Para este mes de
las brujas quería algo mágico, algo digno de usar en la noche de Halloween. Lo encontré
en el enigmático Cabochard y sus ingredientes que más pertenecen a la clase de Severus
Snape que a la perfumería. Por eso prefiero dedicar esta entrada no a un
perfume que me da miedo usar, sino a la obra de una mujer enigmática, asombrosa
y excepcional. Se puede decir que Madame Gres era bruja, ¿Sino como se explica
que siendo judía pudiese mantener su negocio abierto bajo la Ocupación Alemana?
Se sabe poco de
Madame Gres. Más que protectora de su intimidad, le gustaba ser misteriosa,
intrigar sobre los secretos de su vida. Por algo se la ha apodado “La Esfinge
de la Alta Costura”. Alguien dijo que
Gres era “más Garbo que Garbo” aludiendo a la extrema privacidad que buscaba la
estrella sueca, que, a propósito, fue clienta de Madame Gres.
Los primeros años
de quien se llamará Germaine Emilie Krebs, son simples y burgueses. Nacidas, en
1903, en el seno de una acomodada familia judía y burguesa, Germaine y su
hermana mayor son criadas con lujos y privilegios. Junto a sus padres, la futura diseñadora viaja
por países exóticos y tiene profesores de ballet y arte.
De temperamento artístico,
la joven Germaine sueña con ser escultura, pero a pesar de que pagan sus clases
de arte, los señores Krebs no están encantados con la idea de tener una bohemia
en la familia, por lo que su hija decide a tomar cursos de costura. En los años
20 entra como aprendiz a la Casa Premet, un negocio que había adquirido fama en
la Era Eduardiana. Pronto la joven diseñadora adquiría una buena reputación
entre sus clientas.
Con ahorro y voluntad,
Germaine consigue abrir su propia casa de modas en 1932. Como todavía no tiene
30 años y quiere dar la impresión de madurez y profesionalismo, le pone a su
tienda el nombre de “Madame Alix”. Cerca de la nueva tienda está la de Juliette
Barton, amiga de la infancia de Germaine quien comienza a diseñar también para
ella lo que lleva a una confusión de que por algún tiempo se la conozca como “Alix
Barton”.
De Madame Alix a
Madame Gres
En 1935, Madame
Alix tiene su primer golpe de fortuna. Se le solicita que diseñe el vestuario
para la pieza de Jean Girardoux, La Guerra de Troya no Pasara. La obra
es un éxito y Madame Alix comienza a tener clientes en el mundo teatral.
Germaine-Alix será
toda su vida una mujer muy tímida. Se sabe poco de su vida íntima, pero es
fácil aceptar lo que dicen sus biógrafos que se trataba un ser “asexual”,
casada con su propio trabajo. En Los Treinta ya Madame Alix insiste en verse
mayor que sus años, usa ropa de corte severo, se cubre el cabello con un
turbante, no hay en ella toques de coquetería. Esos los reserva para sus
creaciones.
Su especialidad
son los vestidos de noche en los que impone su magia, el drapeado. Sus años de
escultora la han dejado enamorada de las estatuas clásicas envueltas en túnicas
llenas de pliegues que caen como cascada a los pies de las que las visten. Ese
es el arte mágico que inventa Alix y su gran contribución a la moda: los plisados, las tablas, los repujados.
En 1937, el
reducido círculo de amistades de Alix, y su amplia clientela, se quedan con la
boca abierta ante la noticia. La pequeña Germaine, la asexual, la que quiere
verse vieja antes de tiempo, se casa. El elegido es el pintor ruso Serge
Czerevkov. Un bohemio intenso y liberal cuya especialidad es una pintura
erótica que bordea en pornografía.
Aun así, Alix
parece estar totalmente dedicada la idea del matrimonio y a su marido. Se
convierte a la religión de Serge para poder casarse por la Iglesia Ortodoxa.
Czerevkov ha estado firmando sus pinturas con un apellido más pronunciable,
“Gres”, un anagrama de su nombre de pila. Alix Barton se convertirá en 1937 en
Madame Gres.
Madame Gres en la época de su matrimonio |
Aún más fascinante,
esta modista que cuenta entre sus clientas a Marlene Dietrich y a Greta Garbo
se embaraza. Su hija Anne nace en agosto de 1939. Unos meses antes, Serge ha abandonado
el hogar conyugal y Francia, para marcharse a la Polinesia. Serge no regresará
su país, no verá más a su mujer, ni conocerá a su hija. Hasta su muerte en
1970, Serge recibirá de Madame Gres un cheque mensual. Este matrimonio es otro
de los enigmas que rodean a “La Esfinge de la Moda”.
Los Años de la Ocupación
Francia entra en
la Segunda Guerra Mundial. Madame Gres tiene las manos llenas con su negocio y con
las atenciones que necesita una recién nacida. En su ayuda llega Moni, su
modelo favorita. Moni se convierte en la madrina de Anne y se traslada al
departamento de Madame Gres para cuidar de la niña. Cuando los alemanes avanzan
sobre Paris, Madame Gres, su hija y su comadre huyen al Alto Garona.
Madame Gres
retorna a un Paris Ocupado. Son tiempos difíciles, los alemanes han cerrado las
casas de moda, muchos diseñadores han huido al extranjero y los modistos judíos
no tienen cabida en este París Nazi. Para colmo, Madame Gres pelea con su socia
Juliette. Esta no encuentra mejor venganza que contarles a las autoridades alemanas
que la ex “Alix” es de origen judío.
Aun así, y esa es
otra prueba del poder hechicero de Madame Gres, ella consigue permiso para
abrir su casa de modas. Los Nazis están encantados con sus drapeados, quieren
que vista a sus esposas y amantes. Madame lo hace a regañadientes, pero en lo
que puede obstaculiza al invasor.
1942, un ejemplo del estilo "austero" |
Los alemanes
insisten en imponer un estilo severo y frugal de vestuario femenino. Las telas son
racionadas. Madame Gres claudica al comienzo y crea estilos más austeros, pero
se niega a usar paños de baja calidad. Consigue géneros finos em el mercado
negro, continua con sus drapeados y como un gesto de resistencia, luego que los
judíos de Francia son obligados a usar una distintiva estrella de David,
hilvana dos de estos símbolos en la cintura de un diseño que se conocerá como
“Diosa Griega” y que hoy cuesta 180.000 dólares americanos.
La actitud de Madame
Gres se torna más desafiante: expulsa a un oficial de la SS de su salón; diseña
modelos en rojo, blanco y azul, los colores de la bandera francesa; y se niega
revelar los secretos de sus drapeados a modistos alemanes. Finalmente, en 1944,
su tienda es cerrada por los alemanes. Madame Gres y su hija se refugian en los
Pirineos. Retorna a París un poco después del Desembarco en Normandía. Se puede
decir que Madame Gres es una de las pocas judías francesas que ha sobrevivido
la guerra. Eso es casi brujería.
Llagada la Liberación
abre las puertas de su establecimiento. Sobre ella no cuelga el sambenito que estigmatizará
a muchos modistos que colaboraron con los alemanes. Incluso el gobierno del General
de Gaulle le otorga una medalla. Aquí la vemos rodeada de soldados de la
Francia Libre.
La posguerra será
la Era de Oro de Madame Gres. Entre sus clientas se contarán Edith Piaf, la
Duquesa de Windsor, La Princesa Grace y Jackie Kennedy. Diseña vestuarios de
cine como el de Maria Casares en “Las Damas del Bois de Boulogne”.
María Casares vestida de Gres |
En 1958 diseña el
vestuario de Silvana Mangano en “Ulises”. La estrella italiana interpreta dos
roles: el de la fiel Penélope y el de la hechicera Circe. Para Penélope, Madame
eligió tonos oscuros, casi de luto, pero cuando se enfrenta a sus pretendientes,
la esposa de Ulises luce una típica túnica greca Gres. En cuanto a Circe,
Madame la envolvió en velos para indicar su necesidad de misterio y el poder de
ser como su diseñadora “más Garbo que Garbo”.
Circe |
Penelope |
Los modelos de
Gres siguen siendo mágicos, etéreos y vaporosos como este vestido de noche de
1947 y este bosquejo para 1958. Madame sigue con su pasión por los viajes y de
ellos traerá ideas exóticas para su vestuario. Para entonces es famosísima, y a
pesar de que escoge con pinzas a sus clientas, es objeto de admiración de
muchos. Sobre todo, de jóvenes diseñadores como Pierre Cardin y Hubert de Givenchy.
Nace Cabochard
En 1959, Madame
Gres de regreso de la India, trae una idea para algo nuevo. Aunque ha jugado
con la creación de perfumes antes, nunca ha sido ese un rubro al que le diese
prioridad. Ahora será diferente. Con la ayuda del perfumista Bernard Chant saca
al mercado Cabochard, que literalmente significa “cabeza dura” en francés.
Cabochard es un perfume todavía en venta, muy intenso colmado de olores fuertes—yo los
llamo desagradables— que uno no asociaría con alguien tan refinado
como Madame Gres.
Sin embargo, es
un perfume clásico que tuvo y tiene mucho éxito. Madame Gres se despreocupa de
su incipiente compañía de perfumes que solo crearía un par de otras marcas,
ninguna tan famosa como Cabochard. Curiosamente será este perfume el que marcará
la decadencia de la Maison Gres.
Madame es muy “Cabochard”,
no evoluciona con los tiempos, sigue apegada a diseños bellísimos pero costosos
y complejos de armar (Cada plisado tomaba una hora de trabajo). Sobre todo, se
niega a tener colecciones prêt-à-porter, con cierto esnobismo ella quiere
diseñar solo para damas de alcurnia. Así no se mantiene un negocio.
Madame y Barbra Streisand, una de sus últimas clientas 'De alcurnia". |
Las finanzas de
Madame Gres tomarán un mal giro entre los 60 y los 70. Malos consejeros, entre
ellos su comadre Moni; administradores deshonestos; y decisiones desacertadas
acabaran con la Casa Gres. En 1982, para poder pagar deudas, Madame Gres vende
su negocio de perfumes a una firma suiza. Se declara en bancarrota y en 1984 vende
toda su casa de modas a Bernard Tapier. Mas tarde la anciana confesará a Cardin
que ese fue su peor error.
Tapier tampoco puede
con el negocio y lo vende a Jaques Esterel quien, a su vez, lo vende a una
compañía japonesa, Yogi Tsusho Limitada. Parece como si la Casa Gres estuviera
embrujada, no hay manera de conservarla. Madame Gres vive de la caridad de
diseñadores como Givenchy, Cardin y Saint Laurent quienes pagan su renta y sus
alimentos, pidiendo a cambio, y de vez en cuando que les diseñe alguna
creación.
El Extraño Fin de
Madame Gres
La “Reina del
Drapeado” y su hija Anne estaban distanciadas. Se dice que fue por celos.
Madame Gres había prohijado una niña a la que apodaba “la hija de la musa”. Qué
pasó con esa niña ese es otro misterio. La octogenaria Madame Gres finalmente
se retiró a una casita en San Paul de Vance. Cuando no pudo ya valerse por sí
misma, Anne pagó su internado en un asilo en el Castillo de La Condamine.
Aquí viene la
parte más fascinante del cuento. Mientras la gran modista languidecía en el
asilo, varios museos del mundo la homenajeaban. Uno de los mejores espectáculos
lo dio el Instituto del Vestido del Museo Metropolitano aquí en Nueva York en
1994. Dos semanas tras el cierre de esta exhibición, Anne anunció al mundo que
su madre llevaba un año en la tumba.
Lo más extraordinario
era que en su afán por mantener el secreto, Anne había falsificado la firma de
su madre y había imitado su voz en el teléfono. La reacción inmediata fue
pensar que se trataba de una estafa, pero la investigación demostró que Anne no
había lucrado con las falsificaciones y que estas solo se referían a correspondencia
o papeles personales.
La misma Anne
diría que había querido privacidad para ella y para su tía que aún estaba viva.
Muchos no se han creído el cuento, pero es uno más de los enigmas que rodean a “La
Esfinge” Madame Gres.
Cabochard,
Cabotine y la Fatal Asafétida
Decir que este
famoso perfume sería el comienzo del fin de la magia de Madame Gres es
subjetivo. No lo es decir que el desastre que abatió ese negocio fue producto
de una ristra de malos consejeros, malos administrador y malas decisiones y que
estos pueden trazarse desde la aparición de Cabochard hasta 1980. Cabochard es
como un canto de cisne en términos de logros de La Esfinge.
¿Por qué Madame
Gres cayó en desgracia? ¿Ella que supo desligarse de las amarras de un hogar y
educación burguesa, superar un mal matrimonio, sobrevivir a los Nazis y llegar más
allá de lo que las chicas judías de su generación consiguieron? Es como cuando la gente pierde un amuleto. ¿Sería
acaso que la diseñadora introdujo un elemento fatídico a su vida? ¿Puede haberse tratado de algo tan simple como
un producto en su perfume? Toda
hechicera sabe que hay ingredientes que no deben ser usados sin juicio, tal
como hay venenos que entran a la sangre por el mero contacto con la epidermis.
En 1959, Madame
Gres regresó de unas exóticas vacaciones de la India obsesionada con encontrar
un perfume que encapsulase su experiencia hindú. Contrató a un joven perfumista
llamado Bernard Chant para que le creara un floral que llamaron Chouda, pero al
olerlo, Madame no se sintió satisfecha. Quería algo más fuerte, tan intenso
como su experiencia.
Fue Bernard quien
daría en el clavo con un perfume “de cuero”. Los perfumes de cuero para mujeres
no eran desconocidos, tenemos los famosos Cuero de Rusia de Chanel y Habanita
de Molinard. El tabaco también ya había aparecido en colonias masculinas. ¿Pero
tabaco y cuero en un perfume femenino? Eso era revolucionario.
Yo solo he olido
la versión moderna de Cabochard, pero te tira de espaldas. Es cuero, tabaco, más
encima estragón, una de las hierbas más penetrantes de la cocina, pero hay algo
más, un tufo fuerte, casi fétido y ahí está el detalle como diría Cantinflas.
“Cabochard” es
uno de los pocos perfumes en usar como ingrediente la asafétida. Esta pasosa
resina se extrae de la férula, un yuyo de la familia de las apiaceas que,
aunque posee virtudes curativas y culinarias, es bastante maloliente. Tanto que el vulgo la conoce como “estiércol
del diablo”.
Férula |
La resina se
vende en calugas o en polvo y para ingerirla hay que cocinarla (sino se vuelve toxica). La
cocina hindú la incluye en sus sofritos puesto que ya pasada por sartén toma un
aroma mitad cebolla y mitad ajo. Un buen olor para un curry, no para un
perfume. Sin embargo, la asafétida fue muy utilizada en la perfumería francesa
de los 50. Se la puede olfatear en el famoso Ma Griffe de Craven y Vent Vert e
Ivoire de Balmain. Es una cuestión personal, pero son perfumes a los que les
huyo.
A pesar de que se
cree que posee propiedades sedativas y antiespasmódicas, nunca la he usado en
mis aventuras en la herbolaria. Mas allá de su olor pungente, hay algo maléfico
en ella, mencioné ya que se la apoda en inglés Devil’s Dung, en otros
idiomas también recibe nombre parecido. Hasta en turco se la conoce como Seytanotu
(Hierba del Diablo). Es fácil deducir que también se le atribuyan propiedades
mágicas.
Se la usa en rituales
de exorcismo y para alejar malas vibras. Hay incluso un excelente hechizo para
mantener a raya los cobradores, pero como todo en magia, la asafétida es una
espada de doble filo. También se la usa para maldecir o hechizar. Combinada con
azufre invita la presencia de entidades maléficas. ¿Sigo?
En general las
brujas blancas no la usan y tampoco la perfumería moderna. Algo habrá. Y puede
que no sea coincidencia que la aparición de Cabochard anunció el decline de la Firma
Gres. Madame había tenido demasiada suerte y esta repentinamente se acabó. Lo
peor fue que el negocio no sobrevivió a la ausencia de su creadora y pasó de
mano en mano hasta cerrar definitivamente el 2012.
¿Como se explica
entonces que la perfumería Gres siga activa? Pues ellos también tuvieron
problemas y se vendió una vez, pero el nuevo dueño encontró un modo de
exorcizar la mala vibra que pendía sobre su negocio: la creación de Cabotine,
el perfume que estoy usando este octubre. Es en esta pequeña ánfora cuyo nombre
recuerda una calesita que conducían las damas decimonónicas, donde se ha
cifrado y salvado la Perfumería Gres.
Es cierto que
Cabochard se ha reformulado (aunque sigue incluyendo a la asafétida entre sus
ingredientes) y que sus derivados, Ambre de Cabochard, Air de Cabochard,
Cabochard Cherie, contienen ingredientes menos perniciosos, pero es Cabotine la
que ha conseguido opacar a su misterioso predecesor. El vínculo entre ambos
aromas estuvo hasta en la propaganda ya que se mercadeó a Cabotine como “la
hija de Cabochard”, una hija benévola e ingenua.
Cabotine es un
perfume “verde “, menos sofisticado que el Emeraude de Coty, más exótico que el
Green Tea de Elizabeth Arden, menos sensual que Jontue. Es un perfume fresco,
herbal, yo lo llamaría vegetal, incluso en el diseño, puesto que Thierry
Lecoule le creó un envase coronado con una tapita que pretende ser un ramo de
flores, pero que a Malena Miope le recuerda una lechuga.
A mi hermana la
enoja cuando digo que Cabotine huele a ensalada, pero ciertamente la primera
impresión es a vegetales, a yerba, me recuerda el aroma de mi shampoo favorito
de mi juventud el descontinuado Herbal Essences de Clairol. Pensé primero que
se debía a la semilla de cilantro o a la hoja de acacia que se cuentan entre
los ingredientes, pero se trata de algo más prodigioso.
En 1990, la firma
le solicitó a Jean Claude Delville que crease un perfume de bajo presupuesto,
ligero, pero memorable. Para tan difícil tarea Delville contó con la ayuda del Dr.
Braja Mookherjee quien logró copiar en su exactitud la esencia del lirio
mariposa, o lirio de jengibre. Es esta flor del Himalaya la que se impone sobre
otros olores en Cabotine que es hoy el perfume más famoso de una firma que
lleva el nombre de una dama que nunca lo olió ni recibió un centavo por él.
Lirio mariposa |
Mas allá de
conjeturas personales y de buscarle la quinta pata al gato, este post intenta
relatar la prodigiosa carrera de Madame Gres, su inconcebible suerte, como también
su inconcebible descenso. Como modista fue insuperable como creadora de perfumes
no tuvo tanto acierto ni fortuna. Aun así, Cabochard— y su nefasto
ingrediente— sigue a la venta. Si quieren arriesgarse pruébenlo, de otra manera, les
aconsejo comprar Cabotine que puede encontrarse en cualquier Walmart de USA
(además de sitios en línea), en El Corte Ingles en España, y en Chile se puede
adquirir en Ripley.
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