieza con Anne Miller.
Por suerte la
renovación de su contrato lo alejaría de la comedia musical colocándolo en
roles más exigentes, aunque siempre de latino. En “Border Incident”, un filme
sobre un tema muy contemporáneo era un agente de inmigración que intentaba
detener la labor de los coyotes: en la
épica de La Batalla de Bastogne “Battleground” interpretaba a un soldado
chicano; en el Noir “Mistery Street” fue un policía latino de Massachussets; y
en “Right Cross” hizo de boxeador mexicano enamorado de June Allyson.
En 1951, vuelve a
los musicales con la encantadora comedia para adolescentes “Two Weeks with
Love” donde estará de romance con Jane Powell, en las Catskills de la Belle
Epoque y donde junto a ella bailará el tango “A media luz”. Es posiblemente la
última secuencia bailable de Ricardo Montalbán.
Ese mismo año,
Ricardo filmó dos westerns. Protagonizó “La marca del renegado” y encarnó al villano
en “Across the Wild Missouri” donde por primera vez dará vida un
nativo-americano. Es ahí donde sufrió una caída de caballo que le afectó la
columna. Pocos sabían que la estrella había nacido con un problema lumbar que
se agravó por la caída.
Al golpearse la
espalda con una roca, Ricardo quedó inmovilizado por varios minutos. La
parálisis había desaparecido para cuando le llegó auxilio médico. La ausencia
de tecnologías médicas modernas les impidió ver que había ocurrido una
hemorragia en la zona lumbar. Se partió
de la base que no había lesión, por lo tanto, no era caso serio.
Lo cierto es que
tras la caída Ricardo Montalbán nunca más será el mismo. Le quedará una leve
cojera (no volverá a bailar profesionalmente) y un dolor fulminante que lo acompañará
toda su vida. Hervé Villachaize, su compañero en “la Isla de la Fantasía” dirá
que era impresionante ver a Ricardo adolorido actuar normalmente y sin ayuda de
medicamentos fuertes. Ricardo se negará siempre a tomar nada que pueda volverse
adicción.
Según sus propias
palabras la mejor medicina eran las palabras “¡Cámara! ¡Y “Acción!”. La tremenda voluntad y el
estoicismo de Ricardo Montalbán emergían de su fe. En su autobiografía de 1980,
Between Two World, hablaría
largamente sobre la importancia de la religión en su vida. Su mujer y él fueron
siempre devotos católicos miembros de la Parroquia del Buen Pastor de Beverly
Hills y él fue miembro de la Catholic Motion Picture Guild. Cuando en 1986, el Papa San Juan Pablo II le
otorgó la Orden de los Caballeros de San Gregorio no solo lo premiaba por su
apoyo a causas como el Sida, o a su trabajo entre los pobres, también por una
vida impecable y disciplinada.
La disciplina y
la fe ayudaron a Ricardo a sobreponerse al dolor físico, pero también trazaron
su modo de vida desde su método anticonceptivo (el ritmo, el único autorizado
por la Iglesia católica) hasta el modo de criar a sus hijos. Como él decía:
“soy su padre no su compinche. Esto no es una democracia ni ellos me
eligieron”. A pesar de la aparente severidad tras esas palabras, aun después de
su muerte el actor ha sido recordado con amor y veneración por sus hijos y
hasta por sus nietos.
Hollywood no
tendría esa admiración. La Era del Latín Lover estaba pasando y no tenían mucho
uso para Mr. Montalbán. El lograría los últimos roles de esa era en la
encantadora “Sombrero”, la historia de tres romances donde lo verían emparejado
con la italiana Pier Angeli, y en “Latin Lovers”.
En mi semblanza de Fernando
Lamas conté como, tras darle una paliza a Lana Turner, El Macho de
las Pampas fue reemplazado en “Latín Lovers” por Ricardo Montalbán. En esta
historia de una millonaria paranoica que creen que los hombres se le aceran
solo por su dinero, Ricardo enterraría el estereotipo a la vez que la Metro lo
enterraba a él.
En 1953 había
varios caminos abiertos ante Ricardo Montalbán. Él los tomó todos. Aceptó el
protagónico de un romance medieval para la Columbia, “La espada sarracena”
basado en una novela de Frank Yerby. Regresó a México donde protagonizó “Sombra
verde” junto a Ariadne Welter, y viajó a Italia a protagonizar el peplo
“Semiramis” junto a Rhonda Fleming.
Después de este
agitado 1954, regresó a Broadway como Chico, el héroe parisino de Seventh Heaven con Gloria de Haven. En
1955 tuvo su último protagónico angloparlante en “Life on the Balance” con Anne
Bancroft. En esta coproducción mexico-americana interpretó a un musico cuyo
hijo es el único que puede identificar a un asesino serial.
En 1957 aceptó un
rol secundario en “Sayonara” haciendo de japonés. Era lo que Hollywood le
ofrecía, pero en otros países seguía siendo protagonista. Viajó a Egipto a
filmar la coproducción ibero-italiana “Los amantes del desierto” junto a Carmen
Sevilla y regresó a Broadway con Calipso junto
a Lena Horne. Su rol de Koli, el único no afroamericano en el elenco, le
ameritó una nominación para un Tony.
Ricardo también
había probado suerte en la televisión, sobre todo en el programa de su cuñada
Loretta Young. Fueron las constantes apariciones en programas tan diferentes
como “Letter to Loretta”, “Ben Casey” y “Bonanza” que lo harían reconocible
para nuevas generaciones. En 1961 viajó a Italia para su ultimo protagónico en
“El Pirata Negro”.
En los 60
continuó en la televisión, alternando de vez en cuando con algún rol en filmes
hollywoodenses. El más conocido fue el del italiano adinerado que tenía un
romance de una noche con Shirley McClaine en “Sweet Charity” También regresó a
México para filmar junto a Silvia Pinal un segmento del filme “Buenas Noches
Año Nuevo” (ji, ese fue el primer filme de Ricardo Montalbán que vi yo. Lo vi
en el Rex de Viña el 65).
Siguió haciendo
apariciones especiales en la televisión, a veces apareciendo en el mismo
programa con personajes diferentes como en el “Gran Chaparral” donde interpretó
a un bandido en una temporada y a un sacerdote en otra. En 1967, Gene
Rodenberry lo llamó para que diera vida un villano interplanetario en “Viaje a
las Estrellas” Este episodio, hoy de culto, presentó a la primera generación de
trekkies con el malévolo Khan.
En medio de tanta
actividad, Ricardo Montalbán se tomó tiempo para ir a Vietnam a entretener a
las tropas. Su hijo Mark servía allá en una época en que los hijos de los ricos
y famosos ni asomaba la nariz en el conflicto, Mark sirvió dos tours y pasó de
camillero a arsenalero (después de la guerra estudió para anestesista, labor
que
sigue desempeñando en Miami).
Ricardo Montalbán
crio a sus hijos orgullosos de su herencia hispana, pero también respetuosos
del país que los vio nacer. Él se había vuelto parte de la comunidad de
Hollywood, dentro de su hermosa casa de Beverly Hills, diseñada por el
arquitecto mexicano Ricardo Legorreta. Había hecho amistades con familias
hollywoodenses como las de Anthony Quinn, Bob Newhart y Don Rickles que
acostumbraban a compartir las famosas “Pizza Parties” que los Montalbán daban
impromptu a altas horas de la madrugada, pero Ricardo era consciente del
racismo que imperaba en la industria.
El no olvidaba
los carteles ‘No se permiten ni perros ni mexicanos” que lo habían recibido a
su llegada a los Estados Unidos. O que una vez, en la secundaria, lo habían
corrido de un salón de baile angelino por ser mexicano. Y luego estaban los
encasillamientos y roles estereotipados a los que había sido sometido en su
etapa de protagonista.
“Mexicano es una
mala palabra en Hollywood” declararía a la prensa. Bajo esa impresión, junto al
boricua Henry Darrow, Ricardo Montalbán fundaría, en 1970, ”Nosotros” una organización sin afán de lucro,
que buscaba acabar con estereotipos negativos y mejorar las posibilidades
laborales del actor latino.
Aunque en 1988,
por desavenencias personales con ejecutivos, Ricardo Montalbán se alejaría de
“Nosotros”, su presencia fue clave para la creación de esa institución, la
primera en preocuparse de un problema que hasta hoy afecta al actor hispano
parlante, la falta de roles dignos, la discriminación, y el encasillamiento.
Gracias a Nosotros existen hoy el Teatro Ricardo Montalbán en Los Ángeles y el
premio Ricardo Montalbán Lifetime Award.
El Montalbán
ofrece un programa de teatro, conciertos, películas, shows de comedias,
festivales de cine y entregas de premios conectados con la comunidad artística
latina. El Premio Ricardo Montalbán es parte de los premios Alma y se otorga
anualmente a un artista latino con una carrera destacada en la industria del
cine, teatro o de la música.
El Teatro Ricardo Montalbán |
Sin embargo, toda
militancia tiene un precio, y la creación de Nosotros le iba costar a Ricardo
Montalbán su carrera fílmica. A Hollywood no le parecieron las declaraciones
que el actor había hecho en contra de sus procedimientos discriminatorios.
Aunque en 1971,
Ricardo interpretó al bondadoso Armando, dueño de circo y protector de simios,
en la franquicia de “El Planeta de los Simios” (“Escape del Planeta de los
Simios”), y repetiría su rol en 1972 en “A la Conquista del Planeta de los
Simios”, las ofertas de cine comenzaron a escasear. No le preocupó mucho,
siguió haciendo televisión y en 1973 regresó a Broadway en el Don Juan en el infierno de Bernard Shaw.
Aun así, para 1975, la ausencia de trabajo comenzó a sentirse y Ricardo
Montalbán salió a buscar otras vías de empleo y a reinventarse.
Si de algo podían
ufanarse Los Hermanos Montalbán era de su excelente dicción, en ambos idiomas,
y de sus voces poderosas. Mientras Ricardo seguía una carrera actoral, su
hermano Carlos había optado por el mundo del spot publicitario haciéndose
famoso primero como “El Exigente” en los comerciales de café Savarín, y luego
siendo la voz característica detrás de la publicidad de los cigarrillos
Marlboro. Ahora le tocaba el turno a Ricardo de entrar en ese mundo.
En 1975, la
Chrysler lo contrató para una serie de ads televisivos promocionando su nuevo
automóvil, el Cordoba. Pronto, todo Estados Unidos tenía a Ricardo Montalbán en
su living gracias a esos anuncios donde alababa el “suave cuero corintio” de
los asientos del carro. Gente que nunca había visto a Ricardo actuar ahora
compraba Cordobas hipnotizados por la voz majestuosa del actor. Todos querían
sentarse en el “Rich Corinthian Leather”, que, a propósito, no existe, no hay
tal material.
Ricardo compaginaba
sus comerciales con la actuación. En 1977 filmó para la ABC una adaptación de Captains Courageous de Rydyard Kipling,
en el rol de Manuel, el marinero portugués, papel que Spencer Tracy hiciera
famoso en el cine. Luego la ABC lo contrató para su épica miniserie “La
Conquista del Oeste”. Por su interpretación del jefe indio Satangkai, Ricardo
ganaría un Emmy como Mejor Actor Secundario. Mas importante aún, aparte de
estas buenas noticias, el productor Aaron Spelling estaba dando una batalla que
al ganarla cambiaria la historia de Ricardo Montalbán.
En la ABC se
había dado la luz verde a un proyecto muy original llamado “La Isla de la fantasía”,
pero en la cadena querían que Orson Wells fuera el anfitrión de este original
parque temático donde por la módica suma de 50.000 dólares, los clientes
podían, a lo largo de un fin de semana, vivir sus fantasías más recónditas.
Aaron Spelling, productor ejecutivo, luchó hasta convencerlos que el
distinguido y enigmático Mr. Roarke solo podía ser interpretado por Ricardo Montalbán.
Fue en 1977
cuando el piloto estrenó en un filme de dos horas de duración. Inolvidable
Tatoo (Hervé Villachaize) tocando la campana y dando su alerta icónica “Ze
plane! Ze plane!” Inolvidable Ricardo en su traje blanco recibiendo a los
invitados y brindando con ellos por una feliz fantasía (que, en ese momento,
era el único que sabía que más que fantasía era una prueba moral). Inolvidable
Bill Bixby, de uniforme, bailando con Sandra Dee al son de “Moonlight Serenade”
bajo las bombas del Blitz, o Hugh O’Brien como un cazador que se convierte en
la presa, y más encima despierta esposado a Victoria Principal.
La buena acogida
del filme motivó un segundo intento, “Return to Fantasy Island”, unos meses más
adelante. Todavía me acuerdo de los gauchos blancos con los que llegaba
Adrienne Barbeau a la isla. El éxito era innegable y la cadena la instaló los
viernes por la noche. En su primera temporada se convirtió en un encuentro
familiar, en mi casa, con los cuatro sentados ante el televisor.
La serie combinaba
la coralidad del “Crucero del amor” con elencos de lujo aunada a esa necesidad
humana de vivir lo impensable. Sin embargo, “Fantasy Island” era mucho más.
Estaba llena de incógnitas. ¿Dónde quedaba esa isla que no aparecía en ningún
mapa? ¿Quién era Roarke? ¿Para quien
trabajaba? ¿Cuál era el propósito de ese universo? ¿Quién le planchaba los
trajes?
A medida que las
fantasías se volvían cada vez más metafísicas con sueños de retroceder en el
pasado para reparar errores, y de reencuentros con personas que debían estar ya
en sus tumbas, la atmosfera sobrenatural se hizo más patente. Roarke estaba a
cargo de todo y su propósito parecía ser dar lecciones con moraleja a sus
incautos invitados.
Ricardo Montalbán
supo darle un aura especial al hombre del traje blanco, con cierta crueldad que
al final revelaba compasión, con un desprecio por gente que malgasta su vida y
luego cree poder comprar absolución. ¿Pero quién era él? ¿Un demonio, un ángel? El Diablo no era puesto que hasta el Coludo
(interpretado por Roddy McDowell) se dio una vuelta por la fatídica isla. En
una ocasión hasta se jugó con la posibilidad de que El Señor Roarke fuese El
Todopoderoso.
Años después de
cancelada la serie, en una entrevista, Ricardo confesó que Roarke era un ángel
caído y que la isla fantástica era El Purgatorio. Aunque esto daba una
dimensión diferente a la historia, no se necesitó saberlo para que la serie
tuviera un seguimiento y rating espectacular.
Pudo haber
continuado por más de siete temporadas, pero el sufrimiento físico y mental que
el enanismo impuso a Hervé Villachaize comenzó a afectar su comportamiento
hasta que tuvieron que despedirlo. Ninguno de los reemplazos de Tatoo llenó sus
zapatos y la serie fue cancelada.
Era 1984, y
aunque le doliese quitarse el traje blanco, Ricardo Montalbán estaba en el
pináculo de su fama. Además, en 1982, en medio del ajetreo de filmar “Fantasy
Island” le había llegado una poco común invitación de volver al cine.
En los 80 una
nueva generación de trekkies había convertido a “Viaje a las Estallas” en serie
de culto. Aprovechando esta corriente, Gene Rodenberry había creado un filme
sobre las aventuras del Capitán Kirk y su tripulación. Este filme de 1979 no
tuvo mucho éxito, aun así, la Paramount quería arriesgarse con otra secuela.
Reemplazaron a Rodenberry por Nicholas Meyer y se buscó un ángulo que vinculase
el filme con la serie. Ese ángulo era el que todos los fans consideraban el
mejor villano de la serie Khan Noonien Singh. ¿Estaba Ricardo Montalbán dispuesto
a repetir su rol para la pantalla grande?
Tan dispuesto
estaba Ricardo que aceptó un bajo salario ($100.000), lo recuperaría con
creces. “Viaje a las Estrellas: La Ira de Khan” tuvo un éxito inusitado,
rompiendo récords de taquilla ya en su primer día, recaudando excelentes
dividendos y recibiendo excelentes reseñas. Pauline Kael, una de las críticas
de cine más exigentes del gremio, diría que por primera vez Hollywood le daba
la oportunidad a Ricardo Montalbán de mostrar su talento histriónico. Era
consenso entre críticos y fans que la figura de Khan encarnaba el poder de una
cinta que sigue siendo considerada la mejor de la franquicia.
En 1984, Ricardo
Montalbán volvía a quedar cesante, aunque ya no lo apremiaban miedos
económicos. Mas encima, la Maxwell House lo había contratado para una serie de
comerciales promocionando su café. Pero no solo los comerciales lo reclamaban.
Aaron Spelling lo contrató para “The Colbys”, el spinoff de “Dynasty” Por dos temporadas,
Ricardo dio vida al vengativo Zach Powers, el gran villano de la serie, e
incluso hizo un crossover a “Dinastía”.
Aunque la década
de Los Ochenta tendría a Ricardo Montalbán alcanzando su apogeo como actor,
había una batalla que estaba perdiendo: la del dolor. Los problemas de la
espalda no podían ser ignorados. Nuevas tecnologías descubrieron la hemorragia
original, producto del golpe. Peor aún, se descubrió que el intérprete de M.
Roarke había sufrido una segunda hemorragia recientemente lo que explicaba su
dolor continuo.
Aconsejado por sus
médicos, en 1993, Ricardo Montalbán se sometió a nueve horas de cirugía.
Emergió del quirófano más maltrecho que antes. Parte de su cuerpo estaba
paralizado y el dolor se había agudizado. Aun así, siempre responsable, cumplió
su contrato que lo llevaba a protagonizar una nueva serie de televisión para la
CBS. Pero al final de la primera temporada de ‘Heaven Help Us” era obvio que
Ricardo ya no se podía tener en pie y la serie fue cancelada.
A pesar de que lo
veríamos al fin de siglo, erguido en los comerciales de Taco Bell, Ricardo
Montalbán no volvería a caminar. Fue su voz la que lo salvó de quedar sin
empleo. Comenzó a prestarla para dibujos animados como “Dora, La Exploradora” y
“Freakazoid”.
Sin embargo,
todavía Hollywood le tenía un último desafío. Tras el éxito de “Spy Kids”,
Robert Rodríguez preparaba una secuela “Spy Kids: The Island of Lost Dreams” y
quería que Montalbán, a quien él había siempre admirado (no sé si Robert fue
trekkie o fan de la “Isla de la Fantasía, era de esa generación), interpretase
al abuelo de sus pequeños protagonistas.
Ricardo le
recordó que era viejo, enfermo, invalido:” Tres strikes en tu contra”. Pero Robert Rodríguez era terco, hizo
manufacturar una silla de ruedas especial para que pasease Don Valentín no solo
por ”Spy Kids 2” sino también por la tercera en la franquicia “Spy Kids: Game
Over”.
Esa fue la última
gran aparición de Ricardo Montalbán en cuerpo y espíritu. Su voz continúo
deleitando en el filme “The Ant Bully” y en series animadas como “Kim Possible”
y “Family Guy” Su última actuación vocal fue en “American Dad” en el 2009. Para
entonces luchaba contra un cáncer linfático y la tristeza de haber perdido (en
el 2008) a la compañera de su vida.
El 4 de enero del
2009, Gilbert Smith anunciaba a la prensa que su suegro, Ricardo Montalbán,
había fallecido. Un infarto lo venció. Está enterrado junto a su esposa en el
Cementerio de la Santa Cruz (Holy Cross en Los Ángeles).
Al acabar esta
reseña veo interrogantes por todos lados. ¿Pudo Ricardo Montalbán haberse
convertido en una estrella del cine mexicano en vez de ir a perpetuar
estereotipos ridículos en Hollywood? ¿Qué hubiera sucedido si Hollywood le
hubiese dado roles con más enjundia como ocurriera con Anthony Quinn? ¿Qué
hubiese sido de la carrera de Ricardo si no se hubiese interpuesto esa lesión
tan dañina en su espalda? Pero no dejemos que las interrogantes borren su
magnífico legado.
Un legado que
abarca reconocidas e inolvidables interpretaciones en cine y televisión, la
creación de Nosotros, y una serie de filmes hoy solamente recordados por TCM
donde se atrevió a trascender estereotipos con caracterizaciones tales como el
latino empeñado, a pesar de los obstáculos, en ser ciudadano americano en “The
Man I Love” o el policía hispano que debe enfrentar al racismo WASP de
Massachussets para cumplir su trabajo en “Mystery Street”.
Por sobre, todo
debemos recordar a Ricardo Montalbán en la grandeza de la humildad. A él no le
importaba, aun siendo galán de Hollywood volver a México, a filmar en su tierra
o hacer a un lado una carrera actoral para hacer comerciales porque todo lo sabía
hacer con la misma finura y elegancia de un caballero latino, algo que él nunca
dejó de ser.
De FB
ResponderEliminarRay Badilla Me encantaba La Isla de la Fantasía. Muy cursi pero tenía su encanto. "El avión! El avión!” cada vez que empezaba un capítulo 😁.
No sabía que siempre mantuvo su nacionalidad mexicana.
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María Elena Venant Yo tampoco, pero hasta este siglo, no había tanta obsesión con que adquirieras la naciona;idad. Ricardo también hizo un documental sobre el centerario de la Estatua de la Libertad donde agradeció todo lo que Estados Unidos le dio como inmigrante. Fantasy Island era muy original, sobre todo cuando se iba a lo sobrenatural como cuando apareció el Diablo, o las sirenas, o Venus.
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