Heidi ha sido fundamental para cimentar la reputación de Johanna Spyri como
autora infantil. A través del tiempo, de generación en generación, los
Heidi-fans han deseado una continuación de las aventuras de la Niña de los
Alpes, Su creadora nunca más se interesó en contarnos que ocurriría más tarde.
Spyri solo sabía escribir historias de niños, a pesar de que en Heidi retrató
su depresión y morriña por su tierra natal, no le interesaba seguir a su
protagonista en su vida adulta. Otro tendría que encargarse de esa tarea.
Charles Tritten
fue quien tradujo la obra de Spyri al francés. En los Años 30 se le ocurrió que
una secuela de Heidi era necesaria. Así escribiría Heidi Grows Up que se publicaría en Nueva York en 1936 y Heidi’s Children en 1938. Ambas obras
habían sido publicadas originalmente en francés. Se dice que publicó una
tercera secuela que nunca ha sido traducida.
Mi encuentro con
estos libros fue un evento extraordinario del verano del ‘69. Todas las tardes
de los días de semana, yo acompañaba a la nana de turno a buscar el pan en una
panadería (Selecta creo que se llamaba) que quedaba en la calle Quillota, una
cuadra después de la cruzada del Puente Quillota. Era una caminata corta, pero
yo insistía que, antes de pasar por el pan, nos detuviéramos en la Librería
Quillota (los chilenos no somos muy imaginativos para los nombres) a ver las
novedades en el escaparate.
A los nueve años
se me comenzó a dar una mesada, muy pequeña puesto que yo no carecía de nada.
Tanto así que mi madre hizo hincapié en que ahorrara y para eso me compró una
alcancía, el típico cerdito rosado con una ranura en la espalda. Esta hucha de
plástico no se rompía. Se abría en la panza del puerquito con una llavecita
especial. De vez en cuando yo hacía trampa y la abría para sacar los cinco escudos
que me significarían un nuevo Julio Verne o alguna novela de Dickens que eso
costaban las versiones de la Franja Escarlata de la Editorial Felicidad.
Una tarde de
febrero, en vez de uno de esos libros, noté la presencia de dos sorpresas
inesperadas. Dos libros amarillos, uno con una pareja en la portada traía el título
de Heidi y Peter. El otro, Los Hijos de Heidi, tenía en la tapa una
mujer con unos bebés en brazos. Yo ni siquiera me fijé en el nombre del autor,
ni se me ocurrió entrar a hojearlos o a preguntar su precio. Solo atiné a
volver a casa y vaciar la alcancía.
Tenía casi nueve
escudos. Entre lo que me prestó mi nana Mónica, y lo que encontré en la caja de
monedas que había en la cocina para propinas para repartidores y jardineros,
conseguí lo que creía costarían ambos libros. Tuve que esperar al día
siguiente, aunque insistí en ir por el pan más temprano. Ya cargando la bolsa
de malla llena de hallullas y marraquetas para la once, entramos a la librería.
Yo tomé ambos
libros de un estante y llena de orgullo y felicidad los puse delante de la
vendedora. Casi sin mirarme ladró “¡20 escudos!”. El alma se me cayó al piso. ¿Cómo
no se me había ocurrido? Estos no eran
ediciones rusticas. eran más caros.
Llena de
vergüenza y tristeza pagué por Heidi y
Peter y me volví cabizbaja a casa. Estaba tan deprimida que me senté en el
descansillo de la escalera a llorar en silencio. Otros niños de mi clase tenían
la opción de recurrir a un tío, un padrino, la abuelita. Yo no tenía nadie y ya
le estaba debiendo a la nana.
Ni se me ocurría
pedirle a mi madre. Era muy dadivosa y generosa, pero tenía una extraña costumbre,
nunca daba lo que uno pedía. Ella regalaba lo que se le antojaba, pero
solicitarle algo significaba no recibirlo. Si se me ocurría pedir un helado de
chocolate ordenaba de fresa; si pedía una casa de muñecas, me compraba todo el
mobiliario, pero jamás la casa: peor, y
en vano, rogarle que no expulsara de casa a los gatitos que mi hermano y yo
recogíamos. En cambio, sí tenía la puerta abierta para perros, nos regaló una
serie de pericos (todos tuvieron triste fin) y una vez hasta nos trajo un
burro.
En resumen, no
había manera que llegara ese libro a mis manos. En eso llegó mi padre del
trabajo. Por razones largas de contar, él se había desligado totalmente de
nuestra crianza (obviamente pagaba todo, pero mi madre manejaba las finanzas).
Me encontró llorando, preguntó qué pasaba. Tras contarle lo ocurrido, abrió su cartera,
sacó un reluciente billete de diez escudos y llamó a la Mónica para que me
acompañará a la librería (hasta los 11 años yo no tenía permiso de salir sola
ni a la esquina).
La anécdota es
memorable porque fue (creo) la única vez que no era cumpleaños en que mi padre
me regaló dinero, pero también ilustra mi pasión por Heidi. Ahora, con la distancia del tiempo, veo que Los Hijos era inferior a Heidi y Peter, pero en ese momento ambas
cumplieron con su propósito, continuar con la historia de la Niña de los Alpes.
Los fanáticos de Heidi me entienden. Por eso
hay tanto interés en adaptaciones, la última “Bienvenida Heidi” (2018)
producida por Nickelodeon con un elenco argentino y que trae una visión moderna
de adolescentes del Tercer Milenio.
Hollywood incluso intentó seguir el ejemplo de
Charles Tritten e inventarse su propia secuela. “Courage Muntain” (1990) trasladaba
la acción hasta 1914 y el inicio de la Cran Guerra. Este cambio, y Charlie
Sheen como Pedro, no fueron los únicos bemoles en un filme prepostero.
Volviendo a los
libros, Heidi y Peter comienza cuando
la protagonista es quinceañera. Herr Seseman y el Dr. Classen (que ahora es
llamado “padrino” de Heidi) deciden que siga sus estudios en el prestigioso
internado Hawthorne de donde se ha graduado Clara. Heidi viaja a Lausana y de
nuevo tenemos choque cultural. Heidi no conoce las reglas, recibe desprecios de
compañeras esnob y regaños por parte de maestras.
Heidi y Jamy |
Aun así,
establece amistad con Jamy una joven mitad inglesa y mitad suiza. En las
vacaciones, Heidi acompaña a Jamy a conocer a su familia y agrega otra abuela a
su colección. Jamy también viaja a Dorfli y a los Alpes a conocer al Tío Alpe, a
las cabras y a Pedro.
Cuando Heidi se
gradúa, regresa a Dorfli, pero ahora como maestra. Todo este episodio de la
maestra intentando enseñarles higiene a sus alumnas, y civilizando al chico
malo del pueblo, Tritten lo copió de la novela corta de Spyri Francesca en Interwald. Al final del
periodo de enseñanza de Heidi, su abuelo cae gravemente enfermo. Es ahí que
Pedro aprovecha de pedirle matrimonio a su amiga. El abuelo se recupera y la
novela acaba con una gran boda.
En Los Hijos de Heidi, la protagonista ha
quedado embarazada. La abuela de Jamy fallece afectando gravemente a Marta, la
hermana menor. A Jamy se le ocurre enviar a Marta, de doce años, a los Alpes a
cuidar de Heidi y recuperarse. Marta es insoportable y causa muchos problemas
hasta que el Tío Alpe se hace cargo de ella y la ayuda a acercarse a la religión.
Heidi tiene gemelos, su abuelo le aconseja llamar al niño Tobías (es el nombre
del padre de Heidi y, eso se sabrá después, del Tío Alpe) y a la niña ponerle
Marta.
El abuelo muere y
Marta cae en una nueva depresión hasta que descubre una pista que le dejó el
Tío Alpe para que descubra por que le tomó cariño y porque hizo que le pusieran
su nombre a su bisnieta: ¡Marta y Jamy, también son nietas del abuelo! Marta
permanece con su prima y los gemelos Toby y Martali hasta que le llega el
momento de ir a Hawthorne.
Marta parte con
la promesa de regresar para ser la maestra de Dorfli tal como su prima y su
hermana. Este tema del parentesco perdido fue recuperado en la película para
televisión de 1968. Ahí Maximilien Schell que interpreta a Herr Sesemann,
descubre que es hijo del abuelo, por lo tanto, Heidi y Clara son primas.
Entre Heidi y sus secuelas yo fui conociendo
otras obras de Johanna Spyri. Para mi sexto cumpleaños, recibí de regalo La Dulce Wiseli de la Colección Gacela
Blanca. Aunque lo leí con cierto interés no la considero una lectura memorable.
Sin embargo, en ella hay temas que reaparecen en otras obras de Johanna Spyri.
Se ha escrito
mucho sobre la propensión en la lectura infantil victoriana de la relación
entre una niña y un adulto mayor que funge como guardián/ figura paterna. Johanna
Spyri no es ajena a esa propensión y esta novela es un ejemplo. En alemán se la
conoce como Klein Wiseli (La pequeña Luisita) pero también como Rico und Wiseli. En castellano se la ha
traducido como La Dulce Wiseli, El Sueño
de Wiseli y Rico y Wiseli. Rico
es una novela separada que nada tiene que ver con Wiseli
Wiseli es una
huerfanita que vive en una aldea cerca de Berna. Cuando su madre fallece, se
decide en la aldea darle alguna compensación a Gotti, primo de la madre de la
niña, para que la recoja en su casa. La mujer de Gotti convierte a Wiseli en su
sirvienta y sus hijos abusan verbal y físicamente de la prima.
Wiseli conoce a sus primos. |
Este comportamiento
indigna a Otto Ritter, el “niño rico” del pueblo que trata de defender a Wiseli
de todas las maneras posibles. Frau Ritter, madre de Otto, también está
indignada ante esa situación, pero le explica a su hijo que la decisión de la
aldea ha sido irrevocable. Intentar cambiar las cosas solo acabará en malos
tratos para Wiseli.
Wiseli y el Carpintero Andrés |
Pasan un par de
años, el Carpintero Andrés, muy querido por la Familia Ritter es atacado por un
desconocido y queda malherido. A Frau Ritter se le ocurre que Wiseli lo cuide,
de esa manera ella puede alejarse de su horrible familia. Resulta que Andrés,
quien lleva una vía solitaria, una vez fue novio de Wisi, la madre de su
enfermera. Wisi lo dejó para casarse con el padre de WIseli y Andrés nunca se
recuperó. Cuando Andrés mejora decide, y es apoyado por la aldea, adoptar a
Wiseli.
Como en otros
trabajos, Spyri explora la tragedia de la orfandad, el tener que depender de
gente abusadora y a felicidad de encontrar a alguien generoso, aunque no sea
pariente biológico. También se explora el peligro del bullying y como la sociedad es un testigo cómplice. Finalmente, en
el caso de Aloise “Wisi” la madre de Wiseli vemos el flagelo de la consunción,
como se llamaba entonces a la tuberculosis.
Antes del
descubrimiento del bacilo de Koch (1890) había muchos mitos e ignorancias sobre
la tisis, por eso era tan fácil el contagio. Hoy sabemos que hay varios tipos
de tuberculosis, algunos latentes que no necesariamente van acompañados de tos;
que la tuberculosis también puede afectar otros órganos; y que en días
pre-pasteurizacion, la leche de vacas infectadas transmitía el mal a quienes la
bebían.
Pero la consumción,
llamada así porque el paciente se consumía lentamente, proliferaba en las
clases humildes, no solo porque el hacinamiento invitaba al contagio, sino
porque además la mala alimentación y el agotamiento producido por el trabajo
extremo creaban un terreno fértil para el germen.
La tisis va
ligada a la novela más polémica de Johanna Spyri. Aunque el libro en alemán se
llama Die Kínder von Gritli en
castellano se ha traducido como Los Hijos
de Gritli, Los Niños de Gritli, Los Niños Gritli o simplemente Grittli que es como lo tradujeron en
Argentina para la colección Robin Hood. Mi mamá me lo regaló para mi décimo
cumpleaños y tras leerla comentó que era raro que un libro llevase de título el
nombre de un personaje que no es parte de la historia, pero como ya señalé el
verdadero titulo se refiere a los hijos de Gritli.
Sin embargo, Gritli
o su espíritu es el meollo de la trama y ocurre como con Kevin Coster en “The
Big Chill” que su ausencia es más trascendental que su presencia. Los críticos
odian esta novela, la tildan de “morbosa”, consideran que el tema luctuoso no
es apropiado en una obra infantil sobre todo porque la perciben, con esa miopía
tan propia del crítico moderno, como un elogio a la muerte.
Es cierto que en
el transcurso de la trama mueren dos niñas, una de ellas la protagonista.
También se menciona la muerte de otros personajes, todos sucumben al mismo mal:
la tuberculosis. Lo que hace Gritli
es demostrarnos que en el siglo XIX la tuberculosis era una plaga.
Por último, pero
no en orden de importancia. Johanna Spyri perdió marido e hijo, ambos tísicos,
en el mismo año. Los Niños Gritli fue
escrita en los últimos años de vida de su hijo, época en que estaba claro que
el joven estaba desahuciado (hasta el siglo XX, la tisis no tenía cura).
La novela gira en
torno a tres familias que, aunque viven en el pueblo de Buchberg, son muy
diferentes. Los Stein son como la aristocracia del pueblo. Frau Stein y su
esposo el doctor tienen cuatro hijos, muy simpáticos, pero totalmente ególatras
y obsesivos.
Oscar, el mayor,
es un nacionalista obsesionado con crear clubes patrióticos. Su hermano Fred es
un Gerald Durrell suizo, obsesionado con coleccionar reptiles e insectos cuyo mayor
propósito parece ser asustar a Ricli, la menor cuya mayor ocupación es gritar
como histérica. La peor de la familia es Emma, una mariposa social que si viviera
en nuestra época andaría con el celular en mano, saltando del antro al mall. En
ese pueblo, su vida acelerada es correr de excursión a expedición con sus
amigos.
Su único lazo con
el mundo es su obsesión semi-romantica con Fani, su condiscípulo, un joven con
sueños de ser un gran pintor. Emma quiere ser su manager. Hay críticos que no
gustan que Emma cifre su existencia en las ambiciones de otro, pero al menos el
interés que despliega por la carrera artística de Fani la hace salir de su
aislamiento narcisista.
Al comienzo de la
novela, encontramos a Frau Ritter jardineando y deteniéndose a charlar con el jornalero
Heiiri, el jefe de la otra familia de esta historia. A través de la conversación
descubrimos que Heiri y Ritter fueron a la escuela juntos, pero los tiempos han
cambiado y él la llama ‘señora”.
Frau Stein y Heiri (Ely Cuschie |
También oímos por primera vez el nombre de Gritli,
la primera esposa de Heiri. La chica más guapa, alegre y prometedora del
pueblo, Gritli desdeñó buenos partidos y acabó casada con un hombre pobre. Como
la madre de Wiseli, los embarazos, la miseria y el trabajo acabaron por
consumirla. murió tísica dejando dos hijos, el pintor Fani y la humilde Elsita.
Heiri se consoló
rápido. Volvió a casarse, procreó más hijos y su esposa ha convertido a Elsita
en su sirvienta. Eso es lo que Frau Ritter recrimina a Heiri. Le recuerda que
Elsita puede acabar como Gritli. Heiri se encoge de hombros, su hija es débil
de carácter como él, permite que la atropellen. El ya tiene bastantes problemas
con su mujer debido a las altanerías de Fani. Aun antes de que Elsita aparezca
en escena cargando a sus hermanastros ya tenemos claro su perfil marcado por
orfandad, enfermedad y negligencia.
La tercera
familia es la de la señora Stanhope, una dama suiza millonaria, viuda de un
inglés. Tras la muerte de su marido, Mrs. Stanhope regresa a su país en compañía de sus
hijos, Philo y Nora, y de la nodriza de ambos, la fiel Clarissa. Al tiempo
Philo sucumbe a una tisis galopante (en el libro nunca se menciona el mal por
su nombre) y Nora también se contagia. Desde entonces, La Señora Stanhope viaja
por Europa buscando una cura para su hija.
Nora cada vez está
más desgastada y es la única en aceptar, incluso anhelar, un descanso eterno.
Cuando el Dr. Stein se confiesa incapaz de curar a Nora, su mujer decide enviar
a Emma a ver si puede contagiar a la enfermita con su saludable energía. Emma
irrumpe como un torbellino en la casa Stanhope, deja a Nora más cansada que de costumbre
y huye alborotada ansiosa de alejarse de un mundo de enfermedad y muerte que le
es incomprensible.
Es entonces que
Frau Stein consigue que Elsita sea contratada como dama de compañía de Nora.
Las niñas descubren ser almas gemelas. Comparten su depresión su agotamiento y
su deseo de poder descansar al fin. Cuando Nora muere, Elsita se siente traicionada
ya que esperaba que su amiga se la llevase consigo.
La bondadosa
Clarissa convence a Mrs. Stanhope que adopte a Elsita. La señora acaba
adoptando a Elsita y a Fany y se los lleva a sus propiedades cerca del Rin. Este
podría haber sido el punto final de la historia, pero Spyri decidió continuar
ansiosa de desahogar en papel su propio dolor y perplejidad ante su perdida.
Pasa un año,
Elsita y su hermano se han acostumbrado a su vida de millonarios en la hermosa
Rosemount (no me acuerdo como se llamaba en castellano) aunque ambos ocultan
reparos. Elsita no olvida a Nora y todavía sueña con reencontrarse en algún
sitio con su amiga. Al final de la novela cuando descubrimos cuan enferma está
podemos deducir que su nostalgia es una manera subconsciente de afrontar su
próximo fin.
También siente que no puede olvidar sus tiempos de pobreza, se
avergüenza de usurpar un puesto de niña rica cuando tantos otros sufren. Hace
amistad con un pobre pescador y a escondidas comienza a ayudar con comida a la
familia de su nuevo amigo.
Clarissa, Fani y Elsita ante la tumba de Nora (Elye Cushie) |
Cuando intenta compartir sus preocupaciones
con su hermano, Elsita no haya comprensión. Fani tiene sus propios problemas.
La Señora Stanhope le ha prometido hacerlo su heredero y darle la mejor
educación, pero para eso debe comprometerse a ser el administrador de los
bienes de la familia y olvidarse del arte. Fani se desquita con la hermana, la
tilda de ingrata, le dice que si su benefactora se entera de sus preocupaciones
les quitará sus privilegios. Fani es asqueroso.
Ese verano, para
entretener a sus hijos, la Señora Stanhope invita a los niños Stein a que
vengan a pasar las vacaciones con ellos en Rosemount. Oscar, Fred y Emma (por suerte
a Ricli la dejan en casa) llegan a las riberas del Rin. Pronto Oscar anda en
busca de chicos que piensen como él para formar una de sus ligas patrióticas;
Fred se dedica a coleccionar muestras de la fauna local y Emma enloquece al
saber que Fani ha abandonado su carrera de pintor.
En el camino a Rosemount,
Emma ha visto un hermoso castillo medieval en un acantilado. Se le ocurre que,
si Fani lo pinta, la Señora Stanhope tendrá que rendirse a la evidencia de que
su protegido es un gran pintor. En una expedición tramada por la loca Emma se
escapan, consiguen un bote, casi se ahogan y vuelven todos mojados a una casa
donde sus mayores casi mueren de la zozobra al creerlos desaparecidos.
Oscar se mete en
otro tipo de lio. Se pelea con unos chicos de la zona, cae en problemas con las
autoridades y casi es arrestado. Entretanto, las criadas descubren el zoológico
de su hermano Fred. A punta de escobas y plumero destruyen a las pobres
sabandijas.
La Señora
Stanhope está agotada con los desastres que han traído sus invitados y se
siente traicionada por sus hijos adoptivos. Es entonces que se descubre que Elsita
ha estado practicando la caridad a espaldas de su benefactora. Elsita no
soporta tanta tensión y sufre un vomito de sangre. Clarissa la descubre, la
niña le cuenta que le ha ocurrido anteriormente, pero nunca tan violento.
Clarissa se da
cuenta que Elsita sufre del mismo mal que se llevó a Nora. No se puede detener
la hemorragia y Elsita fallece al amanecer en brazos de Clarissa. Los Stein
vuelven a su casa muy sacudidos por la muerte de su amiga. Ahora a Fani le
bajan los remordimientos, pero la señora Stanhope le promete costearle su
carrera de pintor.
Esta fue la
última novela larga de Johanna Spyri. Leyéndola a sabiendas de la atmosfera en los
cuales se originó, Gritli es un
testimonio del sufrimiento de una madre, pero también de una sociedad donde la tisis
se robaba a los mas prometedores, los mas amados. Sin embargo, siglo y medio más
tarde, su contexto nos puede parecer inconcebible.
Tanto que en la
traducción al inglés de Louise Brooks (no confundir con la actriz) se le otorgó
a Elsita un “final feliz” en el cual sobrevive a una enfermedad innombrable (se
elimina toda descripción de sábanas manchadas de sangre). Esa es la edición en
línea que ofrece el proyecto Gutenberg. Encuentro esa alteración totalmente ofensiva,
una injuria a los sentimientos de su autora y a su verdad histórica. La
traducción de la edición en castellano conserva todo el pathos y realismo
sociohistórico de la original.
Sin embargo, leí
en Goodreads una lapidaria critica de alguien que la leyó en alemán a los nueve
años y que no solo repudia esta historia en la que se enaltece la muerte, sino
que además llegó a tener pesadillas con el personaje de Clarissa que considera “empuja”
a Nora y a Elsita a morir. Yo la leí a los diez años y no tuve ninguna de esas
reacciones. De hecho, amé la novela y la amo hasta hoy.
Según esta
lectora la novela promueve la idea de que los débiles deben morir y que su
propósito es buscar la muerte. Una lectura hitleriana que no es aplicable. Los Niños Gritli tiene lugar en un mundo
donde enfermedad y muerte son presencias constantes. Los sanos y robustos
pueden de un día para otro sucumbir de algún extraño mal. No sabemos si Nora
nació enferma, pero si sabemos que antes de casarse Gritli era un ejemplo de
salud y energía y que si Elsita ha enfermado es porque desde pequeña se la sometió
a cargas y trabajos impropios de su edad.
Spyri se dirige
no solo a niños que pueden encontrarse en la situación de Nora, contemplando
con miedo una muerte cercana, sino a sus padres que como Mrs. Stanhope insisten
en encontrarles cura a sus seres amados en vez de hacerles más llevaderos sus
días finales. Un gran problema que tenemos con los enfermos terminales es que no
los entendemos. Insistimos en darles falsos ánimos, interesarlos en cosas
terrenas, somos ajenos a sus miedos y preocupaciones.
Shonda Rhimes,
ese icono del liberalismo, lo expresó mejor en su “Gray’s Anatomy”. En un
episodio en que Amanda Bailey hace su internado en pediatría le llega una
criatura con cáncer terminal. El padre la ha tenido del tingo al tango
sometiéndose a tratamientos que, aunque la han prolongado la vida, la la han
dejado adolorida y exhausta.
Ahora el padre propone llevarla a México en busca
de una cura milagrosa. La nena solo ruega “quiero descansar”. Le toca a Bailey hacerle ver al padre que su
hija ya no tiene remedio, que mejor la acompañe en sus últimos momentos en vez
de arrastrarla en un viaje fútil.
La Señora
Stanhope también siente que su deber de madre es no rendirse, pero Nora ya no tiene
energías y solo quiere descansar. El negarse a compartir el deseo de Nora separa
a la Señora Stanhope de su hija. Clarissa es el puente entre ambas. Ella ve lo
que su patrona no quiere ver.
El caso de Elsita
es diferente. Clarissa no “convence “a la niña de morir o aceptar su destino
fatal. La ayuda para bien morir cuando ve a Elsita desangrándose. Clarissa no
sabia que Elsita estaba enferma y ese es mi único problema que rica o pobre,
Elsita nació para ser utilizada e ignorada.
El que la autora
muestre un Fani con remordimientos es una acusación de la negligencia en la que
vivió la niña y nuevamente vemos el tema del género. Por ser el varón, Fani se
siente con derecho a todo. Cuando le habla a Elsita se muestra o condescendiente
o la cubre de regaños. Elsita admira a su hermano, como Emma también vive pendiente
de la carrera artística del chico, pero para eso ella es quien debe
sacrificarse. El mismo Heiri dice que para que su mujer no maltrate a Fani,
debe dejar que ella abuse de Elsita.
Recientemente,
supe de ediciones modernas de novelas de Ayn Rand que se han “purgado” de
pasajes muy racistas, clasistas, incluso fascistas. Para mi es como purgar Mein Kampf de alusiones antisemitas. ¿Tiene
derecho el traductor a cambiar la trama que traduce?
Spyri escribió Gritli en un mundo donde muchos de sus
pequeños lectores sufrían enfermedades crónicas y a veces fatales. Dicen que Gritli
no tiene sentido para un lector moderno sano y vigoroso. Realmente no he visto muchos
niños sanos y vigorosos en ninguno de los países en los que he vivido, pero me
pregunto. ¿Solo se les puede dar a los niños lecturas con las que puedan
identificarse? ¿Qué opinan?
Es la primera reseña de verdad que encuentro sobre 'Los Niños Gritli', y debo decir que me ha encantado y me ha descubierto cosas que ni yo misma recordaba cuando leí esa historia. Recuerdo que mi madre tenía los dos libros de Heidi escritos por Johanna Spyri; al final de 'Otra vez Heidi' estaba el relato de 'Los Niños Gritli', pero me parece que debieron cortar muchas cosas, pues lo recuerdo como un relato corto y bastante confuso, que no me atraía tanto como la historia de la niña de los Alpes. Eso sí, recuerdo con bastante nitidez las muertes de Nora y Elslie (conservaron el nombre original de la niña) y me hizo sentirme muy triste por ellas. Siempre me he preguntado por qué no hay reseñas de este libro, con lo interesante que es y el drama que narra.
ResponderEliminarSuper Bienvenida Laura, creo que tenemos una amiga en común, Ana Estelwen. Ahora también tenemos este aprecio por Gritli. A mi me impactaron horrores eas muertes, pero sobre todo por el alivio que representaban para dos niñas enfermas que no podían vivir su infancia como se debe. Ahora que estoy enferma y cansada las entiendo muy bien. Johanna Spiry es considerada muy tradicional y religiosa. NO interesa a los criticos modernos. nO me sorprendería que la cancelaran como se ha hecho con otras obras infantiles del Siglo XIX. A mi me fascinan ella y su historia. Gracias por pasar y disculpa la demora.
EliminarAsí es, ambas somos amigas de nuestra Estelwen, ^^. Para mí será un placer seguir también tu blog, pues he visto que tratas temas que me resultan muy interesantes, y si entre esos temas hay literatura del siglo XIX, mejor que mejor. Cuídate mucho y espero leerte seguido de aquí en adelante.
EliminarGracias a ti por subscribirte a todos mis blogs. Siempre que puedo trato de incluir algo de literatura en lo que escribo. Yla decimonónica es mi especialidad. Un abrazo.
EliminarMe encantó este artículo. Y la selección de ilustraciones. Gracias!
ResponderEliminarA mi me encantó escribirlo, me alegro que te haya gustado.
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