Comencé con la
vinculación entre el cine retro, la era de nostalgia y la moda y devine en mis
propios recuerdos de lo que vi como Latina del Ayer en Nueva York. Algo legitimo
puesto que los latinos, entonces y
ahora, somos una minoría predominante en este país. Pero volver los ojos a los
70, especialmente a su últimos años, también refleja la llegada a nuestros países latinos
de estas tendencias nostálgicas.
En septiembre de
1976, ingresé a una escuela judía, Ezra Academy of Queens, entonces en Richmond
Hill. Esta medida afectó totalmente nuestra vida familiar, nuestra existencia diaria,
nuestras costumbres, nuestra dieta y hasta nuestras maneras de vestir. En Ezra,
ni alumnas ni maestras podíamos usar pantalones. Para ir a la sinagoga, mi
madre también tuvo que desterrar sus pantalones. La necesidad de usar faldas y vestidos
nos obligó a enfocarnos más en modas retro,
lo que sería una causa de gran alegría para mí.
El cine de 1977 seguía
en su empeño de retratar tiempos y vestuario pasados. Ese fue el año de la
controversial “Julia” que obtuvo tres estatuillas de la Academia. Ninguna por
diseño de moda, a pesar de que Anthea Sylbert estaría nominada tanto a un Oscar
como a un Bafta en esa categoría. Se lo merecía, porque Jane Fonda encarnando a
Lillian Hellman, en una aventura que la lleva
a Austria y a la Alemania Nazi, lució un
vestuario espectacular.
Theodora van
Ranke fue otra nominada por los Bafta por el vestuario que diseñó para otro fracaso
de Liza Minelli. A “New York, New York”
no la salvó ni De Niro interpretando a un musico del Be-bop en la posguerra
neoyorquina, ni los preciosos vestidos de Liza.
El diseño de vestuario
que realmente dejaba el ojo cuadrado fue el de la adaptación de The
Other Side of Midnight. Yo había leído
esta novela de Sydney Sheldon, en forma serial cuando la publicó Cosmopolitan en español, pero nunca me
imaginé que pudiera quedarles tan fastuosa la historia de una chica seducida y
abandonada en el Paris Ocupado, que años más tarde busca vengarse de su
seductor y acaba matando a la inocente esposa de este.
Marie France Pisiere
deslumbraba en un vestuario paralizante como la vengativa Noelle, pero Susan Sarandon
como su ingenua rival tampoco se le quedó atrás.
La televisión
estadounidense seguía enfocada en personajes carismáticos de su historia
reciente. Jane Alexander y Edward Herrmann retomaron sus roles de Eleanor y Franklin
Roosevelt, para una secuela que ahora cubriría sus años en La Casa Blanca. Treinta
años antes de Leonardo Di Caprio, Tommy Lee Jones fue “The Amazing Howard
Hughes”. Siempre en el tema de la Segunda
Guerra Mundial, Peter Strauss (Slurp)
dio vida a “Young Joe, The Forgotten Kennedy”, el hermano mayor de John y Robert
Kennedy que murió en la guerra.
Pero la
televisión no vivía de héroes sino del glamour del pasado. Serian las
adaptaciones literarias de bestsellers (o lo que en mi escuela llamábamos Jewish Trash “basura judía”) las que
encabezarían los ratings. Realmente la
pulp fiction judía vendía (hey, todavía creo que eran cien veces mejores
que las 50 sombras). Sobre todo esas
mini sagas que abarcaban décadas (de preferencia 30s y 40s).
Si en pantalla
grande, las heroínas de Sídney Sheldon capturaban la imaginación de los modistos,
en televisión ese año, Harold Robbins y Norman
Bogner aportarían su dosis de Brooklyn Porn (no se asusten, eran
prácticamente inocente en pantalla, no así
en las páginas de las ediciones de bolsillo) con las adaptaciones de sus
respectivas 79 Park Avenue y Seventh Avenue. La primera era un estudio
de la prostitución en las altas esferas de Manhattan, La otra un bildungsroman sobre un chico judío que
escala socialmente el mundo de la costura neoyorquino.
Con estas
miniseries iniciaría la rivalidad de
Lesley Anne Warren y Jane Seymour, ambas candidatas al titulo de Reinas de las Miniseries
de los 80s. Warren fue la que consiguió más fama ganando un Globo de Oro como Mejor
Actriz Dramática gracias a su interpretación de Marianne, una chica inocente de los 30, que después de ser violada por su padrastro, se convierte en una refinada madame.
Jane, la de largos cabellos, en “Seventh Avenue” daba
vida a Eva Gold, una diseñadora de modas que por dos décadas se involucra
con todo tipo de hombre peligroso con trágicos resultados. No podría decir cual
fue mejor o cual tuvo un vestuario más espectacular.
Con tanta inspiración
los modistos seguían creando prendas de ensueño. Hasta estos gauchos de Ted
Lapidus, fusionan un trend cómodo con
diáfanas muselinas y románticos volantes.
Ungaro les va a túnicas
largas de gasa estampada con blazers en tonos pastel que recuerdan la primera
etapa de los 30.
St. Laurent, después de probar con estilos rusos y chinos,
volvía a la ropa delicada y romántica.
Aunque también escogía
un estilo campesino, muy In ese año.
Halston marca la
tendencia en vestidos de verano ese año, chiffon estampado, camiseros de seda,
mucho vuelo, lazo, moño, y muy vaporosos siguiendo estilos veraniegos de los
40.
Se pueden apreciar también en este comercial de medias Cameo.
Una amiga de ese
tipo de vestido era La Mujer Maravilla. Diana Prince, en 1977, se trasladó de la Segunda Guerra
Mundial a la era contemporánea convirtiéndose no solo en la más badass de las series, sino también en la
mejor vestida. Y no olvidemos que Lynda Cordova Carter, con una mamá mexicana,
era toda una Latina del Ayer.
La sofisticación
de la nostalgia estaba llegando a Latinoamérica. Onda Gatsby es el vestido que
luce Helena Rojo en la cortina de “La Venganza” una de las cien versiones de
Marimar.
También lo vemos
en la modelo brasileña Isis de Oliveira.
Otro estilo que
llega rápido a América Latina son los tailleur de tres piezas con un chaleco
bajo el blazer una variación del típico traje sastre de líneas severas muy al
estilo de los 40. Aquí vemos de nuevo a Helena Rojo en “La Venganza” en un tres
piezas (pido disculpa por la pésima calidad de las fotos, pero las extraje de
videos antiguos).
Si ese traje
tenia una falda acampanada, este que luce Pierina España en “La Hija de Juana
Crespo” (Venezuela, 1977)es de línea más recta, pero también de los 40. El look del Puma Rodríguez si que no sé en
que época situarlo.
En cambio, en Chile,
a juzgar por la portada de esta Paula
del 77, la moda se asocia con trajes flotantes de estilo artesanal y confeccionados
en algodones, estopilla y otras telas
ligeras.
Una latina que si
sabe lo que es ser el último grito de la moda es Bianca Jagger. Aquí en un
vestido de coctel de lamé muy en la onda retro
y en compañía de Halston su diseñador favorito.
Bianca luciendo una
capelina de piel de zorro diseñada por Dior. Un detalle negativo de la onda retro será el renacimiento de las pieles como parte del vestuario.
Aquí cierro mis recuerdos
del retro 1977 con este muestrario de
modas filmado en Barcelona.
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